Francisco González
Campesinos de muchas veredas asentados en comunidades abandonadas por el estado colombiano se encuentran preocupados por la presencia de personas que llegan preguntando por tierras para comprarlas y desarrollar proyectos de siembra de palma. Esta preocupación la hacen como denuncia porque no hay un control para la siembra de palma aceitera en el municipio de San Pablo; son cerca de diez mil hectáreas sembradas y existen unos viveros o semilleros que hacen pensar que no tiene fin la siembra de este monocultivo.
Para las comunidades rurales no hay apoyo de la administración municipal donde se den alternativas de producción distintas a este cultivo. Peligran comunidades como La Esmeralda, Aguasucia a que se extiendan este monocultivo y se va a sufrir como lo que está sucediendo en el corregimiento del Carmen del Cucú, vereda Caño Barbú, vereda Boca de las Pavas, vereda El Socorro, corregimiento de Cañabraval Bajo, entre otras, donde se ha visto que los campesinos no disponen de tierras para sembrar pancoger; daño al ecosistema con el arrasamiento de humedales, caños, quebradas; mano de obra barata sin garantías de seguridad social; entre otros problemas generados.
Existen dos plantas procesadoras de aceite de palma en el municipio, que según parece no cumplen con las licencias ambientales requeridas, y sólo pagan unos impuestos que no son reinvertidos en la protección del medio ambiente.
Entre tanto, se siguen ofreciendo dineros, comprando tierras para mantener este monocultivo a mansalva.
En el invierno pasado con la ola invernal llegaron unos créditos bancarios a campesinos, donde muchos tuvieron acceso, pero que hoy están “colgados” con las cuotas, precisamente llegan comprando tierras porque saben que hay venta.
Hoy hay nuevamente 80 cupos a San Pablo para créditos bancarios, donde van asegurar que se sigan ofertando tierras, aumentando el desplazamiento de comunidades rurales gota a gota.
