jueves, marzo 28, 2024
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Arte y cultura como derecho humano

El ser humano que crea modos de vivir y comunicarse, también construye universos inverosímiles, explora nuevas sensibilidades y funda espacios donde se posiciona como ser político con derechos

Haydeé Marín Álvarez

Si asumimos que toda conducta humana aprendida es cultura y que por lo tanto el arte hace parte de la misma, estamos frente a un asunto que transversaliza todos los aspectos de la vida.

Por eso la cultura y el arte no pueden ser temas de poca monta en el ámbito político. Es decir, no pueden ser relegados a una frase hueca de “defendamos el arte y la cultura”, como tampoco puede reducirse a “el arte es la cultura”. El arte hace parte de ella, pero no es ella misma.

Acciones humanas

Hablar de arte es tocar el ser, la interioridad y la mismidad de la humanidad. Las personas crean desde su pensamiento el objeto de arte, cualquiera que este sea, con el uso de los distintos lenguajes corporales, orales y espaciales con la participación de todos los sentidos. Se incorporan ahí lo visual, lo auditivo, lo táctil, lo olfativo y lo gustativo. Por cada uno de estos medios hace presencia la cultura, ahí están las conductas aprendidas.

Entonces el arte y la cultura no son abstracciones teóricas, son acciones profundamente humanas que partiendo de la mismidad se comunican con la otredad y aparece el campo de la relación social a través del objeto de arte.

La obra de arte, sea cual fuere, cobra su mayor valor e importancia por su función social. Sea tangible o intangible crea un valor espiritual para el humano, sensibiliza, amplía la visión del mundo y crea canales de comunicación entre iguales y contrarios. Esto es una función social y política, es uno de los puntos que los que ejercen el poder tienen que entender.

Políticas humanas

Los creadores de arte y cultura venimos de una larga historia de políticas públicas construida por gobiernos que no tenían visión sobre el papel en la construcción del Estado nación. Uno de los indicadores más protuberantes que confirma dicha desgracia, son los presupuestos ínfimos que se repartían por medio de dudosos concursos, cifras que resultan vergonzosas y humillantes, pero más grave aún, la constante demostración de una mentalidad pobre y atrasada del arte y la cultura como espectáculo, como show y como vil cenicienta utilitaria de la política y el poder.

El primer indicador de un verdadero cambio hacia una política pública humana del arte en el desarrollo del actual Gobierno nacional debe ser el aumento exponencial del presupuesto real para las políticas y programas para todas las generaciones. Un trato digno a todas las artes, las disciplinas y los creadores, empieza allí, por el lugar que ocupan en el gasto público.

La creación como derecho humano

El arte es una parte de la cultura que tiene la potencialidad de ser vehículo de formación y educación en todos los campos del saber. Un individuo con sensibilidad artística, entiende con más objetividad la diferencia y busca canales de relación distintos a la violencia, sin que por ello abandone sus ideales de lucha.

Un creador o creadora es un ser político y desde su obra plasma la realidad social con otros lenguajes, y lo hace como lo tendrían que hacer los que ejercen la política como oficio, a veces con una visión más crítica, pero desde lo estético. El ser humano que crea propone y construye modos de vivir y comunicarse, construye universos inverosímiles, explora nuevas sensibilidades y funda espacios donde el arte, la poesía, el cine, la plástica y la música establecen nuevas relaciones humanas, se planta como ser político con derechos. Por esa vía el arte y la creación se definen como parte esencial de los derechos humanos.

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