martes, abril 30, 2024
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A 60 años de la crisis de los misiles en Cuba

Durante la crisis, Robert McNamara era el secretario de Defensa de los Estados Unidos. Diez años después, expresó su simpatía y apoyo a la política de coexistencia pacífica de la Unión Soviética, la prohibición de las armas nucleares y de destrucción masiva y el desarme general

Reinaldo Ramírez García

El mundo, frente a la guerra de Ucrania, “demuestra que no se han aprendido las lecciones de la crisis de los misiles”. La declaración del exjefe de inteligencia cubano Fabián Escalante a la Agencia RT (Rusia Today) revela que, por orden de Nikita Jruschov, sus colegas soviéticos le entregaron, en mayo de 1962, información detallada sobre los preparativos del gobierno de John Kennedy para invadir la isla, precisamente en el mes de octubre de ese año.

La versión de EEUU sobre la crisis, por el contrario, señala como inicial la fecha 14 de octubre, día en el que el presidente Kennedy recibió fotos de instalaciones de bases de lanzamiento coheteril y calificó el hecho como una grave amenaza para la seguridad de su país y de vastos territorios centro y suramericanos. Por eso ordenó a su flota de guerra impedir el arribo a la isla de naves transportando ese material bélico.

En la alocución presidencial del día 22, Kennedy denunció la amenaza nuclear contra el territorio de Norte, Centro y Suramérica, dio iniciación al bloqueo naval y exigió a la URSS retirar esos artefactos. Después de discretos contactos diplomáticos en la sede de la ONU, el 27, el gobernante soviético ofreció por Radio Moscú, el retiro del armamento nuclear a cambio del compromiso de renunciar a la ocupación militar de Cuba.

Regreso a la distensión

El bloqueo naval se levantó, fue suspendida la invasión y los cohetes fueron evacuados. Semanas después EEUU desmontó varias decenas de misiles de alcance medio instalados en Turquía e Italia, paulatinamente se distensionaron las relaciones entre los dos gobiernos; entró en funciones la comunicación satelital, llamada teléfono rojo, entre los dos jefes de gobierno y Kennedy se disponía a establecer contacto con el gobierno de La Habana, en 1963, cuando cayó asesinado en Dallas, Texas.

Pero el trasfondo de la crisis es más complejo. El “destino manifiesto” de la isla de Cuba era convertirse en la estrella número 50 de la bandera norteamericana, después del estado 49 de la Unión, Alaska, vendida por el Zar ruso en 1867. Por eso cuando estaba culminando la guerra de independencia de España conducida por José Martí, Antonio Maceo y Máximo García, se produjo la pérfida intervención norteamericana de 1898, excluyendo a Cuba de las negociaciones de paz con la Reina Regente María Cristina.

Así Estados Unidos se hizo al dominio de las últimas colonias de España en América y el Pacífico: Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam. Ante el rechazo del pueblo cubano del intento norteamericano, de asumir el gobierno de la isla, intervino en la redacción de su ley fundamental.

Tratado de asistencia militar

Fidel Castro y Nikita Jruschov protagonistas de la crisis de los misiles en Cuba

Con la enmienda Platt, incorporada a la Constitución, el gobierno yanqui adquirió el derecho a intervenir en la vida interna cubana, como lo hizo en varias ocasiones y a la ocupación de Guantánamo. En 1933 Franklin Delano Roosevelt derogó esta enmienda, pero conservó la posesión de Guantánamo.

Fidel Castro, pocas semanas después de la derrota de la invasión mercenaria de Bahía Cochinos, abril de 1961, suscribió el tratado de asistencia militar con la URSS. Le pidió a Jruschov hacer público este instrumento, como factor disuasivo ajustado plenamente al derecho internacional. El gobernante soviético se negó.

Las negociaciones de octubre, adelantadas secretamente en la sede de las Naciones Unidas, excluyeron a Cuba. Tampoco aceptó Nikita incluir la petición cubana de devolución de Guantánamo y la suspensión del bloqueo económico, lo mismo que de todas las acciones lesivas de su soberanía e independencia.

