Las resacas de fin de año tendrán que curarse rápido para que en enero comiencen los análisis, los balances y se empiecen a construir los correctivos que tengan que asumirse de acuerdo a lo que cada colectivo de fuerzas considere en su respectivo país, especialmente en América Latina.

Jaime Cedano Roldán
No serán alegres las campanas navideñas y las uvas de este año. Hay que reconocerlo. La derecha celebra enaltecida sus triunfos electorales en Colombia, Argentina, Francia y Venezuela siendo esta última la victoria más preciada. En Europa están de plácemes con el estruendo de las bombas y el olor de la pólvora en Siria y la ampliación de la capacidad de acción y reacción de las bases militares norteamericanas que desde España apuntan contra el Mediterráneo y el norte de África. Igual sienten cierto alivio ante las perspectivas que tiene la derecha española de cara a las elecciones del 20 de diciembre luego de los pronósticos que anunciaban tempestades tras las victorias de movimientos alternativos en ciudades tan importantes como Madrid, Barcelona, Pamplona o Zaragoza. Las movilizaciones sociales se han frenado y la cooptación ideológica ha funcionado. De aquellas multitudinarias marchas que se iniciaron en la madrileña Puerta de Sol, se elevaron en las mareas y en las marchas de la dignidad, se ha pasado a la competencia por la oferta de parches constitucionales que hacen de la campaña electoral un mercadillo o feria de sastres remendones.
Las resacas de fin de año tendrán que curarse rápido para que en enero comiencen los análisis, los balances y se empiecen a construir los correctivos que tengan que asumirse de acuerdo a lo que cada colectivo de fuerzas considere en su respectivo país, especialmente en América Latina, donde existen los espacios y tradición para ello más avanzados, compartir los análisis y reelaborar estrategias comunes. En este propósito es de esperarse que el Foro de Sao Paulo vuelva a jugar el papel catalizador desde lo político e ideológico y contribuir a recrear procesos de unidad como tan extraordinariamente lo hizo desde el momento de su conformación.
La seguidilla de victorias que iniciara Hugo Chávez nos llenaron de inmensa ilusión y el hecho de celebrar victorias, tras las derrotas históricamente acumuladas, nos llevaron a muchos a pensar con la equivocada idea de la historia en espiral que aprendimos en ciertos manuales, de que los nuevos gobiernos habían llegado para quedarse. Ayer La caída del muro de Berlín en dialéctico tortazo nos despertó del sueño y nos ubicó en la realidad. Hoy parece un poco parecido aunque, claro, es diferente. Pero parece que la derecha latinoamericana e internacional tampoco aprende la lección y pululan los titulares anunciando el entierro del “chavismo”. Diversas voces, dotadas de inteligencia, calma y serenidad, nos muestran que obligatoriamente no será así, pero que para ello no serán suficientes los épicos discursos balconeros y precipitados toques de arrebato. La reconstrucción de la alegría es absolutamente posible. Quizás tocará volver a hacer las cosas como al comienzo. Desde abajo. Desde los movimientos sociales populares. Y sobre todo, desde la humildad.