Muy pocos y muy distantes han sido los puntos de encuentro entre las luchas por los derechos LGBTIQA+ y demás luchas sociales. Hoy, Revolución en Rosa le apuesta a la agitación digital y callejera para unir los llamados por la justicia social para todos, todas, y todes
Juan Quintana Lopera
Escribió Audre Lorde, autora autoproclamada “negra, lesbiana, feminista, socialista, madre, guerrera, [y] poeta” en Hermana Otra: “A las personas se les enseña a respetar más su miedo a hablar que al silencio, pero al final el silencio también nos ahogará, así que más vale decir la verdad.” Contra ese silencio impuesto se levanta Revolución en Rosa, un medio de agitación digital y callejera que surgió, sin planearlo, en un encuentro juvenil en Bogotá. Allí se hizo evidente una verdad incómoda: aunque se hablaba de justicia social con enfoque juvenil y territorial, no se mencionaba a las personas sexo-género diversas. Ni su existencia, ni sus luchas.
Fue esa ausencia la que encendió nuestra chispa. Desde entonces —ya casi un año— una docena de personas maricas, trans, tortas, no binaries, cuir, trabajamos colectivamente desde redes sociales, calles, instituciones y comunidades, con dos propósitos: Concientizar al movimiento LGBTIQA+ sobre la necesidad de involucrarse activamente en luchas sociales más allá de lo identitario e impregnar esas luchas sociales con un enfoque diferencial, que reconozca cómo la opresión patriarcal y capitalista nos atraviesa de manera particular.
Lo marica es político, no decorativo
Lo que empezó con la idea de hacer un podcast, hoy es una plataforma con más de 15.000 seguidores. Pero estar a merced de los algoritmos es zarpar sin brújula. Por eso también hemos abierto caminos institucionales y comunitarios para defender nuestros derechos sin despolitizar nuestras voces.
Nuestro trabajo demuestra que no basta con “incluir” lo marica: hay que reconocerlo como político. Como dijo León Zuleta, “no hay libertad política sin libertad sexual.” Nuestra apuesta es clara: las personas sexo-género diversas no deben ser un añadido decorativo en las luchas populares, sino parte viva y activa de ellas. Debemos estar en la defensa de la educación, la tierra, el trabajo, la salud, la paz, la soberanía alimentaria. Con nuestras voces, sí, pero también con nuestra irreverencia, creatividad, rabias dignas, y teatralidades y que hemos desarrollado para resistir y así existir.
Ni mercancía ni adorno liberal
Decimos también con claridad: nuestras identidades no son mercancía, ni marketing rosa para corporaciones, ni disfraz de progresismo para agendas neoliberales. No luchamos para que nos coopte el liberalismo ni para que nos satanice la derecha. Rechazamos que nuestras reivindicaciones sean tratadas como una “moda posmoderna”, cuando en realidad son urgencias históricas de justicia y dignidad.Tampoco aceptamos que se nos reduzca al “tema identitario”. Lo nuestro no es simbólico: está atravesado por la desigualdad, por el patriarcado, por la pobreza, por la exclusión estructural. Nuestra opresión es material. Y nuestras luchas, también.
Por eso alzamos la voz junto a quienes defienden la huelga, la reforma laboral, la soberanía de los pueblos. Y alzamos también la voz contra quienes usan el pinkwashing para justificar genocidios, como el que comete el Estado terrorista de Israel contra el pueblo palestino. No luchamos por una diversidad que blanquee la opresión: luchamos por una libertad que la combata.
Ante el fascismo, unidad con dignidad
Decimos fuerte y claro: nadie es libre hasta que todas, todos y todes—sí, todes—lo seamos. Esa libertad no se logra descartando unas luchas a favor de otras, sino reconociendo cómo se entrelazan. Queremos que con la misma seriedad con que se habla de reforma agraria o justicia tributaria, se hable también de pronombres, de cuerpos no binarios, de infancias trans, de pluma, de expresión de género.No porque sea “moda”, sino porque es ahí donde nos matan, nos silencian y nos expulsan. Y es desde ahí que seguimos resistiendo y creando.
Cuando el fascismo avanza—como siempre lo hace—empezando por señalar a las personas sexo-género diversas como amenazas a la familia o “ideologías perversas”, la salida no es callar ni retroceder. No es sacrificar nuestras luchas por una falsa unidad.
La salida es más unidad, sí, pero con dignidad y sin encasillamiento. Es mirar a la marica, a la trans, al no binarie, a la pluma, al cuir, y decir con convicción: tu lucha es mi lucha. No desde la condescendencia, sino desde el reconocimiento real y el compromiso político.
Revolución en Rosa: una apuesta colectiva
Por eso existe Revolución en Rosa. Para que las luchas sociales dejen de pasar por alto a quienes históricamente nos han invisibilizado, incluso dentro de las izquierdas. Para decir que no aceptamos ser la excepción dentro de una agenda de derechos. Para insistir en que la revolución será marica, cuir, diversa y radical, o no será.
Y por eso también, hacemos un llamado: que no seamos les úniques haciendo este trabajo. Que se multipliquen las voces que luchan desde y con nuestras existencias. Porque si lo que buscamos es una emancipación total, entonces también es necesario mariconear.