miércoles, julio 23, 2025
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El PCC ha sembrado revolución y poder popular

El Partido Comunista fue creado con la firme convicción de que los cambios sociales que demanda Colombia para superar el atraso y las injusticias solo podían lograrse con una revolución contra el capital, encabezada por la clase obrera y el campesinado, que depusiera el régimen de la burguesía y terratenientes entreguista, para construir un nuevo país, soberano que aboliera toda forma de propiedad privada

Comité Ejecutivo Central – CEC

Antes 600 personas ─entre militantes, simpatizantes, aliados y amigos de la izquierda y el progresismo, del sindicalismo y el movimiento social y popular─, el PCC celebró y reafirmó su vocación de gobierno y poder, al lado del pueblo.

La secretaria general Claudia Flórez, a nombre del CEC, leyó un texto que establece en una línea histórica que explica por qué hemos llegado hasta a este proceso de cambios y reformas, con un programa y una línea política revolucionaria que nos permite hoy asumir los retos que hemos decidido asumir. Publicamos algunos de los apartes del documento central.

Significado fundacional del PSR

La secretaria parte del estado de las luchas del momento. “El nuevo Partido Comunista de 1930 fue un acto en el que tomaba forma el optimismo de la voluntad. Las clases populares se encontraban en una difícil situación. Luego del auge de las luchas populares a principios de la década de 1920, el Estado agudizó la represión y, entre 1927 y 1928, el proletariado sufrió sendas derrotas durante las huelgas de Barrancabermeja y Ciénaga, donde el conflicto se saldó trágicamente cuando el Ejército colombiano masacró a un número indeterminado de trabajadores explotados por la norteamericana United Fruit Company”.

Estas derrotas precipitaron la crisis de la principal organización política popular de ese entonces, el Partido Comunista: sus principales líderes fueron encarcelados, se exiliaron o tuvieron que dejar la vida pública para evitar la persecución.

Así pues, aunque las luchas sociales encabezadas por curtidos líderes obreristas como María Cano, Ignacio Torres y Tomás Uribe Márquez, contribuyeron decisivamente a la ruptura del régimen autoritario y teocrático establecido por los conservadores desde 1884, los socialistas revolucionarios no pudieron capitalizar el resultado de abnegado trabajo.

Los liberales vencieron en las elecciones presidenciales de 1930, y aunque iniciarían una serie de reformas tendientes a una modernización necesaria en el país, también trabajarían para apuntalar el desarrollo del capitalismo y los intereses del imperialismo norteamericano.

Los primeros experimentos organizativos condujeron a la creación del Partido Socialista en 1919. Este entró en crisis en 1922 cuando comprometió su autonomía sumándose sin más a la campaña presidencial del candidato liberal Benjamín Herrera, y dio paso a una organización obrera inspirada en los principios anarcosindicalistas.

Pero en 1926 los grupos que creían en la necesidad de la organización política proletaria crearon una nueva estructura, el Partido Socialista Revolucionario, PSR, donde confluyeron los sectores más avanzados de la clase obrera, los indígenas, encabezados por Quintín Lame y el aún más radical José Gonzalo Sánchez, y el campesinado que luchaba abiertamente contra los terratenientes por la tierra.

El PSR fue entonces un nuevo esfuerzo para construir un partido revolucionario de la clase obrera, pero más importante aún, fue el primer paso en firme que se dio en Colombia para conectar a las organizaciones nacionales con el movimiento obrero internacional clasista surgido de la Revolución Rusa.

Sin embargo, este partido enfrentó muchas dificultades: tuvo que hacer frente a un régimen conservador que se hizo más violento y autoritario como respuesta a la creciente movilización social; contó con muchas contradicciones ideológicas y no logró separarse de todas las viejas prácticas bipartidistas.

Además, contó en sus filas con figuras que provenían del liberalismo y que llegaron a la organización solo para aprovechar el prestigio de los líderes sociales en su lucha contra el conservatismo, pero tan pronto los liberales retomaron el poder, retornaron rápidamente al liberalismo para ocupar cargos en el Estado.

Una nueva clase social, el proletariado

Con la creación del PCC se recogió toda la tradición de luchas populares que habían sacudido al país desde principios del siglo XX, acumulada en diversas experiencias, desde las estructuras socialistas hasta las organizaciones sindicales formadas por el proletariado para encarar la acción reivindicativa.

El PCC nace entonces como expresión del surgimiento de una nueva clase social, el proletariado, y desde un principio el Partido puso en marcha la idea fundamental de Lenin: la clase obrera solo puede avanzar hacia la revolución construyendo una alianza con el proletariado. La fundación del PCC es a su vez la materialización del internacionalismo proletario. Con el nuevo Partido obrero se trazó claramente el camino para construir una sociedad soberana, próspera y para el pueblo trabajador.

