lunes, marzo 18, 2024
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Se dispararon los precios

Al finalizar abril la inflación anual alcanzó 9,23% superando la de los cuatro primeros meses de 2021. Cuando llegó la pandemia, empezando por Estados Unidos, algunos países abandonaron las recetas neoliberales para controlar la inflación. En Colombia, más de lo mismo en materia de política económica y de lucha contra el desaforado incremento de los precios

Carlos Fernández

Un fantasma recorre, nuevamente, el mundo: es el fantasma de la inflación. Desde los años 80s y 90s del siglo pasado, el mundo no vivía un crecimiento del índice que mide la variación de los precios como el que se está viviendo ahora. Se presentaban, contemporáneamente, casos puntuales de hiperinflación, como Venezuela o Argentina, motivados por presiones políticas de los centros de poder económico mundial y erráticas medidas monetarias y fiscales, pero, en general, la inflación había dejado de ser un problema para el conjunto de la economía internacional.

Si bien las tasas de inflación alcanzadas en lo que va corrido del año no se pueden comparar con las observadas en tales décadas, la comparación con el pasado reciente justifica los temores de las autoridades económicas y políticas a nivel mundial.

La mayor parte de los analistas atribuyen esta situación a dos fenómenos: la pandemia y la guerra en Ucrania. En realidad, estos dos acontecimientos no han hecho otra cosa que develar y acentuar una situación estructural que se venía dando con antelación. En efecto, la globalización hace que los fenómenos nacionales o regionales se trasladen rápidamente de un lugar a otro y abarquen el conjunto del planeta.

De otro lado, la competencia económica entre potencias ha llevado a un debilitamiento de la potencia dominante, los Estados Unidos de América, lo cual, por una parte, la ha hecho más vulnerable a la elevación de sus costos de producción y de sus importaciones y, de otro, ha puesto en entredicho su moneda como divisa de referencia mundial.

Política antiinflacionaria

Cuando llegó la pandemia, buena parte de los países abandonaron las recetas neoliberales de control de la inflación y de la deuda. Empezando por Estados Unidos, se desarrollaron programas que implicaron, ora la expansión de la masa monetaria (principal factor inflacionario, según los monetaristas de hace 40 y 50 años), ora el incremento de la deuda y el establecimiento de tasas de interés iguales a 0% e, incluso, negativas, ora, lo más frecuente, una combinación de ambas.

En Colombia, como lo hemos analizado en artículos anteriores, se hizo algo similar: se financiaron unos tímidos programas de subsidio a los ingresos de la gente que implicaron una elevación sustancial de la deuda.

Claro que siempre se pensó que estas medidas serían temporales y que se volvería a la «sana» política anterior al covid. Por eso, ante la perspectiva de una disminución acelerada del consumo y el cierre obligado de una enorme cantidad de negocios que, previsiblemente, provocaría la cuarentena, el Banco de la República empezó a disminuir su tasa de intervención de política monetaria (la tasa a la que les presta a los bancos y que determina, entre otras cosas, la tasa de interés que estos le cobran al público), con el fin de evitar caídas catastróficas de la actividad económica.

Esto no se logró, pero permitió que los agentes económicos con solvencia suficiente para mantener su actividad no tuvieran problemas aún mayores para permanecer en el mercado, mientras desaparecían cientos de miles de micros, pequeñas y medianas empresas para las que el acceso al crédito es limitado o no existe.

Pero resulta que la pandemia implicó una serie de obstrucciones en la cadena mundial de suministros y muchos productos de consumo o materias primas empezaron a escasear y sus precios a elevarse.

Luego, a partir de 2021, empezó el proceso de reactivación económica que, en el caso de Colombia, se ha dado sin que se recuperen plenamente el nivel de empleo previo a la pandemia y con unos movimientos inflacionarios que implicaron que, mientras a fines de marzo de 2020, la tasa de inflación anual fue de 3,86%, en marzo del año siguiente descendió a 1,51% y, al finalizar 2021, ya estaba en 5,62%. En marzo del presente año, la inflación se había elevado a la preocupante cifra de 8,53%. El dato de abril de 2022 es aún más preocupante: 9,23%.

