lunes, agosto 11, 2025
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Monedero: “Necesitamos pensar un sentido común alternativo”

Aprovechando su estadía en Bogotá, donde asesora el proceso de unidad del Pacto Histórico, el politólogo y escritor español Juan Carlos Monedero habló con VOZ sobre geopolítica, el giro progresista en América Latina y los principales retos de la izquierda democrática en Colombia

Zabier Hernández
vozdirector@gmail.com

Juan Carlos Monedero es politólogo, escritor y profesor universitario. Además, fue cofundador de Podemos, el partido político que irrumpió en la escena española en 2014.

Su trabajo intelectual se centra en la crítica al neoliberalismo, teoría democrática y movimientos sociales en América Latina. Ha escrito libros como El gobierno de las palabras (2009) y La izquierda que asaltó el algoritmo (2020), donde analiza el poder mediático y las nuevas formas de acción política.

En 2014, junto a Pablo Iglesias y otros liderazgos, fundó Podemos, un partido que canalizó el descontento post-15M y logró un terremoto electoral en el Estado español. En ese proceso, el politólogo fue uno de sus principales ideólogos, diseñando innovadoras estrategias comunicativas y discursivas.

Monedero se encuentra en Bogotá, donde asesora el proceso de unidad del Pacto Histórico. En este diálogo con VOZ habló con su estilo polémico, incisivo y frentero sobre geopolítica, la crisis en Europa, el futuro de las izquierdas, el giro progresista en América Latina y los principales retos que tienen las fuerzas alternativas en Colombia.

¿Conocías al Semanario VOZ?

Claro que sí. Todo luchador y conocedor de la historia de resistencia de los pueblos de América Latina y de Colombia, debe conocer a VOZ.

¿Cómo te ha parecido el Semanario como un proyecto comunicativo alternativo?

Creo que entendisteis que antes los revolucionarios iban a la sierra y ahora van a los estudios de televisión, a las redacciones de los periódicos, a las redes sociales. Una buena parte de la pelea política es una pelea de sentidos y es cultural, y tenemos que estar ahí. Creo que hay que militar en el relato. En ese sentido, se debe llevar adelante un proyecto mediático permanente en el tiempo pues es una forma de militancia que hay que reconocer.

En el contexto europeo, ¿cómo evalúas el estado actual de la izquierda española y europea?

No hay derecho. Europa tenía un potencial de cambio y lo está perdiendo. Está dominada por el miedo, a diferencia de América Latina, que no tenía y ahora está teniendo y por eso está dominada por la esperanza. En los dos lugares hay disputa, es decir, hay pelea en Europa y hay pelea en América Latina, pero allá va ganando la extrema derecha y aquí creo que va ganando la izquierda.

¿Cuál ha sido el papel de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen?

Ella, como representante de la Unión Europea, acaba de firmar un contrato de servidumbre con Estados Unidos. Ha firmado y le parece bien que nos pongan aranceles del 15 % y además que para que nos pongan aranceles del 30% a cambio le vamos a comprar a Estados Unidos algo así como 300 mil millones de dólares en armas y en gas. Por tanto, vamos a seguir financiando la guerra en Ucrania y el genocidio en Gaza. Europa ahora mismo es un bochorno, es una vergüenza difícilmente compatible con esas imágenes de niños asesinados, de niños famélicos y la izquierda en Europa está como pollo sin cabeza.

¿Entonces cuál es el camino que debe tomar la izquierda europea?

La izquierda en Europa no ha sido capaz de darse cuenta de que tenía que crear partidos movimiento, la izquierda socialdemócrata se hizo neoliberal, la izquierda comunista no se actualizó con los tiempos y la que se actualizó al final ha sido presa de las divisiones y por tanto todo es un batiburrillo donde un sector es parte del sistema, otra es insignificante y otra que fue relevante está más preocupada en discutir y en pelear con otros sectores de la izquierda.

