Decía Julio Cortázar “Una democracia que se siente amenazada por la justicia social es una democracia de nombre, no de hecho.”
Juan Sebastián Sabogal Parra.
En el contexto actual, sus palabras cobran todo el sentido del mundo. Colombia, es un país que se jacta de ser uno de los más democráticos de la región, de hecho, muchos neoliberales, suelen referirse a este país como la democracia más estable de américa latina, sin embargo, tales palabras distan mucho de la realidad.
Aquella cosa deforme, que los liberales decidieron llamar democracia, parecía, tal como plantea Rousseau, una solución para limitar las acciones humanas. Una suerte de pacto social que permitiría a los seres humanos convivir sin la necesidad de matarse, aceptando, eso sí, que existe una mayoría que tiene todas las posibilidades de dar orden frente a una minoría equivocada que debe ceder su perspectiva, por el bien común.
¿Qué diría Rousseau?
Ideas que a todas luces parecieran positivas, beneficiosas, o como diría Nietzsche, ideas que tienden a la vida. Sin embargo, aquella filosofía metafísica, difícilmente tiene la capacidad de dar solución a las problemáticas reales de la población, inclusive a las configuraciones concretas que se materializan en relaciones de poder desequilibradas. ¿Qué diría Rousseau de un patrón que obliga a sus trabajadores a votar por su candidato so pena de perder el empleo? ¿Qué diría Montesquieu, al ver que Álvaro Uribe Vélez, busca dilatar de la manera más grosera el juicio que lleva en contra?¿Qué diría Maquiavelo de los Milei y los Bukele?
Tal vez estoy yendo muy lejos. Pero lo fundamental aquí, es comprender que aquella democracia abstracta, en la que los medios de producción se encuentran a la mano de todos y todas, o aquella en la que se defiende la propiedad privada porque es gracias a ella y el libre mercado, que cualquier ciudadano o ciudadana puede hacerse rico, es simplemente tinta sobre el papel, no es real, ni siquiera ha existido una sociedad en la que dichos procesos se den, sólo habría que mirar la historia un poco para notarlo.
Por el contrario, lo que si puede hallarse en la historia, es explotación, dominación de una clase “ilustrada” sobre una clase supuestamente mucho más vulgar y con tradiciones violentas o viciosas, o por lo menos, ha si lo quieren vender. Y lo venden así con un objetivo claro, afirmar que las clases populares no saben elegir, no pueden pensar más allá de lo que dice el terrateniente o el patrón. Se repite día y noche, por todos los medios de comunicación “es necesario un cambio en la política”, “ya estuvimos en la izquierda, es necesario ir a la derecha”, y todo eso, según ellos, hace parte de un ejercicio democrático superior a cualquier otro país.
Así, la democracia se entiende como hacer caso, si no gana el candidato o candidata de quiénes tienen en sus manos el poder político y económico, significa que hubo un fraude, que la población no sabe elegir, que aquella minoría de Rousseau, debe imponerse sobre la mayoría equivocada; sin embargo, cuando lo que ocurre es lo contrario, se aplauden entre ellos y celebran, así como vimos a María Fernanda Cabal celebrar la victoria de Milei, la de Bukele tal vez no la celebran de manera tan abierta porque fue “militante” del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, entre comillas, porque un militante real no se vende por poder.
De esta manera, la derecha toma el concepto de democracia, ya ni siquiera al nivel metafísico, sólo a nivel de la más vulgar de las propagandas mercantilistas, y lo lleva a decir que todo lo que ellos hacen es democracia, todo lo contrario a ello, será dictadura, eso sí, aman a Hitler en silencio al tiempo que izan banderas de Israel. Aquí, evidentemente, ser consecuentes es lo de menos, lo único que importa es tener el control del poder político y del poder económico, siguiendo evidentemente la línea de los “caudillos” criollos, pero eso es mejor profundizarlo en otro texto.
Historia y democracia
La historia nos da evidencias claras de lo que es o no una democracia, tal vez estos titulares retraten lo que para algunos es un paraíso en la tierra: Entre el 15 y el 20 de julio de 1997, miembros de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) asesinaron al menos a 49 personas en Mapiripán, Meta. Las víctimas fueron torturadas y desmembradas, y sus cuerpos arrojados al río Guaviare. En diciembre de 2024, se encontraron restos óseos de tres personas en La Escombrera, un sector utilizado por paramilitares y agentes del Estado para desaparecer cuerpos durante el conflicto en la Comuna 13 de Medellín.
Tal vez, le podemos dejar a los artistas que construyan obras con estos titulares para hacer memoria de la “maravillosa democracia” en la que ha vivido Colombia. Es claro, que el término democracia está absolutamente desgastado, ha sido tan mal interpretado que es uno de los términos que más se menciona actualmente en los medios de comunicación, sólo hagan el análisis cuando escuchen Blu Radio o RCN, la izquierda, debería hablar mejor del Poder Popular.
Construir un poder desde abajo, con las organizaciones sociales y los movimientos políticos que buscan construir un país diferente, significa organizarse con quiénes han sufrido la cruel violencia que ha llenado los ríos de cuerpos, que ha construido hornos crematorios para que simplemente “no existan pruebas”, esa misma violencia que asesina mujeres trans y suben el vídeo para hacer viral la misoginia y el patriarcado. Ese poder desde abajo, implica pararse en la posición de atacar de frente esa democracia liberal burguesa que ha desplazado campesinos y que ha permitido que la bota militar juegue fútbol con sus cabezas al son de un vallenato.
Así, dada la historia que hemos vivido, lo que necesitamos no es democracia, es poder popular.