miércoles, mayo 15, 2024
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Marica y comunista por siempre

En un acto de desagravio, el PCC en su 23 Congreso le restituye los derechos militantes a León Benhur Zuleta y reconoce su lugar en el seno de la memoria histórica de las luchas sociales y políticas del país. Se compromete a actuar en consecuencia con su acervo teórico y combatir toda forma de opresión y expresión de homofobia o transfobia en el seno del PCC o la sociedad

Carolina Tejada
@carolltejada

El 23 Congreso del Partido Comunista Colombiano, PCC, no solo se realizó en un momento crucial para los sectores democráticos y populares del país, sino que también, se dio en medio de los debates más contemporáneos alrededor del lema de su congreso: unidad para el nuevo poder. También fueron parte de la agenda de los cuatro días de trabajo el reconocer públicamente los errores cometidos en el tiempo relacionados con prácticas machistas y homofóbicas en contra de dirigentes en la vida del PCC.

Y, en medio de un acto de desagravio, el congreso reconoció la responsabilidad histórica frente al caso particular de León Benhur Zuleta, quien se expulsa de las filas comunistas, tal como él lo relata en varias de sus entrevistas, y que, sin que se haya podido corroborar en algún acta o documento interno, el PCC, le restituye los derechos militantes y reconoce el lugar de León en el seno de la memoria histórica de las luchas sociales y políticas en el país.

Un irreverente comprometido

León Benhur Zuleta, nacido en Itagüí, Antioquia, el 18 de noviembre el 1952, creció en medio de una sociedad desigual, conservadora y patriarcal, pero en ella supo asumir con entereza su condición de ¡marica! y revolucionario. Rompiendo estereotipos e incidiendo en diversos espacios sociales, de la academia y de los y las comunistas. Desde su adolescencia fue dirigente estudiantil de secundaria, ingresó a la Juventud Comunista Colombiana, JUCO, inicialmente en el Liceo de la Universidad de Antioquia y luego en el mismo Claustro Universitario, donde desarrolló sus estudios en Filosofía y Letras. La historia de León fue una historia de lucha por la liberación de la sexualidad y los derechos de las personas disidentes sexuales y de género en Colombia.

No fue cualquier León. Muy seguramente su paso por las filas comunistas le dio ese toque estratégico en la lucha, pues él supo combinar varios elementos que hicieron que su lema: “Sin libertad sexual, no hay libertad política”, tuviera mayor trascendencia de cara a las transformaciones estructurales del país. Por un lado, puso en el debate público la reflexión teórica sobre la homosexualidad. Irrumpió en la esfera pública de manera desafiante e irreverente con la movilización y el activismo callejero y, además, fue el promotor de El otro, un medio de difusión del Movimiento de Liberación Homosexual, como él mismo lo llamaba, con el fin de difundir las ideas y ampliar los límites del movimiento. Este medio se difundió entre 1977 y 1979. Y aunque no se sabe con certeza las dimensiones de dicho movimiento, se puede decir que fue el de mayor incidencia en la historia del país.

Un revolucionario, un ensayista, un político y un poeta, así lo recuerdan algunas personas que en algún momento de su vida se lo cruzaron en medio del activismo político, e incluso en un acto cultural, un recital de poesía como los que organizaba, desafiando a la sociedad conservadora de la ciudad, en una taberna en el centro de Medellín. La taberna, cuyo gestor de la iniciativa fue León, a finales de los años ochenta, sin tapujos, se llenaba de los y las militantes comunistas, sindicalistas y otros sectores que llegaban a departir: “Era el lugar en donde confluía la gente porque se identificaba con ese sitio de encuentro para hablar de política y compartir en medio de las actividades culturales”.

Y era el espacio para el activismo abierto de las libertades sexuales, “un proyecto subversivo, porque fue en una época muy dura en donde la derecha camandulera quiso acabar con la izquierda, pero también con estos sectores subversivos y diversos”, confirma quien asistía a los espacios para entonces como militante de la JUCO. Era un hombre auténtico, con carisma y un romántico: “llegó el sol a Medellín” le escribió en una postal a un dirigente de la JUCO de Santander en medio de un encuentro nacional de jóvenes que se realizó en la ciudad de la eterna primavera en agosto de 1993. Paradójicamente el sol dejó de brillar para León, pues días después de escribir estas letras, fue asesinado en su casa, el 23 de agosto de 1993.

Desagravio a un referente nacional 

El PCC, en el marco de su magno evento, en un acto de desagravio reconoció que: “lamentablemente, tanto en el PCC como en la JUCO de la época no existía comprensión sobre la naturaleza de la opresión sexual que el sistema patriarcal y capitalista ejerce sobre los cuerpos y su funcionalidad para la explotación del capital” y que, en ocasiones, ha sido innegable la abierta o soterrada “discriminación a personas que como él no dudaban en transgredir la norma obligatoria de la heterosexualidad y de los roles de género impuestos, y que en las filas partidarias era un hecho la homofobia, alejando de la lucha revolucionaria a cientos de mujeres y hombres honestos y comprometidos con los cambios en Colombia”.

Además, que en las filas comunistas circulaba la teoría de que los comportamientos que “se enfrentaban la norma heterosexual y confrontaban los roles de género patriarcales, eran vicios pequeños burgueses o contrarios a la moral revolucionaria y que también era común expresar vergüenza si una persona disidente sexual o de género, ocupaba un lugar de liderazgo o reconocimiento por el PCC o la JUCO. Que estas conductas, aunque explicadas por el contexto de la época, nos privó de un contingente revolucionario que hoy nos hace falta para enfrentar inmensos retos que hoy tenemos”.

En esta brega por controvertir el sistema y las conductas homofóbicas del Partido, el PCC enaltece que hace más de quince años un grupo de militantes no solo han estado en función de recuperar el aporte revolucionario y la memoria de León Benhur Zuleta Ruizsino también de desarrollar en la práctica la organización y movilización contra la discriminación, y la lucha por los derechos de las personas LGBTIQ+ en una perspectiva de liberación y emancipación” ese espacio es el Colectivo León Zuleta, hoy reconocido como un referente nacional en el movimiento social LGBTIQ+.

Y, en tanto existieron estas prácticas alejadas de toda lectura marxista y revolucionaria, el congreso llamó a su militancia a trabajar para saldar la deuda con la memoria de León, del Movimiento social LGBTIQ+ y uno de esos pasos ha sido, en medio de una resolución única en el uso de las atribuciones consagradas en los Estatutos actuales vigentes y en el Protocolo de prevención y atención de las Violencias contra las Mujeres y Basadas en Género, el 23 congreso del PCC, restituirle “los derechos militantes y reconoce el lugar de León Benhur Zuleta Ruiz en el seno de la memoria histórica de las luchas por las libertades, los derechos y la justicia que ha desarrollado el PCC”.

El congreso llamó a presentar a su familia, el reconocimiento por los errores cometidos y se comprometió a combatir toda expresión de homofobia o transfobia en el seno del PCC o la JUCO, así como en cada espacio de trabajo político en el que se encuentren. A extender la educación partidaria con un enfoque de género y de diversidad sexual y garantizar que la organización sea un lugar seguro para todas y todos.

Se realizará, además, un reconocimiento a sus aportes académicos y teóricos sobre la diversidad, la sexualidad, la política y lucha por, como el mismo lo decía, “interpelar directamente al poder, la ley, el orden y la norma del macho; la lucha por superar toda sociedad que fundamenta su poder en la exclusión y la opresión (…) toda acción no debería de llegar hasta la simple liberación sexual, sino lograr la conmoción de toda sociedad clasista y falocrática”.

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