sábado, abril 20, 2024
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En cinco municipios se oyó el estruendo

Recordando la explosión del 7 de agosto de 1956 en Cali. El presidente de la República, general Gustavo Rojas Pinilla, atribuyó los pavorosos hechos a un plan criminal de la oposición para desacreditar a su gobierno

Aspecto de los daños causados por la explosión de Cali.
Aspecto de los daños causados por la explosión de Cali.

Ricardo Arenales

A la una y siete minutos de la madrugada del pasado martes 7 de agosto, cuando los habitantes de la capital del Valle del Cauca dormían plácidamente, y en su itinerario se alistaban para celebrar una de las más importantes fechas patrias, la Batalla de Boyacá, en inmediaciones del barrio Bretaña de esta ciudad se produjo un impresionante estallido, en la que una caravana de siete camiones del ejército, cargados de dinamita, explotó de forma simultánea, causando un elevado número de muertos, heridos y daños materiales, que sembraron de dolor y luto a todos los colombianos.

Aunque las autoridades nacionales estiman que jamás se sabrá el número exacto de muertos, en Cali, que en la actualidad cuenta con 120.000 habitantes, se estima que fallecieron unas cuatro mil personas y doce mil más quedaron heridas. En mucho tiempo, los sueños de los caleños no volverán a ser tranquilos.

La noche anterior a la explosión, una caravana de diez vehículos militares llegó a la ciudad, proveniente de Buenaventura. Siete de ellos fueron estacionados en inmediaciones del Batallón Codazzi, donde además tienen sede la Policía Militar, la Tercera Brigada del Ejército y otras dependencias.

Se pudo establecer que los siete camiones venían cargados con 1.053 cajas de dinamita, que representaban en total unas 42 toneladas de explosivo plástico gelatinoso, que los medios castrenses indicaron, estaban destinados a la construcción de carreteras en el departamento de Cundinamarca.

Se abrieron las tumbas

El estallido provocó un temblor de tierra de 4.3 grados de magnitud en la escala de Richter. El estruendo alcanzó a oírse en Buga, Palmira, Caloto, Jamundí y Santander de Quilichao. La zona comprendida entre las carreras 1 a 8 y las calles 25 a 26, donde estaba la estación del Ferrocarril del Pacífico, y las instalaciones militares arriba señaladas, desapareció del mapa.

La mayoría de las tumbas del Cementerio Central, cercano al sitio de la explosión, se abrieron y los cadáveres o los simples huesos que quedaban en las fosas, salieron expulsados ante el efecto demoledor de la onda explosiva. El capellán del Batallón Pichincha, Alfonso Hurtado, uno de los primeros en llegar al sitio de los hechos, dijo que el hongo dejado por la explosión le recordó a Hiroshima y Nagasaki.

En los anteriores términos, la prensa nacional e internacional registró la explosión del convoy militar ocurrida en Cali el 7 de agosto de 1956, hace sesenta años, y que cambió la vida de los habitantes de esa ciudad.

Generosa solidaridad

Países como la Unión Soviética, Estados Unidos, China, Canadá, Japón, México y Venezuela, expresaron de inmediato su solidaridad con las autoridades colombianas y el pueblo de Cali. La que prestó el gobierno de Venezuela fue tan significativa, que con los recursos aportados se construyó la urbanización República de Venezuela, un conjunto de 14 pisos y 140 apartamentos al norte de la ciudad.

En Bogotá, el general Gustavo Rojas Pinilla le atribuyó la explosión a un complot de la oposición, que dos meses antes había firmado un acuerdo político, conocido como de Benirdorm, del que fueron protagonistas los líderes políticos Alberto Lleras Camargo y Laureano Gómez, en el que se insinúa la conformación de un Frente Nacional, que suceda a la dictadura militar incrustada en el Palacio de San Carlos.

Los sectores de oposición rechazaron con dureza la acusación del jefe de gobierno, e insinuaron que, por el contrario, la explosión pudo haber sido una maniobra criminal del dictador para buscarse apoyo ciudadano en momentos en que el desgaste en el poder era evidente. La dictadura militar del general Rojas Pinilla cayó al año siguiente, producto de un fuerte movimiento cívico.

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