Pude sentir una sociedad que está buscando su propio camino de desarrollo con dignidad y soberanía y que, como toda revolución, tiene los problemas propios de una transición compleja y vi a un gobierno en cabeza de Maduro firme y claro en su decisión de no ceder ante la arremetida del FMI.

Zabier Hernández Buelvas
Estuve en Venezuela durante las tres primeras semanas de enero de 2015, en un momento en que desde los supuestos de la derecha imperialista venezolana, se iba a derrocar al gobierno a través de un paro nacional y de la movilización del pueblo en su contra. Ni una cosa ni la otra, sencillamente porque en Venezuela lo que sí hay es una dura guerra económica de los empresarios, industriales (controlan aún el 70% de la producción del país) y de una clase media alta venezolana acomodada y huérfana de privilegios.
Recorrí por carretera desde San Antonio del Táchira, pasando por Mérida, Barinas, Caracas, Puerto la Cruz, Isla Margarita, Valencia, Puerto Cabello, Barquisimeto, Maracaibo y llegando a Machiques frontera con Colombia nuevamente. Compartí con mucha gente del pueblo, del comercio y de la calle, palpé de primera mano el ambiente y pude comprobar que el proceso tiene un alto arraigo popular, que no desconoce las dificultades, que es crítico, que exige más de Maduro y lo compara constantemente con su comandante Chávez. Ellos reclaman mayor decisión contra los saboteadores y terroristas de la ultraderecha, mayor nacionalización, y más eficacia y eficiencia al momento del desarrollo de las políticas públicas sociales y económicas.
Pude comprobar que la guerra mediática es real. Mientras ingresaba al país las cadenas aliadas de los medios de la ultraderecha venezolana, Caracol, RCN y CNN, daban la idea de un país en desmoronamiento, casi al borde de un estallido social y hasta de una guerra civil. Nada de eso existía en la realidad. ¿Tensión? ¿Filas? ¿Nerviosismo? Sí, porque la guerra mediática está dirigida a crear la sensación de escasez, de caos y anarquía, que buscan generar un ambiente propicio para la intervención y el éxito del golpe suave, impulsado por EEUU como método para derrocar al gobierno socialista.
No hay desabastecimiento, no hay hambruna, hay sí una acción de acaparamiento y de conformación de mafias revendedoras ligadas a grupos de choque de la derecha que complementan la estrategia golpista.
Pude sentir una sociedad que está buscando su propio camino de desarrollo con dignidad y soberanía y que, como toda revolución, tiene los problemas propios de una transición compleja y vi a un gobierno en cabeza de Maduro firme y claro en su decisión de no ceder ante la arremetida del FMI. PD: Estuvo acertado impedir la incursión de los expresidentes Pastrana y Piñera, quienes iban en actitud clara de violar la soberanía nacional de Venezuela.