Con razón algunos analistas y pensadores actuales han hablado de una Europa vasalla…

Es el adjetivo que le corresponde. Tened en cuenta que Donald Trump está ahora mismo exigiendo a Brasil que renuncie al Estado de Derecho y no juzgue a Bolsonaro, o si no le va a imponer aranceles del 50%. Es como Hitler amenazando con bombas. Las bombas del siglo XXI son los aranceles. O le va a exigir a Colombia que renuncie a su Estado de Derecho para que no juzguen a su amigo Uribe, es decir, Estados Unidos ahora de lo que se encarga es de dinamitar los Estados de Derecho de los países democráticos. Ese es el dirigente y el país al que apoya a Europa.

¿Entonces, cuáles son las lecciones que la izquierda debe aprender?

Decía mi maestro Jesús Ibáñez que la antesala de todas las revoluciones es una gran conversación y en Europa no hay una gran conversación. Hay parálisis, preocupación, incertidumbre, intuiciones de cosas que no están bien. Hay gente que protesta contra el cambio climático, gente que protesta contra el genocidio en Gaza, pero salimos de la COVID-19 paralizados y no hemos recuperado el pulso.

Una lección es que primero siempre es el movimiento social y luego son los partidos. El último movimiento social en Europa nace de la crisis de 2008 que genera el movimiento de los indignados, el 15M en España, la Generacao Arrasca en Portugal. Antes tenemos las protestas árabes, Occupy Wall Street, en Francia los chalecos amarillos.

Esas manifestaciones en contra del modelo neoliberal y su dureza articularon tímidamente a la izquierda, pero no hemos sido capaces de convertirlas en partidos-movimiento que es lo que permitiría meter todo ese vapor social en una caldera, que al mismo tiempo fuera capaz de conseguir cambios institucionales y articular todo ese entramado social que necesita tener una estructura para que no se disuelva cuando desaparece el viento, como le pasa a las olas en el mar.

¿Hace falta diálogo?

No hemos sido capaces de articularnos, se podría volver a recuperar, pero hace falta que esa conversación se abra. Tenemos un problema porque hay una confrontación entre los liderazgos que impiden ese diálogo. En España te diría que hay un 30% de gente que estaría dispuesta a votar a una fuerza a la izquierda del Partido Socialista, pero son los líderes que ahora mismo representan ese espacio los que impiden que eso ocurra porque están peleados entre ellos, porque tienen reclamos sostenidos en razones.

¿Y cuáles son esa tensiones o peleas?

Sumar le hizo perrerías a Podemos, Podemos se portó mal con Sumar, Izquierda Unida reprocha que cuando nació Podemos los dejaron de lado, es decir, todos tienen reproches que pueden estar bien asentados. Pero la conclusión es que estamos divididos mientras que la derecha se está uniendo y no nos damos cuenta. La izquierda lo va a pagar muy caro porque ante la insatisfacción que hay por el modelo, quien se va a beneficiar es la extrema derecha.

¿Todo está perdido o hay algo de donde la izquierda se pueda agarrar para salir de esta crisis?

Me gustaría decirte que en las universidades hay una efervescencia popular pero ahora mismo no está ocurriendo nada. Los jóvenes están votando a la extrema derecha, el discurso anti sistema, la incorrección política, los que alimentan de alguna manera la insatisfacción están más en la extrema derecha.

América Latina

¿Cómo analizas las luchas de las izquierdas en América latina?

Sin duda hay más. Hay un nuevo giro a la izquierda.

¿Será posible que América Latina sostenga este nuevo ciclo de la izquierda en un largo plazo?

América Latina es un continente en disputa, Estados Unidos la considera su patio trasero y no van a soltar la presa tan fácil. Se entretuvieron con la guerra de Irak y permitieron que Hugo Chávez ganase las elecciones y permeara ese movimiento a la Argentina de Néstor Kirchner, al Brasil de Lula, a la Bolivia de Evo Morales, al Ecuador de Correa y después reaccionaron. Es decir, la derecha aprende.

Hoy, la derecha europea es más gramsciana que la izquierda. La derecha está en el centro de la lucha cultural, hablándole a la construcción de mayorías y de un sentido común diferente. La izquierda está despistada en peleas fragmentarias, en peleas chiquitas, achicando espacios, defendiendo cosas que son correctas, pero desde una mirada que impide que sumen y al final todo es un conjunto de fragmentos que llena el espacio de cabecitas de ratón porque nadie quiere ser cola de león y nadie está dispuesto a reducir un poco sus demandas para explicarlas a los demás, sino que las reclama desde una exageración que no permite sumar.

