Rusia ha demostrado poseer estabilidad macroeconómica y una notable paridad tecnológica en el ámbito de la defensa, frente a sus contrapartes del llamado “Occidente colectivo
Medardo P.
En una ocasión, el excandidato presidencial republicano John McCain describió a Rusia como “una gasolinera disfrazada de país” (McCain, s.f.), en alusión a su dependencia de las exportaciones de materias primas energéticas. Años antes, durante la Guerra Fría, se atribuyó al asesor de seguridad nacional del presidente Jimmy Carter, Zbigniew Brzezinski, la expresión “el Congo con misiles” para referirse a la Unión Soviética, resaltando la contradicción entre su poderío militar y su debilidad económica.
Si bien la renta percápita de Rusia está por debajo de las economías líderes de la Unión Europea, no puede ignorarse su capacidad militar. El sostenimiento del conflicto en Ucrania,c demuestran que el aparato militar-industrial ruso conserva capacidades para librar una guerra prolongada en territorio ajeno. Las visiones que subestiman a Rusia, centrándose únicamente en sus debilidades económicas, pueden resultar insuficientes para comprender su poder real.
Herencia soviética
El avance constante de las fuerzas rusas sobre territorio ucraniano se explica, en parte, por su capacidad productiva, tanto en el sector de materias primas, como en el sector defensa. Si bien Rusia puede ilustrarse como una gran gasolinera, dado que sus exportaciones dependen en gran parte de recursos naturales, especialmente energéticos, también puede decirse que es una megafábrica de armamentos con tecnología propia. Ambos aspectos se complementan y hacen de Rusia una fortaleza militar.
Los ingentes ingresos por materias primas le permitieron, desde los años noventa, subvencionar actividades económicas poco o nada rentables, y mantener estabilidad social en las localidades industriales (Crowley, 2015). Entre dichas actividades se encuentra la producción de armamentos, cuya baja utilización de capacidad instalada las hace antieconómicas en tiempos de paz, pero que se rentabilizan cuando la demanda del sector defensa crece en tiempos de guerra.
Rusia heredó de los soviéticos una industria militar con vasta capacidad de producción, reconocida por sus equipos simples, resistentes y de fácil mantenimiento, fabricados con una infraestructura tecnológica básica (Central Intelligence Agency, 1986). Esto ha permitido al país aprovechar sus acumulaciones de armamento, adaptarse a las sanciones económicas mediante la producción en masa de armas menos sofisticadas, sujetas a innovaciones incrementales, de bajo costo derivadas del aprendizaje en combate real.
No solo heredó instalaciones, maquinaria y equipos para la producción; también recibió un vasto stock de hardware militar almacenado por los soviéticos durante la Guerra Fría. Inventario, que en tiempos de paz representaba un conjunto de activos depreciados, adquiere valor de uso en tiempo de guerra.
El rearme estratégico ruso
Esta estrategia de acumulación responde a un modelo just-in-case, crucial en conflictos prolongados. Segun la Central Intelligence Agency (1986), “la cantidad tiene una calidad en sí misma”, donde la simplicidad mecánica, la facilidad de mantenimiento y el bajo coste de producción definen su viabilidad.
La misma agencia afirma que; “Esta lógica contrasta con la doctrina occidental, basada en plataformas militares sofisticadas, pero costosas. Los equipos rusos, en cambio, son modernizados con innovaciones incrementales, sin necesidad de desarrollos desde cero, apoyándose en líneas de producción preexistentes”. Esto consolida una capacidad sostenida para reponer material y sustituir importaciones.
El reconocido economista del desarrollo Nicholas Kaldor, en su artículo sobre la economía de guerra alemana, explicó esquemáticamente, que la capacidad militar depende de la producción de bienes de capital, de la disponibilidad de mano de obra y del acceso a recursos naturales. En el caso de Alemania durante la Segunda Guerra Mundial, el cuello de botella fue la escasa disponibilidad de estos últimos, lo que explica su interés por controlar las tierras ricas del Este europeo.
El caso ruso es distinto. Como ya se ha señalado, el país cuenta con capacidad para manufacturar su propio armamento; dispone de una enorme población para reclutar mano de obra para el frente, y posee vastos territorios ricos en recursos naturales indispensables para la producción militar. Todas estas condiciones le brindan a Rusia la capacidad de sostener una guerra de desgaste, paralizar el frente para acumular capacidades, y aplicar lo que Kaldor denominó rearme en profundidad (re-armament in width).
Sobernia militar
La soberanía rusa radica en su capacidad militar, donde la expansión del gasto público en defensa, reduce la tasa de desempleo porque son sus propias fábricas las que manufacturan sus plataformas militares y demás armamentos. La toma de decisiones en materia económica —particularmente respecto al gasto en consumo civil e inversión militar— se centraliza con facilidad en el gobierno, no solo por la reminiscencia soviética de planificación central dentro de su modelo capitalista híbrido, sino también, porque Vladimir Putin goza de la popularidad y confianza que le otorga haber rescatado una economía pos-soviética colapsada y haber devuelto a Rusia su protagonismo geopolítico.
Conforme pase el tiempo, la economía rusa enfrentará retos económicos y sociales derivados de la movilización del capital y del trabajo hacia la guerra. Sin embargo, tanto el aprendizaje en el oficio en las fábricas, como la experiencia adquirida por su ejército en el frente, fortalecerán su aparato militar, y genera las condiciones para mantener el esfuerzo de guerra en un conflicto de alta intensidad, caracterizado por la enorme mecanización de los ejércitos.
Además, el país dispone de tecnología sofisticada que ha demostrado su efectividad, como los sistemas Kinzhal y Oreshnik —misiles hipersónicos—, y es posible que se esté escalando la fabricación de todo tipo de armamento, avanzando hacia una economía de guerra bajo la visión tecnocrática del economista y ministro de Defensa Andréi Beloúsov, como lo señala la analista Patricia Marins.