La elección del papa Francisco revitalizó a una Iglesia lejana, la acercó a los excluidos y promovió reformas en temas de abusos, género y participación femenina. Sin romper con la tradición, su liderazgo apostó por la inclusión y la misericordia, en un contexto en que la fe institucional enfrenta un creciente desafío de legitimidad
Anna Margoliner
@marxoliner
Tras la renuncia de Benedicto XVI, la elección de Jorge Bergoglio como papa Francisco dio un aire renovado a una Iglesia considerada por muchos como obsoleta, especialmente hacia sus creyentes “minoritarios”. Su pontificado ha buscado acercar a los excluidos, como se evidenció en el funeral de su predecesor, donde el gesto de “los últimos serán los primeros” cobró una nueva dimensión para mujeres trans, pobres y migrantes, históricamente aislados de la comunidad eclesial.
Francisco abordó temas controvertidos que han generado tanto apoyo como críticas. Respecto a los abusos sexuales, los calificó como “crímenes repugnantes” y, mediante el Motu Proprio Vos estis lux mundi, estableció la obligación de reportar los casos a las autoridades civiles. Sin embargo, persisten críticas que consideran insuficientes las reformas implementadas.
Enfoque diferencial
En materia de género, el papa introdujo cambios significativos. En 2023, a través de la declaración Fiducia Supplicans, se permitió la bendición a parejas en situaciones irregulares, incluidas las uniones homosexuales, siempre que no se confunda con el matrimonio sacramental.
Esta apertura, sin modificar la doctrina sobre el matrimonio, fue un avance en el reconocimiento pastoral. Sobre las ideologías de género, ha sido crítico, considerando que niegan la diferencia sexual natural, como expresó en la encíclica Amoris Laetitia (2016).
Sin embargo, Francisco también ha enfatizado el respeto hacia las personas LGBTQ+, como lo dejó claro en un diálogo con jóvenes donde afirmó que “Dios no rechaza a nadie” y que su deber es recibir a todas las personas, sin cerrar las puertas de la Iglesia.
Respecto al aborto, Francisco mantuvo una postura firme en contra, calificándolo como un “homicidio” y comparándolo en 2022 con “contratar un sicario”. No obstante, insistió en promover la misericordia hacia las mujeres que enfrentan situaciones difíciles, manteniendo el enfoque pastoral de acompañamiento.
Mujeres y vaticano
El rol de las mujeres en la Iglesia ha sido uno de los ejes de su pontificado. Aunque mantiene la exclusión del sacerdocio femenino, ha abierto espacios para su participación en instancias de liderazgo. En 2021, mediante el Motu Proprio Spiritus Domini, permitió que las mujeres fueran instituidas formalmente como lectoras y acólitas, roles que anteriormente eran exclusivos de hombres. En 2023, nombró a nueve mujeres en el Dicasterio para los Obispos, un órgano clave en la selección de líderes eclesiásticos.
Sobre el diaconado femenino, en 2016, creó una comisión para estudiar su existencia en la Iglesia primitiva. Aunque los resultados de 2019 no derivaron en cambios concretos, el papa subrayó que necesitaba un mayor proceso de discernimiento, enmarcado en la lógica de la sinodalidad.
Francisco también defendió los derechos sociales de las mujeres. En 2020, condenó la violencia de género, calificándola de “flagelo mundial” y, en 2021, durante un discurso a la Unión Internacional de Mujeres Católicas, criticó la brecha salarial, afirmando que “la mujer es imprescindible en la sociedad”.
La presencia femenina en la Curia se ha fortalecido con nombramientos históricos. Destacan Sor Alessandra Smerilli, economista designada en 2021 al Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, y Nathalie Becquart, quien en 2023 se convirtió en la primera mujer con derecho a voto en el Sínodo de los Obispos.
Finalmente, el papa impulsó acciones en favor de las madres y mujeres en situación de pobreza, apoyando programas contra la trata de personas como los de la fundación Talitha Kum y promoviendo políticas para facilitar el acceso de mujeres vulnerables a la educación y el empleo, tal como lo expone en su encíclica Fratelli Tutti en el 2020.
El cambio esperado
No se podía esperar que en algo más de una década la Iglesia cambiará su pensamiento conservador y patriarcal, mucho menos que Francisco se hubiera arriesgado a crear un posible cisma dentro de una institución que si bien conserva bastante poder, también se encuentra en decadencia. Sin embargo, su voz coherente demostró que el sentido humano va más allá de una creencia específica y trasciende las diferencias.
La fe no existe sin la duda. Si las certezas fueran definitivas e incorruptibles, el ser humano no tendría la necesidad de creer en un Dios todopoderoso o en la utopía misma. Precisamente, el poder de la Iglesia Católica se ha sustentado durante miles de años en la capacidad de mantenerse vigente dentro del poder político, a través de su legitimidad en la sociedad como vía hacia ese Dios que da certezas.
Sin embargo, el contrapeso que han hecho históricamente los humanistas desde la teoría filosófica creció radicalmente en el siglo XX, al punto de desligar en buena medida la arraigada cultura católica de nuestra sociedad en las nuevas generaciones. La falta de fe en una Iglesia que se siente lejana a las necesidades de la cotidianidad y del sujeto contemporáneo encuentra respuesta en la consolidación de los movimientos populares que brindan un camino certero y tangente.