María Elvira Naranjo Botero
El pasado 17 de enero se conmemoraron 50 años de la recuperación de la espada. Ese día en los actos públicos realizados en la Quinta de Bolívar, con una asistencia nutrida de militantes veteranos y jóvenes simpatizantes, la espada, acompañada del batallón Guardia Presidencial, desfiló nuevamente en su urna como había ocurrido el 7 de agosto del 2022 en la posesión del presidente Gustavo Petro.
Debe recordarse que en esa ocasión ante la negativa del saliente Iván Duque, se suspendió la ceremonia en la Plaza por cerca de 15 minutos, durante los cuales se oyó la interpretación musical de la famosa pianista negra Teresita Gómez. El nuevo presidente dio su primera orden y logró exponer públicamente la espada, en un acto de gran emotividad que de cierta manera reivindicaba la validez de tantas décadas de lucha y la importancia de la espada de Bolívar como expresión de la soberanía nacional.
Con la hazaña de empuñar la espada en 1974, el M-19 se dio a conocer públicamente y expresó su intención de ser la primera organización revolucionaria armada que se proclamaba como bolivariana, años antes de que Chávez en Venezuela o las Farc en Colombia lo hicieran. La recuperación de la espada con la consigna “Bolívar, tu espada vuelve a la lucha”, trascendió las fronteras nacionales y se convirtió en “Alerta, alerta, alerta que camina / la espada de Bolívar por América Latina”.
Esta hazaña tuvo una importante carga simbólica para los jóvenes militantes de izquierda de la época, inscritos ideológicamente en un marxismo eurocéntrico que despreciaba la figura del Libertador, pregonaba la abolición de la propiedad privada y le asignaba a la clase obrera el papel de ser la única vanguardia revolucionaria. La recuperación de la espada y la propuesta política del M-19 fueron para muchos revolucionarios un punto de quiebre, de ruptura con esquemas obsoletos y alejados de nuestra realidad nacional y latinoamericana.
En 1974, la propuesta del M-19 resultaba innovadora y bastante atractiva. No se definían como una vanguardia, promovieron la conformación de una coordinadora guerrillera y buscaron alianzas con las demás organizaciones de izquierda. Diez años antes que Belisario Betancur, afirmaron que la miseria y la injusticia social eran la causa del conflicto armado e invitaron a realizar un gran diálogo nacional con todos los sectores sociales y políticos. Impulsaron la búsqueda de la paz con la perspectiva de construir un país de propietarios libres, donde los campesinos sin tierra pudieran acceder a ella y los destechados urbanos obtuvieran vivienda digna.
El escritor Darío Villamizar en su obra Jaime Bateman, biografía de un revolucionario, narra los años de militancia de Bateman en la Juco y en el PCC y describe el difícil momento que pasó el flaco por su expulsión del Partido en 1972, acusado de divisionismo cuando toda su actividad política la había hecho siempre bajo la orientación del Comité Central y manteniendo una permanente interlocución con figuras como Álvaro Vásquez del Real. Según Villamizar, “Para Bateman fue muy doloroso separarse de esa trilogía que constituían la Juco, el Partido y las Farc”. Tanto el flaco como Álvaro Fayad, Luis Otero, Elvencio Ruiz, los hermanos Carvajalino y el mismo Carlos Pizarro iniciaron su formación política en la Juventud Comunista, transitaron por las Farc, fueron fundadores del M-19 y por tanto, participaron, directa o indirectamente en la recuperación de la espada de Bolívar.