En su ortodoxia neoliberal, el Banco de la República ha venido manejando su tasa de intervención con el criterio exclusivo de controlar con ella la inflación. El cuadro No. 1 muestra el comportamiento más o menos simétrico de estas dos variables.

Cuadro No. 1

TASA DE INFLACIÓN Y TASA DE INTERÉS DE INTERVENCIÓN
FECHA INFLACIÓN ANUAL TASA DE INTERÉS
Marzo de 2020 3,86% 3,75%
Marzo de 2021 1,51% 1,75%
Diciembre de 2021 5,62% 3,00%
Marzo de 2022 8,53% 4,00%
Abril de 2022 9,23% 5,00%
Fuente: DANE y Banco de la República

 

El papel del Banco de la República

Al tener como meta casi única el control de la inflación, el banco central deja de lado consideraciones de tipo estructural que impiden una política más acorde con los intereses de los sectores más vulnerables. Al atacar la inflación con la tasa de interés, se desestimula la actividad económica y, por ende, el empleo.

Claro que una inflación desbordada afecta más a los sectores más pobres pero es posible establecer políticas que, controlando la inflación, no descuiden el crecimiento de la economía, políticas que tienen que ver con la operación de una institucionalidad crediticia que atienda las necesidades de los productores más vulnerables, mucho más si se tiene en cuenta que la guerra en Ucrania ha desencadenado otros factores inflacionarios a nivel mundial que afectan al país en forma directa (elevación del costo de los fertilizantes y de algunos productos cerealeros) e indirecta (elevación del precio de los alimentos importados).

Desglose de la inflación a abril

Al finalizar el mes de abril del presente año, la inflación anual alcanzó, como ya se dijo, un crecimiento anual de 9,23% (cuadro No. 2). A esta fecha, la inflación, en lo que va del año, había superado la inflación de los cuatro primeros meses de 2021. O sea que la perspectiva no es halagadora. Y si bien hemos hablado más arriba acerca de la necesidad de buscar fórmulas que permitan controlar la inflación sin afectar la actividad económica, no es menos cierto que la inflación no se comporta lo mismo con los distintos grupos sociales.

En efecto, el rubro cuyos precios más crecieron fue el de los alimentos y bebidas no alcohólicas, con un espectacular 26,17% de crecimiento anual. En lo que va corrido del año, este rubro alcanzó un crecimiento de 13,25%, es decir, que el cacareado incremento del 10% del salario mínimo, decretado al finalizar 2021, ya fue consumido por la inflación total y, particularmente, por la inflación de los alimentos, que es el rubro en el que los pobres gastan la mayor parte de su ingreso.

Ya se ha señalado cómo el país, gracias a la política de las élites en el poder, dejó de producir una parte importante de los alimentos que consume la población y se ha dedicado a importarlos en una cuantía que llega ya a los 15 millones de toneladas de alimentos importados anualmente. En una coyuntura internacional como la que se vive, la política de destrucción de la capacidad de producción de alimentos mediante el cultivo de la tierra y la producción de nutrientes para la agricultura y la ganadería «clama al cielo» por su irracionalidad. Pero es la irracionalidad del capitalismo atrasado y dependiente del país.

Otro rubro que, en consonancia con la situación internacional, vio crecer desmesuradamente sus precios fue el de electricidad, gas y otros combustibles (14,33% anual). El país no pudo aprovechar la elevación de los precios del petróleo para elevar sus exportaciones y sus recursos fiscales en la medida en que disminuyó su producción y en que el uso de las reservas de petróleo de Estados Unidos y Europa para remplazar el petróleo ruso impidió un crecimiento mayor de su precio.

Así y todo, el crecimiento señalado afecta de manera importante el presupuesto de las familias de los trabajadores formales y precarios que constituyen la fuerza de trabajo del país. Y el gobierno nacional sigue a pie juntillas las tradicionales recomendaciones del Fondo Monetario Internacional. O sea, más de lo mismo en materia de política económica y de lucha contra la inflación. El cambio debe ser en primera.

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