sábado, abril 26, 2025
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¿Qué es la unidad para los comunistas?

Nada es lineal, el proceso es complejo. Pero hay disposición y ambiente para la democracia directa y participativa, que acelere pedagógicamente el enfoque popular sobre la importancia de una gestión responsable en áreas sensibles, como trabajo, seguridad alimentaria, educación y salud

Pietro Lora Alarcón

En su correspondencia con Engels, Marx afirmaba que “en los procesos históricos, 20 años son igual a un día”. Y luego, en sabia advertencia, expresaba: “si bien, pueden venir días que condensan 20 años”.

La táctica revolucionaria, teniendo en cuenta esta dialéctica objetivamente inevitable de la historia humana, consiste en desarrollar la conciencia, la capacidad organizativa y movilizadora de los partidos, sindicatos y demás sectores populares.

Este proceso se lleva a cabo para transitar hacia un tiempo de transformaciones, capaces de modificar substancialmente el contexto de una época de depredación económica, guerra franca, genocidios y odios que alimentan la estigmatización y criminalización del ser humano que lucha por su derecho a existir dignamente.

Suficiencia para responder

Los días que condensan veinte años no surgen por casualidad. Desde una visión dialéctica, examinadora de la lucha de los contrarios, se originan por la quiebra de elementos del sistema dominante. Nacen venciendo las contemplaciones catastróficas y apocalípticas de quien solo diagnostica la crisis y por la acción persistente de los no resignados a ser invisibles. Son esas intenciones resilientes las que agencian formas de organización política que sintetizan las dificultades y ofrecen salidas consistentes ─a corto y largo plazo─ a las reivindicaciones de los pueblos.

Esa acción singular se torna en un largo proceso de experiencias orgánicas, en el cual la unidad de acción política de los partidos juega un papel significativo. Este no se desprende de que funcionen de conformidad con un sistema legal, ni que sean los vehículos para acceder al Estado, sino de su suficiencia para responder, como oposición cohesionada y sistemática, frente al poder del capital.

Que los partidos logren ese alcance de respuesta implica un paso al frente en la dinámica de la unidad, dentro de la lucha política de clases. Sugiere, por lo tanto, la consolidación de un instrumento activo y propositivo, que supere el vanguardismo, el sectarismo y la dispersión, con fundamento en un eje programático objetivo.

Unidad e ideología

Aquí hay un nivel de compromiso diferente, directamente conectado con la capacidad de interpretación del momento político. El régimen orgánico, destinado a atravesar la línea separadora entre la coalición y el partido- movimiento, sin el abandono de las discrepancias de interpretación, en su mayoría coyunturalmente no antagónicas, implica un salto de calidad, que distingue este modelo de unidad de otras formulaciones pasadas.

Para los y las comunistas, la unidad con estas características, rigurosamente articulada a otras fuerzas, es tácticamente valiosa por el impacto de la ejecución coordinada del quehacer político no solo dentro, sino especialmente fuera de los canales institucionales, posibilitando generar un terreno en que la correlación de fuerzas se incline en favor del pueblo.

Es importante comprender que el instrumento unitario no elimina el debate ideológico. Por el contrario, la unidad materializada estimula el ejercicio de la crítica desde perspectivas diferenciadas, en el análisis de las relaciones entre clases y sectores sociales, lo que debe partir no del inmovilismo, sino de la intensidad creativa para vencer el proceso electoral del 2026.

Tampoco reduce la búsqueda de niveles progresivos de convergencia ─frente amplio, bloque social y popular para una revolución democrática─ que permitan alcanzar estratégicamente objetivos renovadores de toda la estructura social y económica del país.

Unidad, paz y democracia

Es prioritario el diálogo con las fuerzas que recusan la cultura enraizada de corrupción y clientelismo de la clase dominante. Más aún, en un país de legítimas resistencias ante el ataque feroz contra el campesinado, de guerra sucia para la exclusión política, de degradación paramilitar y cruentas violaciones a los derechos humanos, la contradicción fundamental reside en la manera de concebir la apertura política al poder popular. Si este es el compromiso es posible juntar esfuerzos en torno a la consigna de la paz y la profundización de la democracia.

Por cierto, la clase dominante colombiana forjó su concepto de unidad, poniéndola en práctica para pacificar sus propias facciones y apelando a una supuesta “identidad nacional”, que reafirmó la naturaleza de clase del poder, excluyó el pensamiento crítico, irradió el anticomunismo y una cultura política deletérea, con un Estado centralizado y violento.

Hoy en día, el pasado inmediato y la perspectiva indican que la unidad en torno al Pacto Histórico es un componente en correspondencia con la dialéctica de la historia nacional, especialmente por la rebeldía popular entre el 2018 y el 2021, la fermentación de resistencias constantes y el rechazo a la guerra y al militarismo, venga de donde venga.

El propio Lenin advertía en sus escritos sobre las tareas inmediatas del Poder Soviético, a comienzos de 1918, lo problemático de proponer cambios cuando no hay acumulados suficientes para la transformación, sustentando que lo central es generar el fortalecimiento de las organizaciones democráticas y la dirección colectiva de la gestión pública urgente.

En el contexto de la ofensiva económica, política y militar de Trump, y ante la esterilidad propositiva de la derecha colombiana ─que alimenta la esperanza de encontrar un refuerzo a sus pretensiones de un Estado policíaco, de vigilancia y criminalización de la lucha social─, gana relevancia la unidad latinoamericana y caribeña para la soberanía y la autodeterminación de los pueblos. Porque también en lo internacional pueden llegar días que condensan veinte años.

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