“El hombre que de su patria no exige más que un palmo de tierra para su sepultura merece ser oído y no solo ser oído sino también, ser creído”

Libardo Muñoz
En la noche del 21 de febrero de 1934, cayó acribillado Augusto César Sandino, por orden del embajador de Estados Unidos en Nicaragua, Arthur Bliss Lane. Para tenderle la celada a Sandino se tuvo la complicidad interna de Anastasio Somoza García, iniciador de la tenebrosa dinastía del horror que hundiría a Nicaragua en una noche de pesadillas y de ignominias contra el pueblo del poeta Rubén Darío.
Faltaría mucha sangre de campesinos, obreros, estudiantes, indígenas, mujeres y recién nacidos por correr en pueblos, cárceles y calles de toda Nicaragua, mientras la burguesía y los magnates de la United Fruit Company se hartaban la panza de viandas refinadas y se alcoholizaban con sus mujeres inescrupulosas.
Sandino, en el momento de caer, víctima de la traición y del exceso de confianza personal, había logrado varias victorias militares sobre el invasor estadounidense que jamás pudo descifrar su estrategia de combate.
Sandino fue citado al palacio presidencial donde cayó hace ya 81 años.
Desde la selva de Nueva Segovia Sandino se hizo invencible y al presidente Hoover no le quedó otro camino que retirar sus tropas, pero dejó la orientación a sus lacayos internos para asesinar al gran combatiente patriota.
Hoover no podía creer que Sandino, quien nunca tuvo formación militar, al mando de un ejército de menos de diez mil soldados improvisados, con algunas mujeres, dotados de armas precarias, hubiera sacado del país a una enorme fuerza bien uniformada, bien calzada y apoyada con una logística superior en armas y alimentos originaria de la unión que comenzaba a mostrar sus fauces insaciables en la región.
Las tropas patriotas de Sandino, por su arrojo y las limitaciones en armas y pertrechos, fueron pronto conocidas como “el ejército loco”.
El nombre completo de Sandino que poco ha trascendido históricamente fue Augusto Nicolás Calderón Sandino. Su adolescencia transcurrió entre cafetales, como ayudante de su madre, con quien cumplía agotadoras e interminables jornadas de recolección del grano por una paga exigua, donde conoció las injusticias de un régimen entreguista de los recursos del país al imperio de EEUU.
Toda la lucha comandada por quien iba a ser conocido como “El General de Hombres Libres” se desarrolló entre 1920 y 1930. A Sandino se le considera el autor del “Primer Vietnam” sufrido por fuerzas imperialistas de Estados Unidos en el siglo XX que huyeron de Nicaragua el 1 de enero de 1933, derrotadas por un “ejército loco”.
Niquinohomo, el pueblo pequeño de campesinos sencillos, ariscos y laboriosos, donde Sandino nació y como él mismo era, recordó a su célebre hijo con una declaración que hoy es un documento desbordante de heroísmo y claridad política. Allí se firmó la “Declaración de Niquinohomo” sustentada por centenares de organizaciones populares que coincidieron en que la miseria, la opresión del capitalismo mundial, la explotación y el racismo no desaparecieron con el fin de la llamada guerra fría, puesto que el neoliberalismo ha sacado a relucir nuevas y refinadas formas de agresión, llevando al mundo al borde de una guerra mundial con grave peligro para las relaciones respetuosas entre los países.
“La doctrina neoliberal responde en realidad a intereses económicos y políticos de quienes están dispuestos a una mayoría de la humanidad para mantener una diabólica y vertiginosa carrera detrás de la acumulación de riquezas en magnitudes inimaginables.
“La única manera de salvar a la humanidad de una segura autodestrucción es poner la satisfacción de las necesidades humanas y no la ganancia y el lucro individuales como la prioridad básica de la sociedad futura” dice el documento de Niquinohomo.
Sandino dejó dicho que una soberanía no se discute sino que se defiende con las armas en la mano. “Este movimiento es nacional antiimperialista. Mantenemos la bandera de libertad para Nicaragua y para toda Hispanoamérica”, dijo en uno de sus varios pronunciamientos.
A los 81 años de su asesinato bajo la traición somocista es bueno recordar una porción del pensamiento de Sandino: “La única que quedará hundida para siempre es la injusticia y quedará el reino de la perfección, el amor, con su hijo predilecto, la justicia divina. El hombre que de su patria no exige más que un palmo de tierra para su sepultura merece ser oído y no solo ser oído sino también, ser creído”, dijo Sandino.