El repentino cambio en el discurso de los gobiernos europeos, ahora condenando el genocidio en Gaza, no es un acto humanitario, sino una muestra de oportunismo político ante una situación cada vez más insostenible
Federico García Naranjo
@garcianaranjo
De un momento a otro, como si de una iluminación repentina se tratase, los gobiernos de la Unión Europea han comenzado, uno a uno, a condenar el genocidio en Palestina. Tras más de año y medio de silencio ante los bombardeos, los más de cincuenta mil civiles asesinados ─entre ellos 18 mil niños─, los desplazamientos forzados y los cercos por hambre cometidos por el Ejército israelí contra la población civil palestina, ahora los voceros políticos europeos se escandalizan y se rasgan las vestiduras.
Han pasado más de diecinueve meses de un genocidio sostenido, hecho posible gracias al financiamiento y apoyo político de los gobiernos del “Occidente colectivo”, perpetrado a los ojos de todo el mundo y transmitido por todas las plataformas posibles a pesar del blanqueamiento de los medios corporativos. Ahora, de repente, quienes han respaldado al gobierno israelí se muestran escandalizados por el drama humanitario y llaman a la cordura, la moderación y el buen entendimiento.
Un giro de 180° en el discurso
Aún no se tiene una explicación completa del porqué de lo sucedido. Diversos analistas han advertido con sorpresa el cambio en la postura europea frente a Gaza, aunque nadie tiene evidencias suficientes para determinar el origen de la decisión.
Algunos sostienen que el giro en el discurso se debió al ataque del que fueron víctimas varios diplomáticos europeos el pasado 21 de mayo, mientras verificaban la situación humanitaria en la Cisjordania ocupada. Sin embargo, desde la semana anterior al hecho ya se estaban haciendo públicas declaraciones de voceros de los países de la UE contra la situación en Gaza.
Otras hipótesis señalan al agravamiento de la situación humanitaria en la franja como el motivo del cambio de enfoque. Recordemos que, en este momento, la población gazatí se encuentra cercada por hambre, pues el Ejército de Israel no permite el ingreso de alimentos, medicamentos ni agua.
Lo más reciente y aterrador ha sido el uso de supuestas ONG humanitarias que reciben la ayuda del exterior, convocan a los gazatíes a lugares de distribución y, una vez allí reunidos, les disparan. Informes advierten que dichas ONG son en realidad tapaderas del Ejército israelí.
La anterior hipótesis es plausible, pero durante el último año y medio se han tenido evidencias suficientes de que Israel comete un genocidio en Gaza, como para que solo ahora se justifique alzar la voz y llamar a la cordura.
Es asqueroso provocar la hambruna de todo un pueblo para exterminarlo o desplazarlo, sin duda, pero no lo han sido menos todas las atrocidades cometidas por las fuerzas sionistas hasta hoy. Atrocidades que, por cierto, han sido transmitidas a través de la redes sociales por los mismos perpetradores, quienes bailan y cantan orgullosos cuando cometen crímenes de guerra todos los días. Por ello, esta repentina indignación tiene demasiado tufo a oportunismo.
Acción coordinada
Algo revelador de que el cambio en la postura europea frente a la situación en Gaza no es espontáneo, ha sido la coordinación entre diversos actores del ecosistema del poder global para salir con la misma versión y el mismo enfoque al mismo tiempo. Aproximadamente a mediados de mayo, tanto voceros de las cancillerías europeas como periodistas y medios hegemónicos comenzaron paulatinamente a divulgar notas y declaraciones que contradecían el discurso imperante hasta ese momento.
Ahora Israel no estaba “ejerciendo su derecho a defenderse”, ni era “víctima de un grupo terrorista”, ni era “la única democracia de Oriente Medio”. No, ahora los titulares comenzaron a hablar de “civiles asesinados” y de “población palestina desplazada” y a centrar el enfoque en los niños víctimas y el hambre generalizada en la franja de Gaza.
La coordinación fue de tal alcance que, incluso, opinadores criollos que en un principio expresaron su apoyo a Israel como Ana Bejarano, Alejandro Gaviria, Carolina Sanín o Sandra Borda tuvieron que hacer malabares para intentar desmarcarse de lo dicho.
Detrás de la indignación repentina
En pleno estancamiento de la situación en Ucrania y con la creciente pérdida de protagonismo de la UE, sin duda las multitudinarias manifestaciones contra el genocidio que han tenido lugar alrededor del mundo ─particularmente en Europa y Estados Unidos─, han influido en el cambio de postura de los gobiernos.
Los políticos miden la opinión pública y, si bien defienden intereses muy poderosos, tampoco son suicidas. El creciente desprestigio de Israel y el casi unánime rechazo que despiertan sus acciones entre la ciudadanía hacen que los políticos piensen en las próximas elecciones y hagan cálculos. Por ello, es difícil pensar que este cambio de discurso obedece a una genuina preocupación humanitaria o al respeto por el derecho internacional.
Por otro lado, se impone la matriz de que el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu es el único responsable de este desastre. Claramente, por más que los medios se hayan esforzado por ocultar lo sucedido en Gaza, no es sostenible mucho tiempo el macabro espectáculo transmitido en tiempo real y en alta definición de un pueblo masacrado impunemente. Por eso, la estrategia es desviar la atención hacia Netanyahu quien, recordemos, estaba al borde de la destitución y la cárcel por corrupción, justo antes del comienzo del genocidio.
La estrategia del chivo expiatorio es muy peligrosa por varios motivos. Primero, cebarse en una figura tan cuestionada como Netanyahu sirve para que los demás partícipes del genocidio evadan su responsabilidad, empezando por los propios gobiernos europeos. Segundo, se lava la cara de la sociedad israelí, presentando la masacre como un accidente, algo propio de una dirigencia corrupta, mientras se oculta que más del 85% de la sociedad israelí apoya el genocidio.
Y, tercero, permite distraer la atención del público con el show de un hipotético juicio contra Netanyahu, lo que naturalizaría el genocidio cometido haciendo ver el fin de los asesinatos masivos como un amable favor de la “comunidad internacional” y del pueblo de Israel.
Y, por si fuera poco, una de las evidencias más claras de que este cambio de postura no es más que un ejercicio de imagen es la revelación de periodistas como Olga Rodríguez Francisco, quien ha demostrado que los gobiernos europeos continúan comerciando armamento con el régimen sionista, mientras condenan en público sus acciones.
Quieren salvar su imagen, pero esto ya no es cuestión de imagen. El verdadero problema de fondo es que la complicidad europea con el genocidio ha hecho volar por los aires la legitimidad del orden internacional. Por eso, ya es demasiado tarde para ellos. El derecho internacional ha quedado en ruinas; bienvenidos a la ley de la selva.