En América Latina ahora mismo un 59% de la población está gobernada por gobiernos de izquierdas. El problema es que solamente en un sitio está funcionando el partido-movimiento, que es en México. En todos los lugares, como decía antes, primero es el movimiento y del movimiento sale el partido.

¿En Colombia la izquierda si aprendió la lección?

Lo que está pasando en Colombia bebe del estallido social y la fuerza de Petro bebe de ahí. En España, Podemos bebía del 15M. Lo que viene detrás, como por ejemplo Sumar, ya no bebe del movimiento social y por eso es una energía más degradable.

Y por eso es tan importante que el Pacto Histórico se relacione de una manera absolutamente clara con esa reinvención que fue el estallido social, porque si no, no va a tener la capacidad de emocionar a un número importante de gente como para ganar unas elecciones.

¿En ese sentido la experiencia de México es un referente?

López Obrador lideró un movimiento popular de calle que confrontó al modelo neoliberal. Y así fue construyendo un partido-movimiento que le permitió incluso gestionar con éxito su sustitución con Claudia Sheinbaum.

La sustitución de Evo Morales, Cristina, Correa, Lula, Pablo Iglesias, han sido un desastre. Aquí está por verse si la construcción del Pacto Histórico permite una continuidad que sea virtuosa. Ese movimiento sociopolítico que es Morena vino acompañado de claridad ideológica, de liderazgos virtuosos, una comunicación eficaz que no solamente era en medios y redes, sino que también era bajando a la calle y tocando al pueblo, con una gestión de gobierno valiente.

Además, no ha habido ninguna masacre en México donde haya participado el ejército y la policía durante el sexenio de López Obrador, han hecho una reforma para que los jueces los nombre el pueblo.

¿Cómo explica usted esa relación entre gobierno y poder?

Ganas el gobierno, pero no ganas el poder. Sin embargo, el pueblo sabe que estás usando el gobierno para cambiar las cosas. Aquí han hecho ustedes la reforma pensional y laboral, harán la reforma de salud, de manera que la gente dirá “es verdad, no tenemos el poder, pero hacemos cosas”.

Hay un cuarto elemento que es el partido-movimiento, que no ha funcionado en ningún país salvo en México. Para ustedes en Colombia, en el año que les queda, será la asignatura pendiente. La pelea es cultural y por eso tenéis que dar herramientas a los trabajadores, a las feministas, a los ecologistas, a los pueblos afro, a los pueblos originarios. Hay que darles herramientas para entenderse a sí mismos.

¿Se podría decir que América Latina ha aprendido las lecciones?

Va aprendiendo. Es decir, cuando Petro dice que no se puede hacer la revolución desde el gobierno, cuando de repente dice que compartir el gobierno con la derecha ha debilitado los cambios que quiero poner en marcha, se da cuenta que ha hecho falta ese partido en movimiento. Y Petro es un gran intelectual, diría que ahora mismo es uno de los líderes más relevantes del planeta. Pero todo el mundo sabe quién es Laura Sarabia, pero nadie sabe quién es el ideólogo de la economía humana más allá de Petro.

¿Hacia dónde vamos?

Es histórico para la izquierda ganar el gobierno por primera vez en 200 años. Ojalá eso hubiera venido acompañado de más teoría. Aunque aprendemos con el ensayo y el error, no nos podemos permitir ese lujo, porque los errores nos los cobran carísimo. Dentro de estas lecciones aprendidas en América Latina se están buscando caminos económicos alternativos, como los BRICS. Si bien es un proceso muy lento, eso va a impactar en la perspectiva de América Latina, es decir, la relación con Rusia y China, frente a la tensión que se produce con Estados Unidos.

¿Cómo es ese camino?

Estados Unidos ha perdido la hegemonía. Fíjate que ha intentado poner de rodillas a Venezuela, después de construirla como el malvado universal. Y han intentado todo, golpes de Estado, bloqueo económico, intentos de magnicidio, estrangulamiento económico, fomentar el exilio de la gente para la inmigración. Sin embargo, esta semana pasada, la derecha golpista, que había llamado a la abstención, fue rotundamente derrotada en las elecciones, porque aumentó un 4% de la participación.

