La situación socioeconómica que viven las mujeres campesinas, indígenas y afrodescendientes en toda América Latina, evidencian un estado grave de vulnerabilidad y no corresponde con los avances del mundo actual
Ana Elsa Rojas Rey
Dentro de los tantos fenómenos que hoy se desarrollan y repercuten en la vida de las mujeres está, sin lugar a duda, el fenómeno de la guerra y la postpandemia, las cuales han profundizado la desigualdad entre el campo y la ciudad, y son fenómenos que han dejado como consecuencia el alto costo de los insumos para el cultivo de la producción agroalimentaria.
Esta deuda histórica recayó especialmente en las mujeres que habitan el territorio rural. Los insumos agrícolas que tienen como sus principales componentes a las semillas, abonos y fertilizantes, entre otros, se volvieron artículos de lujo, que son imposible de adquirir para las mujeres campesinas.
Además, la falta de accesibilidad a créditos y la concentración de la tierra en propiedad de terratenientes, hace invivible la vida en sus territorios donde la mayoría de ellas se ven obligadas a emigrar a la ciudad con sus familias. Allí las niñas por falta oportunidad ven truncados sus sueños que se van como agua entre los dedos, puesto que cuando llegan a los centros urbanos producto del desplazamiento forzado, muchas de estas mujeres se obligan a tomar el camino de la prostitución, el servicio doméstico, y en general la comercialización de sus cuerpos. La misma suerte corren los niños, quienes igualmente se van a formar parte de las bandas delincuenciales.
La tragedia no para allí. La cadena de miseria se prolonga en el tiempo, trayendo otras consecuencias mucho más graves como la perdida de la vida, producto del maltrato, la violencia al interior de los hogares, los feminicidios, tanto en los centros urbanos, como en las zonas rurales, puesto que esta se caracteriza por relaciones de poder, que las dejan en una doble marginación, por ser mujeres campesinas y a ello se le suma la triple jornada de trabajo, sin que tengan una remuneración.
La lucha de las mujeres campesinas por la defensa de la tierra, la resistencia a permanecer en sus sitios para poder lograr los cambios que se necesitan, son definitivos. Por ejemplo, fueron las mujeres las que contribuyeron a la elección del Gobierno del cambio que hoy con el Plan Nacional de Desarrollo ha iniciado la Reforma Agraria y Laboral, haciendo esfuerzos para subsanar la deuda que el patriarcado les había quitado. Hoy se instalan nuevos imaginarios para ser concordante con normas internacionales.
El Objetivo de Desarrollo Sostenible se enfoca en proyectar la perspectiva de género, con la cual se construye la autonomía. Esta autonomía en la vida de las mujeres, permite ir construyendo poco a poco la igualdad con los enfoques diferenciales, para convertir los espacios en verdadera democracia.
La declaración de Filadelfia dice que “todos los seres humanos sin distingos de raza, credo o sexo, tienen derecho a perseguir su bienestar material y su desarrollo espiritual en condición de libertad y dignidad, de seguridad económica y en igualdad de oportunidades”.
Para las mujeres campesinas la mayoría de estos tratados y ofertas para el bienestar, no se habían visto reflejados en el mejoramiento en sus vidas. Por el contrario, hay estudios que indican, que la mala nutrición de las mujeres ha hecho que aumente la obesidad en ellas, convirtiéndose en una nueva pandemia que incluso las lleva a la muerte.
Solo con oportunidades reales, como las que se propician en el gobierno actual, permite que los sueños se realicen y se viva una vida digna, libre de violencias, lo cual debe ser el propósito en el mes que conmemora las luchas de la mujer trabajadora.