Setenta y cinco años después, la extrema derecha norteamericana desempolva el viejo mecanismo de la cacería de brujas: crear enemigos internos, sembrar miedo, dividir la sociedad y conducirla al fascismo
Leonidas Arango
Cuando señalamos que Donald Trump ataca con furia la ciencia, el periodismo independiente y las instituciones, nos viene a la mente la cacería de brujas –o de “comunistas”, es lo mismo– que desató en los años 1950 el senador norteamericano Joseph McCarthy. El presidente actual arremete contra lo que no se ajuste a sus planes valiéndose de presiones, despidos, amenazas y calumnias. Se cuentan por centenares las redadas contra inmigrantes sin papeles y los chantajes contra los que no adopten determinados estándares de cultura, color de piel o fidelidad al gobierno. Todo antifascista es un enemigo.
Las ideas de Trump no salieron de la nada. Entre él y las persecuciones del siglo pasado existió un eslabón llamado Roy Marcus Cohn, nacido en 1927. Hasta 1954 fue un oscuro abogado que ganó fama por ser el brazo derecho de McCarthy, que después se enriqueció defendiendo a empresarios pícaros y a pesados mafiosos y asesorando a políticos de extrema derecha como Richard Nixon y Ronald Reagan, que serían presidentes de los Estados Unidos.
Lazos mafiosos
Cuando el joven Trump realizaba grandes proyectos de construcción en Nueva York, fue acusado por el Departamento de Justicia de negocios turbios y de negarse a alquilar apartamentos a ciudadanos negros. Entonces acudió a Cohn, quien lo libró de ir a la cárcel y se convirtió en su máximo consejero. Un fruto de esa amistad fue la relación con el mafioso Anthony Salerno, quien le suministró obreros inmigrantes indocumentados y materiales a bajo costo, al margen de la ley.
En la década de 1970 Roy Cohn ya era famoso por su absoluta carencia de escrúpulos. Merodeaba por las altas esferas de Washington estableciendo conexiones y pasando chismes a la prensa amarilla para aumentar su clientela y ganar poder. La Corte Suprema de Nueva York lo inhabilitó en 1986 como abogado por malversar fondos de clientes y por falsificar el testamento de un moribundo para quedarse con su capital. ¿Quién fue un testigo en la defensa que lo liberó de la cárcel mediante a una fuerte ayuda monetaria? Donald Trump.
Décadas más tarde, Trump aplicó las lecciones de Cohn para alcanzar sus metas: inventar amenazas, sembrar terror y buscar un “enemigo” interior. Pero el discípulo resultó más egocéntrico y peligroso, pues hace setenta y cinco años McCarthy era un senador y el Gobierno de Estados Unidos se atenía a la Constitución, en cambio Trump es un presidente con amplio respaldo, tiene ambición desmedida y actúa bajo caprichos.
Con el pretexto de combatir al “enemigo interno”, el mandatario impone un proteccionismo extremo (que ha subido los precios al consumidor), impulsa la desigualdad y la desesperanza y puso de moda el supremacismo blanco, el rechazo a la ciencia y el fervor autoritario en un mundo que avanza hacia el fascismo.
Bajo el lema nostálgico de “hacer grande otra vez” a su país, Trump lo empuja poco a poco hacia la dictadura: aprovecha las instituciones como le conviene sin respeto ni límites, ordena la ocupación militar de ciudades, bloquea medios de comunicación, exaspera el racismo, la xenofobia, el fundamentalismo cristiano y el terraplanismo. Hay arrestos por rechazar el genocidio israelí en Palestina, mientras que sus rivales del partido Demócrata abandonaron los principios liberales, se desconectaron de los sectores populares y mantienen un silencio cobarde ante el peligro fascista, con la vigorosa excepción de Nueva York.
De tal palo, tales astillas
El maestro Roy Cohn fue un modelo de falsedad: posaba como antisemita a pesar de ser judío, padecía el sida pero se proclamaba enfermo de cáncer hepático y hacía gala de homofobia: aliado con Arquidiócesis de Nueva York, aseguró que «los maestros homosexuales son una grave amenaza para nuestros niños», lo que empujó al presidente Eisenhower a prohibir el ingreso de gays al gobierno porque supuestamente hacían peligrar la seguridad nacional. Entre tanto, Cohn disfrutaba en secreto el sexo con hombres.
El pupilo Trump es también homófobo y misógino de vieja data. Dijo al asumir el poder a comienzos de año: “A partir de hoy, la política oficial del gobierno… será que solo hay dos géneros, masculino y femenino” y había simplificado a la mujer como «alguien que puede tener un bebé en determinadas circunstancias». Además de su amistad escandalosa con el delincuente sexual Jeffrey Epstein (suicidado en prisión), el mandatario ha enfrentado a mujeres que le acusan de agresión, y para muestra un botón: en 2023 fue condenado a pagar cinco millones de dólares por abuso sexual contra la periodista E. Jean Carroll.
(Atención: en la derecha colombiana, todos los aspirantes a la Casa de Nariño que ostentan lujo extravagante, tienen apoyo de mafiosos y se proclaman “amigos de la vida”, también se declaran admiradores de Donald Trump).
Roy Cohn murió de sida en 1986 dejando una inmensa deuda por impuestos. El Estado embargó casi todos sus activos y bienes, con excepción de un juego de mancornas con diamantes falsos que le había regalado su pupilo, el multimillonario Donald Trump.







