miércoles, abril 16, 2025
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La honra de Tomás Uribe Márquez

María Tila Uribe

Un periódico nacional publicó recientemente un artículo titulado “La venganza de TUM”, firmado por la señora Tatiana Acevedo, contra Tomás Uribe Márquez, mi padre. Le solicito, comedidamente, la publicación de esta carta en aras de defender la honra y trayectoria de Tomás y de quienes fueron protagonistas del socialismo-revolucionario en Colombia en los años veinte, de cuyo seno surgió, en parte, el Partido Comunista de Colombia en los años treinta.

Fundación del Partido Socialista Revolucionario en 1928. Foto archivo VOZ.
Fundación del Partido Socialista Revolucionario en 1928. Foto archivo VOZ.

En ese artículo, la autora señala a Tomás como informante de la Policía de la época. Por correo le pregunté respetuosamente, en dónde reposaban los archivos que le permitían hacer tal afirmación. Me envió copia de un único documento de tres páginas y media, y la siguiente nota: “Lo que escribí no es sino la interpretación de estos documentos de archivo, a los cuales traté de dar un poco de contexto …”.

Un análisis detallado de su artículo no tiene lugar aquí, pero miremos por ejemplo, el manejo que le da a ese extraño documento: 30 de enero 1932. “Excelentísimo señor Presidente de la República: Tengo el gusto de remitir a su excelencia un resumen de una conversación que tuve ayer con el señor Tomás Uribe Márquez (cuyo nombre conviene guardar con cuidado) y el cual pone a la policía en posibilidad de conocer un poco mejor las actividades del grupo comunista. Firmado: Gustavo Gómez, Director general”. Vemos entonces que la frase “un resumen de una conversación”, la señora Tatiana la transforma en: “Sus informes, presentados personalmente al capitán Gustavo Gómez …” (renglón 7). Es decir, con juego de palabras, convierte al líder socialista en informante directo del policía y agrega esta otra falacia: “Además de rompehuelgas, era asesor del gobierno en su relación con el movimiento obrero”.

¿Quién fue Tomás Uribe Márquez?

Tomás Uribe Márquez nació en Medellín en 1886 y falleció en Bogotá en 1936. Ingeniero-Agrónomo, escritor, periodista, humanista, fue propulsor de la primera Confederación Obrera Nacional y a la vez cofundador y Secretario General del Partido Socialista Revolucionario de los años veinte. Ese al que ella se atreve a llamar “informante” y “rompehuelgas”, es el mismo que después de un Consejo de Guerra, en el que fue defendido vehementemente por Jorge Eliécer Gaitán, la hegemonía conservadora mandó al Panóptico (hoy Museo Nacional) por sus ideas, su liderazgo y participación en los movimientos sociales de los años veinte, por su actuación y respaldo a los huelguistas de la zona bananera en 1928. Es el mismo que aguantó la tortura y el cepo durante una hora diaria sin hablar ni gritar; es el mismo a quien le quebraron su salud, pero nunca su dignidad, ni su fortaleza moral, ni la convicción en sus ideales.

¿Dónde están las pruebas de que hubo tal conversación y los soportes de los supuestos informes que dio Uribe Márquez al señor Gómez? ¿Quizás el capitán Gómez se basó en las charlas públicas y los artículos de opinión en la prensa de Uribe Márquez, y los aprovechó y amañó para armar su informe? ¿O inventar una supuesta conversación con el más notable líder de los socialistas de ese momento, podría darle prestigio a su carrera policial? Eran tiempos en que también se ganaban beneficios y ascensos con informes falsos.

El Partido Socialista

Que fácil aprovechar el desconocimiento que aún hay de la historia política de los años veinte. Ese partido socialista, “… guiado por Uribe Márquez, dos de sus primos hermanos, sus respectivas esposas, esposos y amigos”, contó en sus filas a María Cano, prima-hermana de Tomás, a Torres Giraldo y Francisco de Heredia; a Raúl Mahecha, quien dirigió las dos grandes huelgas petroleras y enfrentó a la “Tropical” en la masacre de las Bananeras; a Erasmo Coronel, Aurelio Rodríguez y otros que resultaron ser forjadores de la USO; a Quintín Lame con quien Tomás compartió luchas; a escritores y caricaturistas amigos como “José Mar” o Ricardo Rendón, decididos a combatir la Ley de Pena de Muerte y defender el programa socialista. Y en el entorno personal de Tomás, a nuestra casa los domingos -mi madre, Enriqueta Jiménez, lo comentaba con afecto- llegaban el “Mono” Dávila a recitar sus sonetos, el maestro Uribe Holguín y muchas otras personas por el estilo. En fin, le diría a la autora del artículo que en lugar de tanta descalificación, debería dar las ¡GRACIAS!, con mayúscula, porque fue a costa de luchas y sacrificios de esas parejas, parientes y amigos, que las generaciones que seguimos pudimos disfrutar de las ocho horas diarias de trabajo entre otras reformas sociales.

Una Comisión de la Verdad

Qué importante sería que pudiera conformarse una comisión de la verdad sobre este asunto, aunque exista ya una sustentación histórica de este período: ahí están, entre otros, los escritos del maestro Gerardo Molina refiriéndose a Tomás como una figura de inmensa estatura humana e intelectual; los libros de los historiadores Mauricio Archila y Diego Jaramillo Salgado; mi aporte “Los años escondidos, sueños y rebeldías en la década del Veinte”; y “Liquidando el pasado, la izquierda colombiana en los archivos de la Unión Soviética” de Klaus Meschkat y José M. Rojas. Las tres cartas de María Cano al recién fundado Partido Comunista, los artículos políticos que se conservan de Tomás, y los escritos de Torres Giraldo, son muy útiles para quienes quieran enterarse seriamente de esta historia. Vale la pena la cita de éste último: “… Tomás Uribe Márquez, el más capaz y abnegado dirigente popular de la segunda década del siglo, y María Cano: ¡la más brillante figura revolucionaria de mujer en nuestra historia”.

Las figuras más destacadas del socialismo de aquella época, fueron calumniadas mediante un montaje de decisiones internacionales, nacionales y personales. Ésta es la situación que utiliza la autora del artículo para montar su hipótesis de trabajo. Esto nos recuerda los métodos estalinistas en donde ¡valía todo!, fabricar cartas, declaraciones, firmas o uno más fácil: graduar de policías e informantes, hasta llegar, años después, al estrato más alto, ¡agentes de la CIA! Por fortuna esos métodos fueron cada vez más rechazados, por el daño que significaron para los seres humanos y los cambios sociales en el siglo XX.

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