William Orozco, campesino cocalero y líder social caucano, analiza los indicadores oficiales que alertan sobre el aumento exponencial en las áreas sembradas de cultivos de uso ilícito
Óscar Sotelo Ortiz
@oscarsopos
En octubre de 2024, el país conoció las cifras del Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos, SIMCI, de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito. Los indicadores oficiales para el año 2023 revelaron que en el país existen cerca de 253 mil hectáreas de cultivos de coca.
Este aumento exponencial del 10 por ciento en el área sembrada de coca y un potencial de producción de 2.664 toneladas de cocaína, encendieron las alarmas de las autoridades que vienen implementando la nueva política de drogas enfocada en frenar la erradicación forzada y concentrarse en las incautaciones para combatir el narcotráfico.
Según el informe, Nariño y Cauca siguen siendo los departamentos con más cultivos de coca en el país, mientras que casi la mitad del sembrado ilícito se encuentra en zonas de manejo especial como Parques Naturales (cuatro por ciento), resguardos indígenas (10 por ciento), reservas forestales (14 por ciento) y tierras de comunidades afrocolombianas (20 por ciento).
Invertir en el campo
Frente a esta situación, es un común denominador que las voces cocaleras no sean escuchadas. “Eso lleva a un discurso equivocado creado por las mismas instituciones. Han dicho que los campesinos somos obligados a sembrar coca o marihuana, pero esto no es cierto”, dice William Orozco, líder campesino de la Coordinadora Nacional de Cultivadores de Coca, Marihuana y Amapola, Coccam.
Orozco es oriundo de Cajibío, Cauca. Hijo del bravo campesinado que trabaja la tierra en esta región, creció y se formó en el campo: “Yo no nací sembrando coca. Nosotros antes cultivábamos caña, café y plátano. Pero la situación era compleja. Mientras los intermediarios recogían las cosechas prácticamente regaladas, los productos transformados como la panela y el café tenían que ser sacados a lomo de caballo desde la vereda hasta el mercado. Pero cuando llegó la coca, empezaron a comprarla directamente en la finca. Ellos mismos se la llevaban”.
Para Orozco, que en el campo se haya dejado de producir alimentos por coca, es responsabilidad de los gobiernos nacionales y extranjeros, y no del campesinado. Y aunque reconoce que la fórmula para resolver el problema parece difícil, en realidad es más sencilla de lo que se cree.
“En un consejo territorial que hubo en Popayán, yo les dije a las ministras de Agricultura y de Justicia, así como a la Dirección de Sustitución de Cultivos de Uso Ilícito, que la verdadera asfixia para el narcotraficante es que el Gobierno le invierta al campo. Cuando se le generen oportunidades al campesino y la campesina, automáticamente la coca va salir de los territorios”.
Con este argumento el líder cocalero interpela los puntos estratégicos de la nueva política antidrogas, que se focaliza en “asfixiar” los nodos estratégicos del sistema criminal narcotraficante, mientras que habla de “oxigeno” para los territorios, comunidades y personas que se ven afectadas por los mercados de las drogas ilegales.
Acuerdo de Paz
Según William Orozco, quien además es dirigente social del Proceso de Unidad Popular del Suroccidente Colombiano, Pupsoc, la solución al aumento de los cultivos de uso ilícito es transformar las economías y los territorios. Para ello se necesita además de la necesaria voluntad política del Gobierno, la recuperación de confianza entre las instituciones con las comunidades cocaleras.
El líder se refiere específicamente al fracaso que significó la implementación del punto cuatro del Acuerdo de Paz, ‘solución al problema de las drogas ilícitas’, que en su criterio falló desde el mismo diseño.
“Gracias a nuestra credibilidad con las comunidades le hicimos pedagogía al Acuerdo de Paz. En su momento la gran mayoría de cultivadores y cultivadoras le apostaron al tema de la sustitución. Acá en el Cauca, en todos los municipios, se logró tener grandes asambleas que tenían una gran disposición de avanzar con el tema”, comenta Orozco.
Incluso, recuerda el líder cocalero, fueron las mismas comunidades las que exigieron oficializar los acuerdos colectivos, que en su momento la institucionalidad se negó en firmar: “El gobierno de Santos nunca lo hizo. Eso sí, acordó erradicar sembrados con algunas personas de manera individual y lo más complejo es que a esas pocas familias les incumplió. Hoy la Dirección de Sustitución de Cultivos hace malabarismo para responderle a la gente, pero esos pequeños esfuerzos no van a resolver estructuralmente el problema”.
No obstante, el líder cocalero insiste que la erradicación forzada tampoco es la solución. En ese argumento coincide con las cifras del Ministerio de Justicia, que exponen como entre 1993 y 2023 se erradicaron casi tres millones de hectáreas, sin que esto represente una verdadera solución al problema de las drogas ilícitas.
El Cauca en disputa
No es gratuito que el departamento del Cauca sea uno de los territorios con más sembrados de cultivos de coca y marihuana, y al mismo tiempo sea una de las regiones donde más se ha intensificado el conflicto armado.
Sin embargo, Orozco invita a una apertura de reflexiones para tratar de entender la situación: “Desafortunadamente se ha categorizado al Cauca como un departamento violento, incluso antes de la bonanza cocalera. El caso de Cajibío es un ejemplo. En el año 2000 no había coca, pero ya era un municipio declarado como zona roja”.
Con esto, Orozco no quiere minimizar el impacto que tiene el problema de los cultivos de uso ilícito y el narcotráfico, sino ampliar el marco de análisis sobre el Cauca como territorio geoestratégico, con importantes fuentes hídricas y auríferas, despertando los intereses de poderosas empresas trasnacionales.
“El Cauca es un departamento estratégico para Colombia. En últimas se puede interpretar que se hace mucho énfasis en la economía de la coca, mientras al mismo tiempo van andando megaproyectos que buscan despoblar el territorio. Como comunidades campesinas nos oponemos a estos proyectos con unidad, organización y lucha popular”, finaliza William.