Aun después de su muerte, el fotógrafo recupera la historia de un territorio levantado a pulso por campesinos desplazados, mujeres valientes y soñadores que conquistaron su derecho a la ciudad. Hoy se rescata su archivo, un tesoro fotográfico que no solo cuenta historia, sino retrata lucha
Diana Galvis
@Dianag_27g
El patio de la Biblioteca Nacional, se llena de rostros. Fotografías en blanco y negro sostenidas como ventanas al pasado, mujeres que sonríen con las manos llenas de cemento, niños chapaleando en el barro, hombres que alzan vigas con la esperanza de tener algún día su techo. Son imágenes tomadas por Lucio Lara, militante, fotógrafo, cronista visual del pueblo, quien hizo de su cámara una herramienta de lucha.
El proyecto, impulsado por el colectivo Japiqay, Biblioteca Nacional, Dirección de archivos de Derechos Humanos y el Centro Nacional de Memoria Histórica, CNMH, rinde homenaje a este hombre que supo mirar la ciudad desde abajo “Mientras la obra del Museo de Memoria se construye, nosotros decidimos tomarnos el espacio público, porque el espacio público nos pertenece”, dijo Rodrigo Torrejano, asesor del Museo de Memoria, durante el acto de apertura.
La toma
El barrio Nuevo Chile, llamado así en homenaje al proceso revolucionario del presidente Salvador Allende en Chile, ubicado en la localidad de Bosa, nació de una toma de tierras en los años sesenta. Catorce familias desplazadas de Cundinamarca, Tolima y el Huila, decidieron conquistar un pedazo de tierra para vivir.
Aquella invasión, en donde sería el nuevo hogar de muchas familias entre ellas las de Carmen Rosa Minota, Blanca Inés y Alonso Guayabo, quienes con ayuda de la Central Nacional Provivienda, Cenaprov, organización que defendía a las familias sin techo y la Universidad Nacional nacía una esperanza.
“Por invasores, estuvimos cinco días y cinco noches presos”, recuerda Carmen Rosa, con una mezcla de orgullo y satisfacción. En una de las imágenes, se le ve sus ojos desafiando la cámara con su hijo en brazos, en una cárcel de Bosa en 1971.
Detrás de ese gesto, hay una historia que ningún archivo oficial contó, violencia, despojos y hasta muerte de los suyos. Pero siempre dispuestos a defender su pedazo de esperanza como menciona Carmen “Siempre estábamos preparados con palos, piedras y lo que fuera”
Mujeres que levantaron muros y sueños
Las mujeres no son figuras secundarias en esta historia; son las arquitectas de la resistencia.
Las fotos del archivo de Lucio las muestran marchando, cocinando, cargando ladrillos y dialogando con funcionarios. “Había muchas mujeres, más mujeres que hombres. Eran quienes colaboraban ayudándole al maestro”, recuerda Blanca Inés sentada en una banca del parque del Nuevo Chile, con la memoria viva en los ojos.
La fuerza de estas mujeres no solo se expresó en el trabajo físico, sino también en la organización política.
Uno de los episodios más recordados ocurrió cuando un grupo de mujeres se enfrentó a la policía para liberar a un compañero detenido. “Comenzamos a bajarnos los calzones y a mostrar la cola… así libramos al compañero Mario Pérez”, dice Carmen entre risas, evocando recuerdos mientras mostraba el barrio con orgullo en sus ojos. Ese gesto, mitad protesta, mitad burla, quedó como símbolo de una dignidad que ni el miedo pudo doblegar.
El colegio Nuevo Chile, levantado a pulso con el aporte de cien pesos mensuales por familia, es otro de los frutos de esa tenacidad. “Las jóvenes que sabían algo de bachillerato daban clase a los niños para que no se atrasaran”, cuenta Carmen. Así nació una escuela sin Estado, pero con abundancia de comunidad.
La arquitectura de la resistencia
Érika Trujillo, lideresa del Nuevo Chile, y heredera del archivo fotográfico de Lucio, habla de una “arquitectura de la resistencia”, esa que nació de la urgencia y se convirtió en símbolo de permanencia.
“Se inició con unas casas que llamábamos las casas voladoras, que se hacían en palo y en madera para poder moverlas del espacio… no eran permanentes”, recuerda Érika, aquellas primeras estructuras livianas, construidas por si la policía llegaba a desalojar.
Desde la Casa Cultural Nuevo Chile, epicentro de la organización comunitaria, se orientaron las jornadas masivas de donación de materiales. “Desde aquí siempre ha sido el centro de reuniones… desde esta casa se orientó una toma masiva de ladrillos que fueron donados por cada uno de los habitantes”, cuenta observando sonriente la casa de la que ahora es guardiana.
Para ella, el barrio es un testimonio vivo de cómo el desplazamiento forzó al pueblo a construir su propio territorio.
“Fue la necesidad la que nos empoderó dice, un ejercicio de lucha con amor hacia una vivienda digna para nuestros hijos”.
Memoria frente al olvido
La exposición Procesos Tomados no sólo rescata las fotografías de Lucio Lara, sino también rescata el sentido político del derecho a la vivienda. Cada imagen es una disputa simbólica por el derecho a existir, a narrar desde abajo la historia de Bogotá.
Zabier Hernández, director del Semanario Voz, ha advertido también en su intervención de la apertura de la exposición, enfatizando, “estas políticas de “renovación urbana” esconden procesos de limpieza social y desvalorización de la vida popular”.
Los habitantes más antiguos temen perder no solo su vivienda, sino su historia.
“Ya se perdió la mística, dice José Alonso Guayabo, porque la gente se mete en sus cajitas, ya no les interesa estar unidos, y pensar que fueron los que ahora son los abuelos, los que les dimos esto”.
Esa “mística” de la que habla Guayabo es la misma que las fotografías de Lucio Lara buscan mantener viva, el espíritu de comunidad que levantó muros, escuelas y memoria.
El Centro Nacional de Memoria Histórica no solo expone un archivo, sino un modo de entender el país, desde la autogestión, la solidaridad y la resistencia cotidiana. Porque la memoria, como las casas del Nuevo Chile, también se construye a pulso.






