sábado, abril 12, 2025
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Baobabs, árbol mítico y literario

Comunidades en todo el mundo lo relacionan con resiliencia, longevidad, sabiduría, resistencia, persistencia, fuerza y determinación. Capaz de enfrentarse a los dioses, esta especie alimenta leyendas y mitos que lo mantiene en un halo de misterio y veneración

Zabier Hernández Buelvas

Desde la lectura de El principito, este árbol se popularizó como una especie de leyenda que, en la gran obra de Antoine de Saint-Exupéry, remite a la preocupación de mantener un equilibrio en el planeta. En mi caso, quedé maravillado de un árbol que cortaban y volvía a crecer y que podía ser tan alto y grande como un planeta. No sabía que eso se llamaba resiliencia.

“¡Niños! ¡Tengan cuidado con los Baobabs!, es para advertir a mis amigos sobre este peligro cercano, desconocido tanto para ellos como para mí, que trabajé tanto en este dibujo. La lección brindada bien valía la pena. Ustedes quizá se preguntarán ¿por qué no hay en este libro otros dibujos tan grandiosos como el dibujo de los Baobabs? La respuesta es muy simple: lo intenté, pero no lo pude lograr. Cuando dibujé los Baobabs estuve animado por un sentimiento de urgencia” (Capítulo V, El Principito).

Paradójicamente, los baobabs y El Principito no se llevaban nada bien. Una de las lecciones de su autor es que los seres humanos tenemos miedos interiores y profundos, que debemos reconocer, tratar y resolver.

El baobab, como los problemas, no hay que dejarlos crecer, dura confirmación en la obra de Exupéry. Podría decir que cuando lo leí quedé fascinado por el gigante, más que por el principito y sus aventuras y disciplina en el pequeño planeta. Me dolió reconocer que en la obra se muestra como algo negativo y un peligro existencial.

Veneración espiritual

En África, continente del cual es originario el gigante árbol, este es venerado y catalogado como el “Árbol de la vida”, al que se asume como generador de longevidad, sabiduría, resistencia, fuerza y determinación. Visión totalmente contraria a la de El Principito que, además, remite a las profundas diferencias entre la concepción occidental y la cosmogonía africana. Dos mundos contrapuestos, el francés que ve el baobab como peligro y el africano que lo ve como amigo y parte de su espiritualidad.

Las culturas africanas ven el árbol como expresión de hermosura, de la esperanza de los pueblos, ser que provee fuerza y determinación para obtener victorias en medio de la escasez y la injusticia. Para los africanos más que detenerse en su origen, lo asumen como estar siempre de pie, dispuesto a afrontar las tormentas y posicionarse bien alto para divisar los acechos extraños que puedan amenazar sus vidas y sus culturas.

Sembrado al revés

El baobab es realmente un árbol problemático en cuanto a las versiones sobre su origen. Alrededor de este hay cientos, tal vez miles, de historias, leyendas y mitos.

Samaki Safaris, un portal africano de viajes, plantea que “En Burkina Faso, la leyenda cuenta que fue la divinidad quien decidió replantar el árbol del revés para evitar que el inquieto baobab se trasladara sin descanso. Y también encontramos esta interpretación en una leyenda nigeriana, donde a diferencia de las anteriores, es un cazador furioso quien le da la vuelta”.

El mismo portal informa que “En el Congo encontramos una historia diferente. Cuando en la creación los árboles fueron plantados, el baobab no quedó satisfecho con el lugar que le había sido adjudicado por la divinidad. En primer lugar, se quejó de la humedad que había, por lo que dios lo trasplantó en las Montañas de la Luna, un lugar que tampoco le pareció correcto.

»Harta de sus quejas, la divinidad lo arrancó y lo lanzó lejos, cayendo boca-abajo en las zonas más secas del mundo creado. En una versión recogida en el Kilimanjaro, el baobab gimoteaba por no verse en su reflejo acuático tan colorido como los demás árboles”.

En Madagascar, el árbol es considerado un ser inconforme e insatisfecho.  La leyenda cuenta que el gigante no le gustaba su propio aspecto, se miraba y él mismo no se gustaba. Se quejaba y se quejaba, que era gordo, sin grandes hojas ni flores vistosas y coloridas, se decía que su corteza parecía la piel arrugada de un viejo elefante.

Dios que estaba feliz con su creación, que veía que su árbol era diferente, se enojó y castigó la quejadera del árbol. Lo arrancó y lo volvió a sembrar al revés. El baobab ya no pudo verse más a sí mismo ni a los demás y se le acabó la quejadera.

En general, el baobab tiene un valor sagrado en las culturas africanas, asumido como árbol mágico, árbol farmacia o árbol de la vida. También se cree que solo los más sabios de las tribus que existen en este continente pueden subirse a sus ramas para recoger frutos y hojas.

El “ba hobab”, sus propiedades y usos

El portal Baobab Travel cuenta que fue descrito por primera vez por un europeo, Prospero Alpino, en 1592, en De plantis Aegypti liber (libro sobre plantas de Egipto). El término baobab se usó por primera vez en este libro como “ba hobab” (con origen en la palabra árabe “bu hibab” que significa “fruto con muchas semillas”).

Pasó a llamarse “baobab” a partir del siglo XVII. Su nombre científico, Adansonia, es un homenaje a Michel Adanson, naturalista y explorador francés que fue el primero en describir la especie africana.

De grueso tronco, corteza dura, sus hojas y frutos son agua y alimento tanto para humanos como para animales. Alcanza alturas hasta de sesenta metros, con diámetros que llegan hasta los quince metros, características que lo hace incluso habitable por algunas tribus de África, es decir, familias que viven dentro su tronco. Pueden llegar a vivir hasta 1.500 años.

Los baobabs sirven como hogares para muchas especies de orquídeas, lémures, pájaros y reptiles que pueden pasar toda su vida sin ver el mundo exterior.

Es comestible. Es considerado un superalimento rico en vitamina C, calcio, potasio, antioxidantes. Sus hojas son una excelente fuente de vitamina A, calcio, hierro, magnesio, manganeso, molibdeno y fósforo. Las semillas son ricas en proteínas.

El Principito está equivocado, no son un peligro, son la garantía de la vida en el planeta. A propósito, ¿qué será del baobab que hace unos años empezó en el Jardín Botánico de Bogotá?

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