Jaime Cedano Roldan
“Por el campo tranquilo de septiembre, del álamo amarillo alguna hoja, como una estrella rota, girando al suelo viene”. Cantaba el poeta sevillano Luis Cernuda, nacido el 21 de septiembre de 1902. La historia parece contradecir al poeta. Septiembre sería también mes de traiciones, golpes de estado y tragedias.
Recordábamos el aniversario del nocturno asalto septiembre de 1828 al Palacio de San Carlos, cuando sectores conservadores y de la rancia oligarquía granadina que se oponían a los proyectos integracionistas y soberanos del Libertador, intentaron asesinarlo entrando a sangre y fuego a la casa presidencial. No consiguieron su objetivo gracias a la valentía de Manuela Sáenz, pero sembraron en el alma de Bolívar la infinita tristeza que lo llevaría tiempo después a morir solo y abandonado, esperando tomar en Santa Marta un barco que lo llevara a un incierto exilio.
Recordamos también, otros trágicos septiembres, como el golpe fascista contra el gobierno de la Unidad Popular en Chile, que dejó los pasillos de la Moneda regados con la generosa sangre de Salvador Allende, y que llenaran nuevamente de luces las selvas y montañas de Nuestra América, ante la desesperanza por la respuesta oligárquica e imperialista, al sueño de una revolución pacífica y por las vías institucionales. Con pocos días de diferencia eran también asesinados Pablo Neruda y Víctor Jara, como parte de una larga etapa de terrorismo dictatorial pinochetista, similar a la que vivían otros pueblos latinoamericanos.
Fue larga la lucha contra las dictaduras y la conquista de democracias, de todas maneras, amuralladas y restringidas. Hasta que los años noventa abrieron el camino a revolcones democráticos profundos en Venezuela, Bolivia, Uruguay, Argentina Ecuador o Brasil. En estos ires y venires de la lucha popular en América latina, Colombia logró en una segunda ola desandar su camino reaccionario, e iniciar un camino de transformaciones sociales y democráticas.
A casi dos siglos de la intentona golpista contra el Libertador Simón Bolívar las derechas continúan conspirando y organizando asaltos palaciegos, aunque su incapacidad política y pérdida de influencia los lleva a esperar que los nuevos golpes vengan de la mano de Estados Unidos, que más arrogante que nunca ataca a los pueblos latinoamericanos y del Caribe, bombardea, amenaza, descertifica, bloquea, sanciona, chantajea y amedranta. Los herederos de los golpistas septembrinos, como vergonzantes cipayos, saludan y apoyan al amo imperial en sus agresiones contra nuestros pueblos.
Pero la Colombia de hoy no es la misma que calificaba de lechuguino al libertador. Es una Colombia mayoritariamente antimperialista y defensora de su soberanía y dignidad, y que, haciendo esfuerzos para salir de su letal historia de exterminios y genocidios, se coloca en el centro de la lucha mundial por el humanismo y la solidaridad y contra el bárbaro genocidio contra la martirizada Palestina, junto a millones de mujeres y de hombres del mundo entero.
Septiembre de dolores y de esperanzas.