Durante la crisis, Robert McNamara era el Secretario de Defensa. Diez años después de la crisis expresó su simpatía y apoyo a la política de coexistencia pacífica de la Unión Soviética, prohibición de las armas nucleares y de destrucción masiva y el desarme general. En declaraciones a la prensa europea que recibieron amplia divulgación, reconoció que hubo fallas de inteligencia en el estudio de situación.

Subestimaron a Cuba

El Pentágono consideraba que el potencial nuclear norteamericano era superior 12 veces en relación con el soviético y que no había ojivas nucleares instaladas en Cuba. Se subestimaba la potencia combativa del ejército cubano y la organización de la defensa civil para atención de heridos y consecuencias de las acciones bélicas.

Cuando un misil antiaéreo, el sábado 27 de octubre, derribó un avión espía en el oriente cubano y causó la muerte del piloto, Kennedy impartió la orden de invasión a 200.000 soldados para el lunes 29. Jruschov ofreció entonces el retiro de los cohetes a cambio del compromiso de no invadir, levantar el bloqueo naval y cancelar la operación militar.

En el campo de operaciones de Cuba levantaron la alarma de combate los 170.000 soldados, 43.000 miembros de la Agrupación de Tropas Soviéticas y desactivaron 162 cohetes armados con carga nuclear apuntando contra objetivos en territorio norteamericano. El historiador y académico cubano Tomás Díez Acosta afirmó durante un evento en la Unión de Periodistas de Cuba que el personal en armas era de quinientas mil personas, agrupadas en ejército, milicias y diversos grupos voluntarios.

En vez de la inferioridad combativa revelada a McNamara, la URSS disponía de un notable arsenal nuclear, cohetes balísticos intercontinentales y todas sus unidades antiaéreas estaban equipadas con armas anticohete. La oficialidad poseía notables conocimientos científicos y profesionales.

Hoy las dimensiones de la guerra son distintas

La doctrina se estudiaba principalmente en el manual Estrategia Militar del Mariscal Vasili Sokolovski, asesorado por un equipo de especialistas. Sokolovski comandó las operaciones de la Batalla de Moscú contra las fuerzas invasoras nazis y fue comandante en jefe de la zona de ocupación soviética en Alemania.

En la primera y la segunda guerra mundiales, escribe Sokolovski, se realizaron, en lo fundamental, dos tipos de operaciones estratégicas: defensivas y ofensivas. El papel principal correspondía a las tropas terrestres. En la tercera guerra mundial, las fuerzas principales serán las tropas coheteriles estratégicas y de defensa antiaérea y anticoheteril y los submarinos portacohetes.

En la segunda conflagración bastaba con destruir hasta el 20 por ciento de la aviación para hacer fracasar el ataque aéreo. Ahora hay que aniquilar el ciento por ciento de aviones y cohetes. “Un solo avión o cohete con carga nuclear causará enormes daños y destrucciones”.

En síntesis, los estrategas deben preparar “ataques lejanos con proyectiles balísticos nucleares, combinados con acciones de todas las armas”. Hay que acumular “la potencia máxima para asestar un golpe que extermine al agresor en el período inicial de la guerra”.

El régimen político y económico cambió, pero Rusia sigue siendo el país más extenso del globo (17 millones de kilómetros cuadrados) y sus fuerzas armadas, si bien han cambiado de clase política dirigente, mantienen su equipamiento moderno, ahora con cohetería balística hipersónica y más preparadas para la guerra aeroespacial. La Federación de Científicos Estadounidenses reconoce que el potente arsenal nuclear ruso dispone de 1.185 cohetes balísticos intercontinentales, 800 en submarinos portacohetes y 580 en aviones bombarderos. Panorama realmente aterrador.

Solo nos queda soñar con Pablo Neruda, el poeta de América:
Que nada de esto pase.
Que despierte el leñador.
Que venga Abraham con su hacha
Y con su plato de madera
a comer con los campesinos.

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