viernes, abril 19, 2024
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Jóvenes abandonados y sin futuro

El neoliberalismo ha condenado a millones de familias al desempleo y al ‘rebusque’, para intentar sobrevivir diariamente en medio de su tragedia humana. Los niños son los más sacrificados

No existe una política de juventud en el régimen colombiano. Foto cortesía Ernesto Che Mercado.
No existe una política de juventud en el régimen colombiano. Foto cortesía Ernesto Che Mercado.

Luis Jairo Ramírez H.

Por estos días, a raíz de una sucesión de muertes que involucran a jóvenes hinchas del fútbol, se ha desatado una serie de comentarios y análisis que en su mayoría ignoran las causas de esta violencia juvenil y terminan formulando remedios que no van a la raíz de la enfermedad: cerrar estadios, prohibir el uso de camisetas de los equipos, aumentar la policía, judicializar los jóvenes, elevar las penas por delitos, etc.

Este es un problema que arranca desde la niñez. El neoliberalismo ha condenado a millones de familias al desempleo y el “rebusque” para intentar sobrevivir diariamente; en medio de esta tragedia humana los niños son los más sacrificados, mientras sus padres buscan migajas para vivir, los niños quedan en el aire, sufren desnutrición, no van a la escuela y cuando van no tienen la capacidad de asimilar los conocimientos, al final terminan ejerciendo el “matoneo” e iniciándose tempranamente en acciones delictivas de escuela y barriales.

Datos del propio Ministerio de Educación admiten que 74 de cada 100 jóvenes que salen de secundaria no pueden ingresar a las universidades públicas por falta de cupos, y tampoco lo hacen en las universidad privadas por limitaciones económicas de sus familias, en su mayoría de estratos 1 y 2. En Colombia una familia tiene que pagar entre 5 y 10 millones de pesos por un semestre de Universidad y eso es un imposible para familias que devengan un salario mínimo de 589.500 pesos o deambulan en las calles sometidos a la “ley del rebusque”.

Sin oportunidades

¿Qué hacen estos jóvenes a quienes se les niega la oportunidad de continuar sus estudios superiores, pero que tampoco encuentran una oportunidad de empleo en el llamado “mercado laboral”?, sencillamente dedicarse como sus padres, a la informalidad, o ingresar a las pandillas juveniles y de ahí están a un paso de formas de delincuencia organizada, narcotráfico, paramilitarismo y otros van a parar también a los movimientos insurgentes. Es un panorama sombrío, una juventud a quien el Estado le niega un futuro.

La prensa registra que “…en Bogotá, según cifras del Instituto para la Protección de la Niñez y de la Juventud (Idipron), existen 1.319 pandillas juveniles con cerca de 20.000 integrantes.” Este fenómeno se repite en todas las ciudades del país.

“La mayoría se dedica a hurto a personas, residencias y comercios. Portan armas blancas y de fuego. Suelen ser de estratos 1 y 2 y tienen entre 15 y 20 miembros, en promedio. Muchos, menores de edad, el 90 por ciento de quienes las integran son consumidores. Fuman, sobre todo, marihuana.”

Están en Fontibón, Ciudad Bolívar, Usme, Bosa, Engativá, Kennedy y Usaquén, principalmente. En estas dos últimas localidades hay pandillas conformadas por varios miembros de la familia.

“En Kennedy hay una que les quita los útiles escolares a los estudiantes y les piden diez mil pesos para devolvérselos”, indica. En Usme, cobran cuotas de 20 mil para no robar a los dueños de negocios. En Ciudad Bolívar, hurtan a tenderos y a vehículos.”

“Esto se da por abandono de sus familias, influencia de amigos, diversión, falta de oportunidades, necesidad de defensa y ganar dinero fácil”, dice la psicóloga Claudia Yaneth Sánchez. “Incursionan en los delitos para tener poder y reconocimiento; quieren infundir respeto, sembrando miedo”. No estudian, suelen ser agresivos y tener baja autoestima.

Un testimonio revelador

Una joven que retrata su tragedia dice que es hija de padres separados, fue parte de las barras bravas desde los 11 años, a los 15 años entró a ‘Los Cobra’, una pandilla de Ciudad Bolívar. Allí duró 10 años. Chupaba pegante y metía marihuana. Delinquía. “La mayoría éramos jóvenes. Robábamos para consumir droga… Quedé embarazada a los 18 y me fui a vivir con el papá de mi hijo, pero él me pegaba, me apuñalaba…”.

“Éramos como 40. Hoy la mitad están muertos y los demás, en la cárcel. Yo me prestaba para cargar armas. Había mucho vicio y atracábamos en buses y supermercados… Nos tenían respeto”, cuenta la joven ex pandillera, quien fue testigo de violaciones, balaceras con otras pandillas y homicidios.

La compleja problemática de los jóvenes colombianos es de carácter estructural, no se resuelve al estilo del Mindefensa Pinzón, echándoles bala, doblando el número de efectivos del Esmad o endureciendo el sistema penal para los niños y jóvenes. La solución es social, es de oportunidades para los jóvenes. En varios países de América Latina la educación es gratuita desde el jardín infantil hasta la Universidad, en Colombia no. Aquí las universidades públicas se derrumban a pedazos por falta de presupuesto, la mayoría de los impuestos que pagamos van a parar al gasto de guerra.

Hay que escuchar la voz de los jóvenes. La Mane presentó un proyecto que Santos se niega a considerar. Tampoco habrá paz si no se le garantiza a los jóvenes educación y, con ella, se les asegura un futuro para que haya un nuevo país.

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