La derecha tenía 113 alcaldías y se ha quedado en 50 y el chavismo ha ascendido a 235. Hay una oposición nueva que está dispuesta ya a jugar con las reglas de la quinta república y que le dice adiós al golpismo. Al mismo tiempo, Nicolás Maduro se ha traído a 252 secuestrados en el Secot, en El Salvador, y Trump ha dado una licencia a Chevron para operar en Venezuela. Si uno analiza, pareciera que Venezuela va ganando pese a todos los intentos de ponerla de rodillas.

¿El camino es el multilateralismo?

Todo parece indicar que Estados Unidos y Europa van a perder la guerra de Ucrania. Francia ya no tiene relevancia en África. España tiene poca relevancia en América Latina. Parece bastante evidente que hay un cambio en la hegemonía mundial. Estados Unidos ya no quiere asumir las grandes instancias financieras internacionales y multilaterales que le habían servido. Está renunciando a la ONU, a la Organización Mundial del Comercio, a la FAO, al Tribunal Penal Internacional, al Fondo Monetario Internacional.

Hay un cambio, claro, lo viejo no termina de marcharse, lo nuevo no termina de llegar y queda mucho por andar. Es evidente que el bloque de los BRICS es mucho menos homogéneo que el bloque occidental. Hay mucha más coherencia cultural, jurídica y simbólica en este bloque que el que hay en los BRICS, porque estos tienen grandes conflictos entre ellos. Por ejemplo, para Oriente Medio, China, Turquía e Irán tienen intereses que no se comparten. La India tiene voluntad de poner en marcha el multilateralismo. En fin, hay elementos que yo creo que van a ser radicalmente positivos.

¿Quién del mundo occidental puede llevar lo mejor de este mundo al mundo emergente?

Inexorablemente lo viejo va a desaparecer y lo nuevo va a emerger. Y en ese proceso creo que América Latina tiene una labor de bisagra para llevar lo mejor del viejo mundo al nuevo. América Latina es un continente muy esperanzador. Tiene por delante enormes y hermosas tareas.

Hablemos sobre el poder de los medios y su relación con la política. ¿Cómo ves este proceso?

Yo creo que hemos entendido que si no se democratiza la comunicación, vamos a volver a ser súbditos. Creo que nos hemos dado cuenta de que el poder siempre ha tenido un brazo militar y un brazo simbólico. Los estados los constituyen los ejércitos y la iglesia. El ejército te castiga como última razón, pero la iglesia te convence de que te portes bien. Por tanto, tú durante mucho tiempo eras esclavo, eras trabajador, eras mujer subordinada, hasta que la conciencia te permite romper ese marco.

¿Qué papel juega la formación en el proceso político de lucha y resistencia?

Hay que volver a leer. El Pacto Histórico se la debe jugar haciendo formación, porque si no la hace, no tienes herramientas para entender si te están mintiendo o no. En el libro de Política para indiferentes hay una viñeta de un argentino de una madre y una hija que le dice a su padre, papá deja de leer mentiras en las redes y dice, pero cómo van a ser mentiras si coincide con lo que pienso. España es el país de la Unión Europea donde mejor va la economía, le preguntan en las encuestas a los ciudadanos, ¿cómo le va usted económicamente? Dicen muy bien. Pero cuando indagan sobre el país, la respuesta es fatal, el Estado español se hunde.

¿Por qué? Porque están envenenados por los medios de comunicación que día a día te trasladan que el país se hunde, que todo está mal. Oiga, pero a usted le va bien, entonces sí, sí, pero no importa, pero todo está muy mal, porque están envenenados. Recordemos la radio de las mil colinas en Ruanda, una radio envenenó a los Hutus para que asesinaron a los Tutsis. Una radio. Por eso creo, democratizamos los medios de comunicación o volvemos al pasado. Entre el poder mediático y los políticos que critican o quieren tumbar ese poder está el pueblo.

¿Cuál es el papel de los movimientos sociales en medio de ese proceso de comunicación mediático?

