Pietro Lora Alarcón
Desde su posesión, en el 2022, el gobierno del Pacto Histórico enfrenta enormes desafíos en el área social. El saldo de los gobiernos anteriores fue, simplemente, desastroso.
En el 2020, la pobreza monetaria en Colombia era de 42,5 %. Es decir, 21 millones de personas carecían de la cantidad de recursos que necesitaban para pagar una canasta básica de alimentos y servicios mínimos para vivir. A su vez, la pobreza monetaria extrema era de 15,1 %. Eso significa que 7,5 millones de personas no tenían cómo pagar la canasta que permite al ser humano las calorías para existir.
La situación hizo que la FAO, en el 2022, incluyera a Colombia en el ranking de países en situación crítica por inseguridad alimentaria y un funcionario de esa entidad dijera, con datos del Dane, que 8,3 millones de niños, niñas y adolescentes padecían de hambre. Mientras Thomas Piketty denunciaba, en su ponencia por ocasión de los 70 años de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional, que un 10 % de la población colombiana es dueña del 70 % de la riqueza nacional.
Todo ese panorama es el resultado de décadas de control mafioso del Estado, corrupción sistémica, el neoliberalismo, el abandono estatal y la apuesta permanente en la violencia y el paramilitarismo como mecanismos para contener el ímpetu popular. Fue exactamente contra todo eso que la gente salió a las calles en el 2021. Entonces, la esperanza venció el medio, la unidad se hizo posible y surgió la agenda del gobierno del Pacto.
Los resultados son, en el 2023, la pobreza monetaria cayó nacionalmente al 33,0 %, disminuyendo 3,6 % con relación al 2022, y la pobreza monetaria extrema se ubicó en el 11,4 %. Esto es, aproximadamente 1,6 millones de personas salieron de la pobreza y 1,1 millones superaron la pobreza extrema. Este es el resultado de una gestión eficiente del Ministerio del Trabajo, con Gloria Inés Ramírez a la cabeza, que priorizó aumentar los ingresos en los hogares más vulnerables.
Sin embargo, persisten cuestiones todavía dolorosas. La desigualdad en los ingresos de los hogares bajó solamente de 0,55 en el 2022 a 0,54 en el 2023. Es muy poco, porque revertir esa situación implica, en esencia, modificar estructuras sobre las cuales se asienta el poder de la clase dominante colombiana.
Para lograrlo, es necesario aprobar reformas que, como señalan variadas voces con bastante fuerza, no han fructificado en el Congreso. En el caminar de la historia esto significa que la clase dominante utiliza los órganos que controla para actuar contra el progreso de la sociedad. En concreto, atenta contra el pan en la mesa de las familias.
Ese es el papel reaccionario de esta clase. Pero frente a ello, crece la capacidad de autodirección popular, sintetizando experiencias de movilización, pasadas y recientes. De manera consciente el pueblo es fuerza activa para la transformación. Como bien decía Mariátegui, lucharemos por el pan y la belleza.