Desde aquel 17 de julio de 1930 se trazó un objetivo que hoy sigue marcando el horizonte del partido: la lucha por una revolución proletaria, que abola las formas de explotación humana, antimperialista, que libere al campesinado desposeído y les otorgue autodeterminación a los pueblos indígenas. Pero este objetivo final no impedía en ningún caso la lucha por reivindicaciones que pudieran mejorar las condiciones inmediatas del pueblo trabajador y que, a su vez, fueran sumándose para irle abriendo paso a la revolución.

Por aquel entonces se suman problemas vigentes en el momento: la consecución de derechos políticos para la mujer, la garantía de una jornada laboral de 8 horas, las regulaciones en el mundo del trabajo con especial énfasis en las trabajadoras y la explotación infantil, la redistribución de la tierra para beneficiar al pequeño campesinado y los jornaleros agrícolas, la devolución de las tierras comunales a los indígenas y la instauración de una sociedad secular.

Así, con la declaración programática del pleno de julio de 1930, el PCC asumió que la lucha por la revolución no excluía la lucha por reformas, más en un país como Colombia, donde existe un régimen político muy cerrado que en muchos casos impide el ejercicio de garantías democráticas mínimas, y el cual ha permitido el establecimiento de un sistema de privilegios sociales para una minoría que ha conllevado el desarrollo de profundas desigualdades hasta la actualidad.

La conciencia sobre este problema ha marcado la trayectoria del PCC hasta hoy; por eso, mientras sigue trabajando por la revolución, se ha imbricado en la lucha por la paz, las garantías laborales y la reforma agraria, la superación de las brechas de género, aspectos que hoy defendemos desde el Pacto Histórico.

PCC desafía al bipartidismo

La creación del PCC fue un desafío abierto al bipartidismo, pero no solo porque este se constituía en una alternativa al liberalismo y el conservatismo, sino porque era una alternativa que sigue enarbolando una verdadera democracia. Los partidos tradicionales eran, y siguen siendo, dirigidos por la oligarquía, donde se cuentan los grandes capitalistas, los financistas y los terratenientes.

Las bases de los partidos tradicionales solo cuentan como votantes en la disputa electoral, pero no tienen incidencia en las decisiones sobre la vida y dirección de las organizaciones, por lo que ni liberales, ni conservadores son representativos de sectores sociales diferentes a las élites.

El PCC es una creación misma de la clase obrera y el campesinado, creando una dirección colectiva en donde toda la militancia incide sobre el curso de la organización. Además, mientras muchos liderazgos políticos que intentaron crecer al margen del bipartidismo finalmente tuvieron que ceder ante los partidos tradicionales, el PCC, 95 años después de fundación, sigue manteniendo la independencia de clase, desafiando el cerrado sistema político nacional, que si bien hoy no es hegemonizado únicamente por liberales y conservadores, sigue estando a la medida de los intereses oligárquicos.

Pero este logro no ha sido fácil, el PCC ha tenido que afrontar la persecución y la represión, lo que le ha costado incluso la vida de una parte importante de su militancia. Esta larga trayectoria es el resultado tanto de la abnegación en la lucha como de la conciencia revolucionaria. La conclusión de estos 95 años de vida puede sintetizarse en la lucha por la unidad.

A lo largo de casi un siglo de historia, el PCC, bajo la convicción de que las inequidades, el autoritarismo y el atraso solo pueden superarse definitivamente con una revolución proletaria, ha contribuido con un trabajo incansable a la organización de la clase obrera y todas las demás clases populares, aquellas que viven de su propio trabajo, que no explotan el trabajo ajeno.

Los comunistas impulsamos la creación de la central única, la CTC, que consiguió muchas de las garantías laborales que hoy el neoliberalismo ha reversado y que el gobierno de Petro intenta recuperar; apostó todo por la reconstrucción clasista y unitaria del movimiento obrero con la CSTC y cofundado la CUT; se enfrentó contra la violencia bipartidista y las dictaduras de mediados de siglo, impulsando la autodefensa de masas, una política en la que se confluyó con campesinos liberales y conservadores; aportó a la construcción del movimiento estudiantil, que sigue en la defensa de la educación como un derecho universal; ha construido el movimiento de mujeres que tuvo como bandera inicial la lucha antifascista, por los derechos políticos y la paz, en el cual se destacaron figuras como Mercedes Abadía, Ismenia Silva de Mújica, Yira Castro, Blanca Villamil.

Además, impulsó un vigoroso movimiento popular viviendista, que le dio vivienda a miles de familias a lo largo ancho del país ocupando tierra y construyendo casas sin la intermediación bancaria, en una tradición que inició el inmolado Julio Rincón, continuada por las comunistas del Policarpa y el líder barrial Mario Upegui.