Los movimientos sociales expresan el cuaderno de quejas del pueblo. Por eso, cuando los partidos políticos se separan mucho de los movimientos sociales, dejan de escuchar el rumor del pueblo.

Los movimientos sociales para mí son muy importantes, pero tienen varios problemas. Uno es que ven el árbol, pero no el bosque, y eso es grave. Otro es que les pasa como a las olas en el mar, que solamente existen cuando hay viento. Si no hay viento no hay olas. Tres, que son alérgicos a las estructuras y creen que en cuanto se estructuran están comprando un boleto para el gulag. Y cuarto, que es como una síntesis de todo esto, desconfían profundamente de la política, no entienden que ellos también hacen política.

Por eso la solución es que hagamos partidos, porque el movimiento en sí tampoco funciona. Está muy fragmentado. A veces está ajeno a la institucionalización.

¿Cómo resolver esas contradicciones entre movimientos sociales y partidos políticos alternativos?

Eric Olin Wright, un autor muy importante que durante 40 años estudió lo que llamaba las utopías reales, las utopías con los pies en el suelo, descubrió como académico que los movimientos sociales transformadores siempre tienen una palanca institucional. Son movimientos sociales que tienen la posibilidad de transformar su petición en políticas públicas, en leyes, en gestión respaldada por el Estado. Es decir, el movimiento social no tiene que luchar contra el Estado. Tiene que usar al Estado. Tratar de coparlo y desbordarlo.

Un ejemplo que pongo siempre es el País Vasco. Ganó la izquierda y la ministra de Igualdad dedicó un año a organizar al movimiento feminista. Después de haberlo organizado, le dijo crearos como asociación, nombrad a la presidenta y yo, que soy la ministra, soy la vicepresidenta. Luego, hicieron la ley de igualdad. El Parlamento Vasco tuvo que aprobarla porque venía de todo el movimiento feminista organizado y consciente. Esa es la actitud. Tú no puedes hacer como decía John Holloway, cambiar el mundo sin tomar el poder. No, si yo me quedo fuera del Estado se lo dejo a la derecha y ellos encantados.

Te vimos en la convención del Pacto Histórico. ¿Cómo ves la idea de esta unidad del Pacto Histórico y el papel del gobierno de Petro?

Es muy desafiante porque crear un partido no es sencillo. Hay elementos que van a ayudar o que pueden ayudar a que esto llegue a buen puerto. Sobre las recomendaciones, son válidas para cualquier movimiento de izquierdas.

Uno es la claridad ideológica. El Pacto Histórico tiene que hacer un esfuerzo ideológico, tiene que clarificar cuáles son los elementos que comparten esos diferentes partidos. Los dirigentes tienen que ser coherentes entre lo que dicen y lo que hacen. En un país con tantas desigualdades como Colombia, la austeridad es una obligación de los que tengan responsabilidades gubernamentales. Porque el que vive con mucho es que no lo reparte.

En segundo lugar, el Pacto Histórico tiene que hacer un esfuerzo comunicacional y no olvidar que la comunicación no solamente es en televisión, radio, redes y periódicos, sino también en las calles.

En tercera medida, hay que tener una buena conceptualización de qué es el Estado y el Gobierno. La izquierda siempre, históricamente, ha dado muchas vueltas sobre estas categorías. Hay que entender que el Estado es de clase, tiene inercias, no es como un coche que te montas y si eres de izquierdas, doblas a la izquierda y si eres de derechas, doblas a la derecha. Tienes que entender que hay muchas inercias y que estás solamente se cambian a partir de la correlación de fuerzas, que es fundamentalmente en la calle.

Finalmente, es muy importante que el partido-movimiento tenga una lectura sobre el proyecto de nación, siendo el Estado una de sus principales herramientas. El Pacto Histórico necesita obligatoriamente pensar en qué significa la ‘Colombia como potencia de vida’, porque eso es un sentido común alternativo al modelo neoliberal. Yo les diría que se vayan pensando cuál es el nuevo canon. Si todas esas cosas confluyen, yo creo que hay luz.

¿Cómo analiza el juicio y la condena a Uribe?

