El 27 de febrero se cumplen 33 años de la masacre de “La Brasa Roja” en Bogotá, donde cayeron Teófilo Forero, Leonilde Mora, Antonio Sotelo y José Toscano. VOZ reproduce el último editorial escrito por el inolvidable secretario de organización del Partido Comunista para la edición 1526
Teófilo Forero
Sigue el avance y ampliación de la ola de violencia que azota al conjunto de las corrientes democráticas y de la representación sindical.
El gatillo de la violencia reaccionaria y del sicariato militarista, ha descargado ahora sus balas asesinas contra nuestros líderes sindicales: Fermín Meléndez, dirigente del Magisterio en Tolú, Sucre; Francisco Dumar, presidente de Sintrava en Montería; Jorge Eliécer Agudelo, fiscal de Sintrametálicas de Palmira y Luis Eduardo Yaya, presidente de la Federación Sindical de Trabajadores del Meta.
Esta ofensiva de eliminación de dirigentes sindicales, se incrementa aceleradamente en momentos en que el gobierno, con sus alzas de precios en todos los artículos y servicios, golpea los ingresos de vastos sectores sociales. Entre tanto, la patronal monopolista registra fabulosas ganancias y niega a los trabajadores elementales reivindicaciones. Por último, como algo que no puede faltar y que complementa lo anterior, todo el aparato bélico se moderniza y se incrementa el pie de fuerza.
Este aspecto tiene como expresión inmediata la ejecución de operativos militares que tratan como “subversiva” a toda persona honesta, trabajadora e independiente que no se preste para encubrir atropellos, desapariciones, crímenes, amenazas y persecuciones.
Protesta y rechazo
No hay que esperar a que se presenten los hechos de violencia, terrorismo y atropellos contra el movimiento sindical para desplegar la protesta y el rechazo. Esta debe preverse por cada organización sindical, más que todo en lo que atañe a la protección de los dirigentes y de la vigilancia de las sedes y sitios de trabajo, creando comisiones de trabajadores de todas las tendencias que se ocupen de salvaguardar la vida de sus dirigentes y activistas y estorbar la acción de los mercenarios paramilitares. A esta tarea hay que acudir con lo necesario, comenzando por acatar las orientaciones que impartan los trabajadores en sus asambleas y reuniones.
Ante esta crítica situación la solidaridad de los trabajadores y sus organizaciones tendrá que tener mayor amplitud y energía. Hay que hacerla sentir oportunamente y con iniciativas audaces, afectando la producción y la actividad laboral, paralizando vías públicas con las protestas y movilizaciones y con pronunciamientos que, una y otra vez, pongan el acento en unir esfuerzos con la acción de masas, para derrotar la guerra sucia.
La toma del Ministerio del Trabajo por el Comité Ejecutivo de la CUT, es una experiencia positiva que debe asimilarse por el movimiento sindical, así sus resultados no pasen de arrancar del gobierno declaraciones de intención ante la barbarie que ejecutan reconocidas bandas de sicarios y paramilitares.
Ante la guerra sucia y su ascendente actividad criminal, hay que redoblar y acelerar la respuesta de masas, de protección de la vida y de las organizaciones, levantando a la vez la lucha por alza de salarios y por las reivindicaciones sociales del movimiento obrero.