Y como sustento para todas estas luchas, el PCC ha sido artífice de la unidad política de la izquierda, los sectores democráticos y alternativos. La realidad nacional, así como la experiencia internacional en la lucha antifascista, le mostraron al Partido la necesidad de construir alianzas, las cuales fueron fundamentales para avanzar hacia la central obrera única, y en la defensa de las reformas del gobierno del liberal moderado Alfonso López, que podían redundar en conquistas obreras y campesinas, así como en una pequeña democratización del Estado.

La construcción de la unidad ha sido también un reto, implicaba ceder sin arriesgar la identidad revolucionaria del Partido, un equilibrio que no siempre era fácil de encontrar. En la década de 1940, la búsqueda de la unidad con sectores del liberalismo puso en entredicho el carácter de partido de nuevo tipo, y se abandonó la visión revolucionaria por un proyecto que priorizaba las reformas como el camino para superar el capitalismo, entregándole toda la iniciativa política a la oligarquía del partido liberal.

Cuando los comunistas finalmente saldaron el debate, se precipitó la violencia y el levantamiento popular del 9 de abril de 1948: la organización no estaba preparada y no hubo oportunidad de aprovechar la coyuntura revolucionaria causada tras el asesinato de Gaitán.

Sin embargo, los problemas no han impedido que se avance en la unidad. El PCC pudo encontrar confluencias con sectores democráticos en su lucha contra las dictaduras conservadoras de la década de 1950; en la década de 1960 conformó un frente de oposición al régimen de democracia restringida del Frente Nacional junto con sectores descontentos de los partidos tradicionales; en 1970 impulsó la gran iniciativa de unidad de las izquierdas de la Unión Nacional de Oposición; confluyó con liberales y conservadores demócratas, así como con anarquistas, en la denuncia de las violaciones de derechos humanos cometidas por el gobierno de Turbay Ayala y su criminal estatuto de seguridad, que causó más desaparecidos que los siete de años de dictadura de Pinochet en Chile.

En la década de 1980 fue uno de los impulsores de la Unión Patriótica, el partido político surgido en medio de las negociaciones de paz entre las FARC y el gobierno de Belisario Betancurt; la UP fue víctima de un exterminio sistemático ejecutado por fuerzas paraestatales, pero el PCC no retrocedió en la lucha por la paz y la apertura democrática, y nuevamente impulsó un nuevo proyecto de unidad de las izquierdas, el Frente Social y Político, desde donde se terminó dando forma al Polo Democrático Alternativo, el principal opositor al régimen uribista.

En los últimos diez años se ha configurado un nuevo escenario en Colombia. La consumación del proceso de paz de La Habana precipitó una leve apertura democrática que dio pie a un nuevo momento de la movilización social, que llegó a su máximo auge durante el paro nacional de 2021, un levantamiento popular contra la profundización del ajuste neoliberal decretado por Iván Duque.

En medio de esta coyuntura, el PCC vertió toda su experiencia en la construcción de la unidad para constituir una nueva coalición con sectores de izquierdas y progresistas, que encauzara las fuerzas desatadas en la movilización social, hoy el Pacto Histórico, PH, coalición que permitió una inédita victoria electoral para las fuerzas populares y alternativas del país.

El gobierno del PH representa la posibilidad de cambios que mitiguen el destructivo impacto social y ambiental del neoliberalismo, y que ha puesto en marcha históricas reivindicaciones del pueblo colombiano, como la reforma agraria, la reforma laboral, la reforma pensional y la paz, principalmente. Pero es claro que esta perspectiva es una amenaza para la burguesía y las corruptas élites políticas, que viven de las migajas que les dejan los capitales trasnacionales.

Este gobierno ha despertado una enorme esperanza de cambio en las mayorías del país, y también un profundo desprecio por parte de las élites económicas y políticas que se han visto desplazadas del poder. Hemos tenido que enfrentar a una poderosa máquina que busca por todos los medios el fracaso de nuestro proyecto.

El bloqueo institucional, guerra jurídica, tentativas de golpe de Estado, manipulación de la información, entre otras estrategias, tienen el único propósito de desestabilizar al país para que puedan recuperar sus privilegios económicos y políticos. ¡Pero ha fracasado!

Es importante que tengamos en cuenta los logros. No podemos dejar que la derecha y sus medios hegemónicos de información ganen el relato cuando afirman que nuestro Gobierno ha sido una desilusión, que no tiene resultados. Falso.

Tiene importantes logros en reducción de pobreza, desarrollo económico, biodiversidad, entre otros temas.

En 2024, sacamos a 2.5 millones de personas del hambre, mientras que salieron de la pobreza monetaria 1.6 millones de personas y 1.1 millones de personas ya no están en la pobreza extrema. Esto nos dice que estamos decididos en reducir la desigualdad social.

