Ana Elsa Rojas Rey
En Andrés Carne de Res, al parecer, se sazonan los mejores platos misóginos, sobre todo en noviembre, mes de la no violencia contra las mujeres; allí concurre lo más “selecto” de la sociedad colombiana y seguramente uno de los clientes favoritos es monseñor Procurador, quien se deleita degustando estos platillos que tienen el condimento de la exclusión, a las mujeres que exigen el derecho a elegir la autonomía sobre sus propios cuerpos.

Quizá uno de los gourmets favoritos por estos días de tan ilustres personajes y en “tan seguro y confortable sitio” es hacerle honor al dictador dominicano Leónidas Trujillo, cuando en los años 60 ordenó violar y asesinar a las tres hermanas Miraval, a quienes todos los años, el 25 de noviembre, les rinden homenaje en las calles, rechazando todo tipo de violencia contra de género.
Las mujeres se sienten indignadas y desearían que sitios como estos sean sellados por la mala higiene mental que se practica en cabeza de sus dueños, como es el caso de Andrés Jaramillo, quien además debiera ser juzgado por estar incitando a la violencia contra las mujeres, en momentos en que las agresiones son una verdadera epidemia, pues según el DANE y Bienestar Familiar, en los tres últimos años han sido violadas y asesinadas 721.246 mujeres en el país.
Estas cifras son algo alarmante y nos llevan a concluir que es una violencia social crónica, en la cual las autoridades han naturalizado este tipo de infamias, sin que se tomen las medidas necesarias para detener los crímenes contra la vida y honra de las mujeres.
Triple victimización
La triple victimización de las mujeres por la falta de empleo, ciudades inseguras y las distintas formas de agresión, debe estar puesta en la mesa de negociación de La Habana como reconocimiento, para resarcir el daño causado a las mujeres por la indiferencia del Gobierno mientras invierte millones en la guerra, “para obtener la paz”. Las mujeres son violentadas, sin que las autoridades correspondientes se inmuten, como si no pasara nada.
Es inaudito que el dueño de ese negocio salga cínicamente a decir por los medios de comunicación que la culpable fue la niña violada, porque vestía minifalda. Este hombre es un violador en potencia cuando revictimiza a la víctima y minimiza la acción del machista, que en tan “elegante” sitio perpetró el abuso sexual, pensando que esta acción abominable hacía parte de los platos que posiblemente allí se ofrecen.
En este exclusivo lugar no podía faltar la Policía, que siempre ha estado ligada al poder patriarcal, y por ello su silencio para denunciar el caso a tiempo, antes de que se manipularan las pruebas, como lo deducían distintos medios de comunicación, ¿será que una parte del cuerpo de la Policía también es cliente favorito de Andrés Carne de Res? Ante esta agresión y todas las que suceden a diario, las mujeres profundamente ofendidas reclaman: Ni en la casa, ni en la calle, nada absolutamente nada, justifica la violencia contra las mujeres.