La derecha colombiana está derrotada. El juicio a Uribe para ellos es una derrota telúrica, que está a la altura de cuando el pueblo se echó a la calle y rescató a Chávez. ¿Fraude procesal y soborno de testigos?, es lo que siempre han hecho para librarse de la justicia.

Están desesperados. Importantes analistas y juristas de derecha escribiendo cartas en El Tiempo para amedrentar a la jueza Sandra Heredia; jueces callados hasta el último día para no apoyar a esta jueza valiente; la revista Semana haciendo terrorismo informativo diciendo vamos a señalar a tu familia, vamos a hacerte la vida imposible, y Abelardo de la Espriella diciendo barbaridades y, sin embargo, han sido derrotados.

Si la derecha regresara en 2026 sería por los errores de la izquierda, por eso es tan importante pensar, reflexionar, debatir, hacer formación y creo también que sería importante que Petro se implique en la marcha del Pacto Histórico porque él es el que tiene la autoridad, porque representa ese movimiento social, es el que tiene que alimentar a la fuerza política que busca el cambio en Colombia.

En todo este proceso colombiano, ¿cómo ves el papel de los comunistas?

En España también hay un Partido Comunista metido en todo el proceso. Los comunistas, tanto en España como en Colombia, forman parte del regreso de la democracia. En España, tras la muerte de Franco, es inconcebible que hubiera llegado la democracia sin el impulso del Partido Comunista. Siempre estuvo ahí, picando piedra para el retorno de la democracia. Fueron los que pusieron los muertos, los exiliados, los encarcelados. No fue la militancia del Partido Socialista, fueron los comunistas.

Y aquí igual, el Partido Comunista siempre tuvo un compromiso con la paz y la democracia. Tengo la sensación de que el Partido Comunista en Colombia ha mirado más con las luces largas, sin retrovisor. Es verdad que, como les ocurre a otros partidos comunistas, son muy rehenes también de su historia porque son la única fuerza política que hace formación política y por tanto, en el momento en que hace formación política, pues te lees a los clásicos, Marx, Lenin, Rosa Luxembugo, Bujarin, y claro, la cuestión es que al final eso produce un anclaje la pasado.

Pero si creo que hay una renovación del comunismo, ¿no lo consideras?

Hay toda una renovación del marxismo porque se están traduciendo y se están estudiando los textos del último Marx, que no se conocían, cartas, notas manuscritas, resúmenes de libros. El Marx de los últimos años desdice una parte importante del Marx clásico. No podemos solo seguir funcionando con los principios clásicos del marxismo, el comunismo debe actualizarse y renovarse. Siempre recuerdo a Ludovico Silva, que decía que si los loros fueran marxistas, serían marxistas ortodoxos, decía, que las revoluciones a veces son echar los frenos de emergencia, saber acelerar las contradicciones.

Hay un comunismo renovado, que no es stalinista, que es democrático, que no está tanto en la discusión de si había o no socialismo en la Unión Soviética, porque son discusiones que a mí me gustan mucho, pero no sé si nos da luz, pero se que dividen.

Compré un libro de George Lukács, que era el gran teórico del marxismo, un libro sobre Lenin, y lo leí y me dije, es que esto ya no nos vale, hoy se necesita más. Esa idea mesiánica de que la clase obrera porta en su propio seno la transformación revolucionaria del mundo. Esas cosas hoy no son sostenibles. Yo creo que hoy alguien es de izquierdas si tiene clara la contradicción de clase, si tiene muy presente las condiciones de género, si respetas la diversidad sexual. Son elementos que no están en el comunismo clásico, pero tú los incorporas porque crees que son elementos esenciales de la lucha por la igualdad.

¿Cómo es la teoría del bosque de Marx?

Siempre le digo a mis alumnos que de Marx me interesa más el bosque que los árboles. Porque cuando tú entras en el bosque marxista, sales siendo mejor persona, con mayor sensibilidad por las desigualdades e injusticias.

Los comunistas tienen que seguir en esa tarea de renovación como en tantos momentos, como cuando aceptaron a los cristianos dentro de sus filas. José Bergamín, un católico ferviente, era un compañero de viaje de los comunistas en la España franquista. Él decía, con vosotros los comunistas hasta la muerte, pero ni un paso más allá.

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