Pero también la economía viene creciendo bajo un enfoque heterodoxo. Este Gobierno ha desmontado el mito neoliberal que decía que un aumento favorable del salario mínimo para la clase trabajadora significaría inflación y pérdida de puestos de trabajo. Según el Dane, para mayo de 2025, la tasa de desempleo en el país es de 9 %, la más baja en décadas. Y estas cifras oficiales también nos dicen que la inflación está sobre el 4,82 %, lo cual es el nivel más bajo desde octubre de 2021. En otras palabras, salarios dignos para el pueblo trabajador solo significan dignidad y prosperidad económica.

En este punto, resalto el papel del PCC y de Gloria Inés Ramírez Ríos como Ministra del Trabajo, su balance nos entrega la Ley de Pensiones y gran parte de la reforma laboral (Ley 2466), cuyo logro es la dignificación de grupos históricamente vulnerables ya que reconoce y protege derechos fundamentales de trabajadores marginados: aprendices del SENA (310,000+ con salario y prestaciones), estudiantes de medicina (11,000 con salario mínimo en internados), madres comunitarias, trabajadores del PAE y repartidores de plataformas, garantizándoles seguridad social y beneficios laborales.

También potencia y moderniza ante la nuevas realidades laborales, dando respuesta a la economía digital al regular el trabajo en plataformas, reconociendo tanto relaciones laborales dependientes como autónomas. El fomento de la formalización y estabilidad laboral, el refuerzo de la protección salarial y horaria: establece compensaciones justas por trabajo en condiciones especiales: recargo nocturno del 35 % y un camino gradual hacia el pago del 100 % por trabajo dominical/festivo alcanzándolo en 2027. Avance en equidad y conciliación vida-trabajo:

Introduce medidas progresistas como la flexibilidad de jornada para trabajadores con responsabilidades familiares de cuidado, contribuyendo a una mayor igualdad de género y bienestar integral de las familias trabajadoras. entre otras. Con la aprobación de estas dos reformas, estamos golpeando el corazón del neoliberalismo. Pusimos nuestra organización, su inteligencia, su historia, su proceso social y sus bases, para que hoy podamos cumplirle al presidente Gustavo Petro, pero fundamentalmente al pueblo colombiano. Nos queda una batalla, donde no vacilaremos por construir un sistema donde la salud sea un derecho y no un negocio para las EPS.

Pero además, camaradas, el crecimiento económico del primer trimestre de 2025 fue del 2,7 %. Y esto es positivo, considerando lo volátil en que se encuentran las economías del Sur Global, resultados que se dan pese a la negativa de la Corte Constitucional en aprobar puntos estratégicos de la reforma tributaria y del Congreso en sacar adelante la necesaria Ley de Financiamiento.

Estamos orgullosos porque nuestro gobierno ha corregido la irresponsabilidad macroeconómica de la derecha, al tiempo que mantiene una ambiciosa política social para resolver las históricas desigualdades.

También es significativo hacer una mención especial a la reforma agraria. Valoramos positivamente la voluntad política del gobierno en trabajar sobre este punto estratégico y cerrar una deuda histórica con nuestro campesinado.

El nuevo Pacto de Chicoral, también llamado el Pacto por la Tierra y la Vida, que promovió exitosamente nuestra ministra de Agricultura, Martha Carvajalino, debe ser nuestra hoja de ruta para construir desde las instituciones, pero fundamentalmente desde nuestras organizaciones campesinas, las nuevas políticas que redistribuyan la tierra, democraticen el campo y transformen productivamente el mundo rural, siempre en beneficio del campesinado.

Camaradas, pero también debemos ser autocríticos. Si bien nuestro gobierno ha redistribuido más de 440 mil hectáreas de tierra productiva a campesinos humildes, al mismo tiempo que ha formalizado más de 1,2 millones de hectáreas, debemos ser conscientes que nos quedamos cortos en la meta de tres millones de hectáreas para redistribuir. Por lo tanto, en un nuevo gobierno progresista y de izquierdas la reforma agraria debe ser, SÍ o SÍ, una prioridad.

Camaradas, el tercer punto que quiero anotar es sobre las reformas sociales. Y en este es fundamental que asumamos con orgullo, pero también con humildad. Hoy, en los 95 años de nuestra fundación, podemos decirle al país que hemos cumplido. Sobre nuestra responsabilidad, de nuestra ministra Gloria Inés y un equipo de militantes comprometidos, sacamos adelante dos de las tres reformas sociales más importantes de nuestro Programa de Gobierno.

Y no es un hecho menor. La reforma pensional asegura una vejez digna para múltiples generaciones, donde cerca de tres millones de adultos mayores se verán beneficiados una vez se aplique, y la laboral que recupera derechos fundamentales para la clase trabajadora.

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