Aún hay tiempo para iniciar un nuevo esfuerzo en organizar al proletariado y vincular las luchas gremiales a la lucha por la paz con justicia social.

Alfonso Velásquez
Desde hace varios años los sectores clasistas han venido observando un declive del accionar del movimiento sindical en relación con la problemática de la población, y el mantenimiento de una línea eminentemente gremial en sus reclamaciones y reivindicaciones.
Es posible que para sus afiliados eso sea muy importante, pero el entorno creado por el capitalismo y su modelo neoliberal ha ido cercenando la unidad obrera, cívica, popular, estudiantil, campesina y ambientalista; lo que ha facilitado a través de sucesivas contrarreformas eliminar el contrato de trabajo, y por esa vía debilitar al sindicalismo clasista. Impone un sindicalismo empresarial que suplanta las cooperativas de trabajo asociado con la contratación sindical; la misma tercerización perversa que castró el carácter de clase del movimiento sindical.
El proceso de transnacionalización capitalista ha ido dejando atrás el carácter nacional del movimiento sindical, e impone avanzar hacia meganegociaciones de carácter regional para evitar que esas empresas sigan trasegando hacia donde las condiciones de los asalariados son más oprobiosas. Ahora sí se impone la consigna de Karl Marx: “Proletarios de todos los países uníos”.
Aún hay tiempo para iniciar un nuevo esfuerzo en organizar al proletariado y vincular las luchas gremiales a la lucha por la paz con justicia social.
El proceso de negociaciones del Establecimiento con la insurgencia permite un espacio para poner los temas que le interesan a los ciudadanos que habitan los sectores urbanos y agrarios: el cuidado del medio ambiente; la pensión de supervivencia para los adultos mayores que no pudieron cotizar al régimen general de pensiones; la explotación de recursos que se llevan las transnacionales empobreciendo a las comunidades raizales; los elevados costos de los servicios públicos domiciliarios para los hogares; los costos de la intermediación financiera que permiten tener pirámides legales como la banca que abusa con los costos de sus “servicios”; y los abusos de los monopolios transnacionales en las telecomunicaciones, entre otros.
Urge un sindicalismo que se acerque a las comunidades y refleje en sus luchas esas necesidades, que permita volver a tener un movimiento organizado identificado con el pueblo. Ese es el valor de un sindicalismo de clase que se requiere en la actualidad y eso solo se logrará si la juventud, hombres y mujeres asalariados se vinculan a nuevas organizaciones con ese carácter amplio. Pero también se requieren dirigentes que ayuden en esas asistencias, formando a ese proletariado en escuelas de educación clasista como Corpeis, el CEIS, la NEPO y otras que vienen cumpliendo tan necesaria labor.