Pietro Lora Alarcón
Decía Marx que “entre derechos iguales, decide la fuerza”. Se refería a la relación de clase entre capital y trabajo que se refleja en el papel regulador del Estado. Por eso, la lucha político-electoral, bajo anticipadas reglas del juego, es por dirigir el aparato estatal decidiendo sobre las condiciones y el valor de la fuerza de trabajo, la forma de obtención de ganancias y el grado de aceptación de las vías de resistencia popular, en un régimen de aparente igualdad para exigir derechos y una moldeada arquitectura institucional.
En el panorama internacional, que implica, entre otros temas, analizar los resultados de esa lucha en Francia y Reino Unido y la contienda estadounidense, conviene tener presente estas premisas, localizadas en la matriz de la comprensión científica de la realidad. Los resultados y las proyecciones electorales expresan posiciones de clase. No es apenas, como en algún momento lo presenta la gran prensa, un debate entre liberalismo versus conservadurismo cultural. Aunque sí hay nexos históricos entre el patriarcalismo, el racismo, la xenofobia y la explotación como manifestaciones estructurales de sociedades capitalistas.
Esa misma perspectiva es esencial para descifrar las causas de las agresiones y genocidios actualmente en desarrollo, porque desnudan su sentido social. El carácter de una guerra se define teniendo en cuenta la clase que la sostiene. Así, la naturaleza imperialista y de clase de los crímenes contra la humanidad de la OTAN y de Israel se identifica en las evidentes intenciones de repartir territorios para expandir dominios neocoloniales en pleno siglo XXI.
De ahí que las exigencias de una paz inmediata por gobiernos e instituciones del sistema internacional, o el fallo reciente de La Haya, pero especialmente la movilización popular, que no hace concesiones a los que legitiman la prolongación de la guerra, son contribuciones para quebrar esos propósitos.
En este contexto, la realidad regional se conecta a la global como eslabón dentro de la cadena de lazos construidos por la estructura hegemónica de poder. No deja de ser insultante que en las resoluciones del Comando Sur se hable de su “jurisdicción” en 31 países de América Latina y el Caribe, o sea, de su capacidad de juzgar y decidir sobre paz, seguridad y defensa a través del mecanismo de “asociaciones estratégicas”.
Es importante recordar esta situación en el análisis de la supuesta igualdad de condiciones políticas y de gobernabilidad de los sectores democráticos. Y, por eso, hablar de las elecciones en Venezuela no es tan simple como algunos piensan.
A propósito, felizmente por el sur de América, el Frente Amplio uruguayo venció las primarias el 30 de junio y puede ser gobierno el 27 de octubre. Aunque parezca complejo el panorama, es fundamental partir de premisas sólidas que levanten con firmeza el internacionalismo y la solidaridad, en favor de la resistencia y por los derechos de los pueblos.