Las protestas del mes de julio, en más de cien ciudades norteamericanas, rechazando un fallo que absolvió al asesino de un joven negro, pone de nuevo sobre el tapete el crucial tema de las injusticias contra las minorías raciales

Alberto Acevedo
No es cierto, como lo pronosticaron algunos analistas, que con la llegada de Obama a la presidencia de los Estados Unidos, se iba a pasar la página de la brutal historia del racismo y se iba a inaugurar, definitivamente, la era de las plenas garantías ciudadanas, y de la inclusión social, que tomara en cuenta los intereses de las minorías étnicas de ese país.
Las multitudinarias manifestaciones que en la primera semana de julio se presentaron con mucha fuerza en un centenar de ciudades norteamericanas, rechazando los términos del fallo de un jurado de conciencia, integrado por seis mujeres blancas, en el que se absolvió a un vigilante que asesinó a un joven negro, ponen en evidencia que el tema de la discriminación racial sigue siendo una herida abierta en la sociedad norteamericana.
A consideración del jurado se presentaron los hechos ocurridos en febrero de 2012 en un barrio de clase alta de Sanford, Florida, donde el joven afrodescendiente Trayvon Martin, de 17 años de edad, fue asesinado a tiros por el vigilante George Zimmerman, que hacía rondas en el sector.
Zimmerman, de 29 años, reportó después que había sido atacado por el muchacho de color y que por consiguiente actuó en defensa propia. Sin embargo, en la reconstrucción de los hechos se estableció que el joven negro estaba desarmado y minutos antes de su muerte había llamado por teléfono a su novia, comunicándole que estaba siendo objeto de hostigamientos por parte del vigilante.
Sospechoso
El vigilante tiene antecedentes de poseer un carácter agresivo y actitudes de rechazo a la población de color. De hecho admitió que hacía seguimientos a Martin, después de salir de una tienda del barrio, por la doble circunstancia de portar una sudadera con una gorra que le cubría la cabeza, y porque se le hacía sospechoso que un negro anduviera por las calles de un barrio de ricos.
A pesar de no tener soporte jurídico una eventual pelea entre un vigilante armado y un muchacho de 17 años desarmado, la policía liberó a Zimmerman, sin formularle cargos criminales. Fue la reacción de la ciudadanía, que en manifestaciones sucesivas denunció hechos de violencia racial, la que hizo que el vigilante fuera recapturado para que respondiera por cargos criminales, uno por homicidio en segundo grado, y otro por homicidio doloso.
Activistas de derechos humanos, que han coordinado las recientes protestas en Estados Unidos, han dicho que el problema del racismo es un lastre que la nación norteamericana no ha sido capaz de superar. Existe allí un régimen legal que criminaliza y margina a la población de color.
Justicia racial
Los prejuicios raciales de Zimmerman son los mismos de una buena parte de la población de ese país. Ser negro es sospechoso de ser criminal. Las personas de color son las más vigiladas, encarceladas y condenadas, en no pocos casos hasta la pena de muerte. Estadísticas del régimen penitenciario indican que uno de cada tres hombres puede ir a la cárcel en Estados Unidos. Pero los negros y los latinos son tres veces más propensos a requisas e interrogatorios en vías y retenes, por parte de las autoridades.
Las denominadas minorías étnicas norteamericanas son cuatro veces más propensas a experimentar el uso de la fuerza por parte de la policía. Solamente en 2012 se produjeron 313 ‘falsos positivos’ (ejecuciones extrajudiciales) por parte de la policía, en los que las víctimas mortales fueron ciudadanos negros, según reporte de la ONG Malcolm X Grassroots Movement.
En Estados Unidos, unas 30 mil personas son asesinadas cada año por violencia asociada al porte de armas, y de ellas, el 67 por ciento son personas de color. En el año 2009, uno de cada 10 negros estaba en prisión, mientras en el caso de los hispanos, la proporción es de uno por cada 25. La tasa de encarcelamientos de negros no hispanos es seis veces mayor que la de blancos no hispanos. En fin, la población negra en Estados Unidos es del 12 por ciento, pero la población negra bajo prisión es del 40 por ciento.
Democracia imperfecta
Esta actitud criminalizante no obedece sólo a unas estructuras ancestrales en la sociedad norteamericana. Bajo el gobierno de Obama, el primer presidente negro en la historia de ese país, y además Premio Nobel de Paz, la población negra ha padecido el mayor índice de desempleo (entre 12 y 15 por ciento), el doble de la población blanca. Y este es un factor necesariamente asociado a la pobreza y la marginalidad.
Resulta paradójico que la nueva ola de protesta ciudadana a raíz de un nuevo hecho de criminalización y discriminación contra un ciudadano negro norteamericano se produzca a 150 años de la proclamación de la Emancipación, realizada por Abraham Lincoln, que liberó de la esclavitud a casi cuatro millones de afrodescendientes y proclamó que nunca más un ser humano arrastraría cadenas en sus manos en esa nación.
La muerte del joven Trayvon Martin ha reabierto el debate y le habla al mundo que la violencia racial, la exclusión social y las injusticias contra la población de color, siguen latentes en la nación que se proclama como la mayor y más perfecta democracia sobre la tierra.