José Ramón Llanos
Existen otras implicaciones de las chuzadas que le permitieron a la revista Semana denunciar las maniobras y acciones delictivas de algunos generales y altos oficiales del glorioso y heroico aparato armado que le facilita a la burguesía y a los latifundistas colombianos gobernar nuestro país. Sin embargo, esas implicaciones han pasado desapercibidas para los principales medios escritos del país.

Las declaraciones del señor ministro de la Guerra Juan Carlos Pinzón, al referirse o, más bien, al justificar las primeras chuzadas denunciadas por la mencionada revista y al leer el comunicado rubricado por el referido funcionario, colegimos que considera que el pueblo colombiano carece del más mínimo sentido común.
Sin embargo, cuando analizamos el contenido de los discursos del Presidente de la República sobre los mismos vergonzosos hechos, nos damos cuenta de que el primer mandatario también subvalora a la opinión pública y trata de manipular con sus declaraciones para que no se identifique la elevada descomposición moral que corroe a buena parte del generalato.
El refinado lenguaje castrense
Les presento excusas a los lectores porque el lenguaje utilizado por generales y otros altos oficiales es tan refinado que posiblemente las personas decentes queden anonadados con las expresiones y giros lingüísticos que leerán a continuación. Infortunadamente es necesario demostrar con ejemplos la valoración que hago del discurso de los chuzados.
El general Barrero, dialogando con el reo coronel Róbinson González, hace uso de su más refinado léxico: “Ahí le toca pegarse a usted de todo, hermano. Aprovechen y únanse, hijueputa. Eso tiene uno que ser inteligente”. Como ven ustedes es un diálogo no de oficiales inteligentes, como el general con modestia se califica. No. Esos militares son la quintaesencia de la genialidad.
Pero no se vaya a suponer, equivocadamente, que la anterior es la única demostración de la inteligencia y lenguaje exquisito del alto oficial. No. Léase lo siguiente: “Hagan una mafia para denunciar fiscales y toda esa güevonada”.
Como vemos: léxico ejemplar y el máximo respeto por las instituciones, especialmente por una, pilar de todas las democracias, el poder judicial.
La misma escuela
Esos diálogos explican por qué, a pesar de los cambios habidos con gran frecuencia en la cúpula militar, los desafueros y acciones delictivas de los cuerpos armados institucionales, en lugar de disminuir se incrementan y se presentan con más frecuencia. La cuestión es lógica, las llamadas manzanas podridas, en este caso los generales sancionados, antes de su retiro han socializado sus mañas y entuertos a la oficialidad en proceso de formación.
Ahora asistimos al mismo ritual del engaño: cambio en la cúpula militar, otros generales de la misma escuela, con los mismos valores éticos heredados de los oficiales sancionados. Mientras no haya cambios serios en el contenido, en los valores y en la orientación de los militares colombianos, no contará el país con un ejército que garantice el respeto a la instituciones democráticas, respalde los derechos humanos y defienda la soberanía nacional.