Las propuestas sobre Panamá, Canadá, Groenlandia y el Golfo de México forman parte de lo que podría considerarse una actualización de la vieja ‘Doctrina Monroe’, adaptada al siglo XXI bajo la administración de Trump
Alberto Acevedo
El presidente Donald Trump en repetidas ocasiones ha expresado su intención de anexionar a México y Canadá a la geografía estadounidense, retomar el control del Canal de Panamá y ‘comprar’ Groenlandia, entre otros delirios. Es lo que algunos analistas califican como una versión renovada de la llamada Doctrina Monroe, que bajo el principio de ‘América para los americanos’ convierte a América Latina en el patio trasero de los Estados Unidos
Como era previsible, estos apetitos expansionistas e intervencionistas han provocado el rechazo de los gobiernos de las naciones afectadas. Algunos de estos han dado un paso más allá, al indicar su intención de coordinar acciones en bloque para contrarrestar los apetitos desaforados del mandatario norteamericano.
Uno de los casos más reveladores de la estulticia de Trump es su pretensión de tomar posesión de Groenlandia, la mayor isla del mundo, en la zona ártica del planeta. Para ello, propuso pagar una suma a Dinamarca, actual país soberano sobre dicho territorio.
Amenaza militar
El mes pasado, Trump volvió a referirse al tema y aseguró que Dinamarca debe renunciar a Groenlandia, para que forme parte de Estados Unidos, pues ello “es una necesidad absoluta” para garantizar la protección del “mundo libre”. Amenazó a Dinamarca con imponerle aranceles “a un nivel muy alto” y no descartó el uso de la fuerza militar para apoderarse de la isla, si Copenhague no accede a las demandas de la Casa Blanca.
Pero, como indicó un analista, el problema no es Groenlandia, es el acceso más expedito a un mayor control del Ártico. Esta isla tiene una importancia estratégica para el Ejército de EE. UU. y su sistema de alerta temprana de misiles balísticos, ya que la ruta más corta de Europa a Norteamérica pasa por esa región. Los militares norteamericanos mantienen una presencia permanente en la base aérea Pituffic, en el noroeste de la isla.
Washington aspira a una mayor presencia militar, incluida la instalación de radares en Groenlandia para vigilar las aguas entre esta isla, Islandia y Gran Bretaña, que son una puerta de entrada para los buques de la Armada rusa y los submarinos nucleares. Ulrik Pram Gad, investigador del Instituto Danés de Estudios Internacionales, declaró a la agencia Reuters que la isla forma parte geográficamente del continente norteamericano y es vital para Estados Unidos evitar que otras grandes potencias se establezcan allí.
Riquezas naturales
La opinión de Pram Gad es en últimas favorable al hegemonismo y el colonialismo gringos, pues parte de asegurar que Washington tiene todo el derecho a tener presencia militar allí, pero no Rusia o China, cuando por un acuerdo internacional de posguerra esas potencias tienen el mismo derecho que EE. UU.
Groenlandia posee riquezas minerales como carbón, zinc, cobre, diamantes, así como petrolíferas y de gas natural. Sin embargo, estas se explotan en pequeñas regiones de la isla, no solo por las duras condiciones climáticas, ya que permanecen en gran parte cubiertas de hielo y glaciares, sino también por razones medioambientales. Como resultado, su economía dependa de la pesca, la cual representa más del 95 por ciento de las exportaciones, y de las subvenciones anuales de Dinamarca que representan la mitad del presupuesto público. Trump va tras esas riquezas.
No menos grotesca es la pretensión de Trump de anexar el territorio de Canadá a Estados Unidos. Al respecto, el primer ministro de Canadá Justin Trudeau expresó en tono enfático “Eso no va a suceder”, rechazando las declaraciones de su homólogo estadounidense.
Es importante considerar que, desde el punto de vista geoestratégicos y de expansión militar de Estados Unidos, tanto Canadá como Groenlandia se encuentran en una ruta clave para acceder a Europa, y de disputa con Rusia y China.
El Canal de Panamá
En el terreno latinoamericano, ha causado indignación la reiterada intención del presidente Trump de ‘recuperar’ el Canal de Panamá, incluso por la vía militar, si es necesario.
Para justificar tal pretensión, ha expuesto varios argumentos, todos incorrectos. Asegura que Estados Unidos entregó la administración del Canal de Panamá al gobierno del istmo y que, en realidad, lo administra es China. También menciona que los barcos norteamericanos que hacen uso del canal deben pagar tarifas muy altas, olvidando que la tarifas son iguales para todos los usuarios, y el importe que se paga es fijado por una junta de gobernadores. Además, sostiene que Washington tiene derecho a recuperar la administración del Canal, desconociendo los términos del Tratado Torrijos-Carter que reconoce la soberanía de Panamá sobre el Canal.
Las propuestas sobre Panamá, Canadá, Groenlandia y el Golfo de México forman parte de lo que podría considerarse una actualización de la vieja ‘Doctrina Monroe’ adaptada al siglo XXI bajo la administración de Trump. El presidente James Monroe, en 1823, emitió una declaración de política exterior norteamericana que se ha conocido con el eslogan “América para los americanos” que, en ese momento, fue una advertencia a las monarquías europeas que habían constituido un bloque militar denominado la ‘Santa Alianza’, en el sentido de que no permitiría que reconquistaran los territorios recién independizados de Hispanoamérica.
México es un país soberano
Por supuesto, desde sus orígenes se entendió que los ‘americanos’ de Monroe eran ellos, Estados Unidos, no los hispanoamericanos o latinoamericanos.
Completa el marco de la política injerencista de la nueva administración norteamericana, la idea de declarar como ‘grupos terroristas’ a los carteles del narcotráfico en México. Una declaración semejante podría estar acompañada de una intervención militar en el país azteca, para justificar la persecución a estos grupos ilegales.
La actitud hostil de Washington hacia México está acompañada del cambio de nombre del Golfo de México por Golfo de América, la expulsión de inmigrantes irregulares y, a partir de febrero, la imposición de nuevos aranceles a los productos importados de Estados Unidos.
La presidenta Claudia Sheinbaum envió un mensaje contundente al gobernante norteamericano: “México es un país libre, soberano e independiente y no aceptamos injerencismos en nuestro país”.