miércoles, mayo 1, 2024
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Las víctimas del régimen capitalista colombiano

El régimen quiere hacer creer que el concepto de víctimas surgió con la aparición de la lucha armada en Colombia. No es cierto.

Foto: Gert Steenssens / EsperanzaProxima.net via photopin cc
Foto: Gert Steenssens / EsperanzaProxima.net via photopin cc

Nelson Lombana Silva

Se abre una ventana para las víctimas del régimen capitalista colombiano, en el marco de los diálogos que se adelantan en la heroica isla de la libertad y de la dignidad, Cuba, entre el movimiento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejército del Pueblo (FARC-EP) y el gobierno nacional liderado por Juan Manuel Santos Calderón.

No es una dádiva del régimen. Por el contrario. Es una conquista del pueblo alzado en armas después de 50 años de heroica resistencia. Ese espacio hay que utilizar para visibilizar las víctimas de una de las oligarquías más criminales del continente e, incluso, del mundo.

Por eso, resulta determinante clarificar el origen de las víctimas. Por supuesto que el régimen quiere hacer creer que el concepto de víctimas surgió con la aparición de la lucha armada en Colombia. No es cierto. Se trata de hacer historia para poder profundizar el origen de las víctimas a lo largo y ancho de un país que aún no ha roto sus cadenas.

Hay que mirar el espejo retrovisor y mirar hacia 1492, cuando el genovés Cristóbal Colón arriba a nuestro continente rodeado de ex presidiarios, avaros y criminales de la peor calaña, animados y deslumbrados por las riquezas auríferas a lo largo del continente del cual hace parte Colombia.

Dicen los entendidos en la materia que al arribo de estos vulgares invasores había en este continente 40 millones de aborígenes y que en menos de 40 años fueron reducidos a cuatro millones. Las enfermedades venéreas, la explotación desalmada y el brutal genocidio borraron las costumbres ancestrales y nos impusieron a sangre y fuego religión, idioma y costumbres extranjeras.

¿Qué siguió para estos pueblos llamados hoy latinoamericanos? Explotación, miseria, desempleo, robo de nuestros recursos naturales, dependencia, imposición y dominio imperial, ayer por España, hoy por los Estados Unidos.

Esa visión global e histórica es la que hay que abordar ahora que se plantea la posibilidad de oír a las víctimas. Oír a las víctimas es un decir, porque en realidad lo que se busca debe ser: Verdad, justicia, reparación y compromiso de no repetición. Esa debe ser la consigna a defender. Hacer otra cosa es, sencillamente, burla y traición. No se trata de escuchar por escuchar, como pretende al parecer el gobierno nacional. Montar una especie de “show mediático” para golpear a la insurgencia y el régimen maquillar su responsabilidad histórica.

El Partido Comunista Colombiano ha planteado ampliar el concepto de víctimas, propuesta audaz y consecuente con la realidad concreta del conflicto interno que ha padecido y viene padeciendo el pueblo colombiano. Hay que hablar de los presos políticos, las víctimas de los falsos positivos, las comunidades violentadas por exigir sus derechos por una Fuerza Pública criminal, tal el caso del Esmad. Pero también, víctimas del desempleo, de la falta de salud, educación, de la falta de vivienda, etc.

Víctimas del terrorismo de Estado, de las siete bases norteamericanas gringas, víctimas del subdesarrollo, de la falta de soberanía nacional, de la carencia de independencia para elegir nosotros mismos nuestro propio destino, etc.

No podemos permitir que nos encasillen el gobierno nacional y sus medios de comunicación en un concepto aislado, corto y ahistórico de víctimas. Hay que hacer todo un trabajo político y pedagógico para determinar claramente las causas del conflicto. No se puede permitir que se confunda las causas con las consecuencias. Por ejemplo, la existencia de la lucha armada revolucionaria no es una causa, es una consecuencia de un régimen antidemocrático, sectario, criminal y excluyente, que durante tantos años se ha sostenido en el poder a través del bipartidismo y sobre montañas de crímenes horripilantes.

En ese largo recorrido y diversidad de víctimas, hay que relievar a las víctimas por motivos políticos, por ejemplo. Caso concreto de los comunistas. A Colombia llegó primero el anticomunismo que el comunismo. Antes del invento de la figura de terrorismo de Ronald Reagan y George W. Bush, el demonio que había que exorcizar y borrar de la faz del mundo era el comunismo.

El enemigo interno, enseñaban los libretos de la tenebrosa escuela de las Américas que durante tantos años funcionó en Panamá. Allí, enseñaban a nuestros soldados y comandantes a odiar a sus hermanos de clase, a torturar, desaparecer, asesinar. Por el honor de todas esas víctimas anónimas ni un minuto de silencio. Es el momento de reivindicar y exigir una vez más justicia y que todos esos crímenes no queden eternamente en la impunidad.

El debate está abierto. En primera línea deben estar los comunistas, los demócratas, los filántropos, los humanistas. No se puede hacer caso omiso y dejar que el gobierno y sus medios de comunicación manipulen a su antojo esta discusión. Recordemos que la neutralidad no existe y la lucha de clases es más vigente que nunca. Hay que organizar debates, conferencias y organización en torno a las víctimas que hoy claman justicia, en las distintas veredas y barrios de Colombia. Hay que pasar de la teoría a la práctica, de lo contrario, estamos condenados a otros cien años de soledad, como dijera nuestro Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez.

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