miércoles, mayo 8, 2024
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Don Quijote, el autor y su compromiso con el otro

Un caso concreto, de la posición que toma Cervantes para mostrarnos ese mundo enajenado que hay que cambiar, es el caso de la historia de Marcela y de Grisóstomo (1,11-14).

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Renata Cabrales

A 400 años de la muerte de Cervantes, aún se podría tomar El Quijote, de manera superficial, como un tratado de ética y moral, debido al tipo de relación que se desarrolla entre Don Quijote y Sancho Panza, quien al recordarle siempre la realidad, le lleva la contraria a su “amo”. Sin embargo, este termina aceptando, sin problema, la personalidad de Sancho. Es a través del diálogo como se va formando una casi igualdad entre dos personas que, debido a su origen social, podrían ser incompatibles.

Desde una perspectiva sociocrítica, se puede advertir que la táctica del autor consiste en intercalar los episodios con la acción principal, esto es, las aventuras del caballero y su escudero, con otros que narran historias, que de cierta forma, reflejan un acontecimiento histórico de la época; por ejemplo, el caso de Marcela y Grisóstomo y el discurso feminista que asume esta en su defensa.

Literatura y sociedad

La sociología de la literatura establece conclusiones que nacen de la suposición de la literatura como realidad, fenómeno o institución social, ya que relaciona las obras literarias y sus creadores, con la sociedad y el momento histórico en que se realizan, y la orientación política que las inspira. Así por ejemplo, según George Lukács, el artista debe tender a la creación de obras que reflejen la realidad tal y como las concebía la ciencia del socialismo. Así pues, en esa relación de amistad de los protagonistas, el autor nos muestra la diferencia de clases que había entre los dos, quienes lograron, a través de la creciente amistad, cerrar la brecha de esa incompatibilidad.

Por su parte, según los postulados de Jean Paul Sartre, a la literatura le correspondía dejar a un lado su función política, para asumir “una función social, liberadora”. La intención del autor, según el escritor francés, es contribuir a que se produzcan ciertos cambios en la sociedad y no duda en colaborar con quienes quieran cambiar “a la vez la condición social del hombre y la concepción que el hombre tiene de sí mismo”… “Pero no lo hará políticamente, siguiendo las normas de un partido. Ahora la literatura adquiere función social”.

Advierte además, Sartre, que el escritor debe responsabilizarse de lo que escribe. “No porque sea escritor sino porque es hombre, ya que la vida se expresa en empresas y la empresa del escritor es escribir. Este es el mundo enajenado, el que hay que cambiar”. Afirma además, que el escritor, haga lo que haga, está comprometido y debe proporcionar a la sociedad una conciencia inquieta.

El feminismo de Cervantes

Un caso concreto, de la posición que toma el autor de El Quijote, para mostrarnos ese mundo enajenado que hay que cambiar, es el caso de la historia de Marcela y de Grisóstomo (1,11-14). En ella se manifiesta un tema interesante que es el de la libertad y del derecho a la autodeterminación. La historia de Marcela y de Grisóstomo, es acerca de dos jóvenes que tratan de escapar de la civilización, convirtiéndose en pastores. El relato que se inscribe en el género pastoril o bucólico, está superpuesto en la acción principal, pues se da en un lugar donde un caballero y su escudero son invitados por cabreros o pastores, y comparten con ellos su humilde manjar. Luego, a través de terceros, se informa sobre la muerte de Grisóstomo que, enamorado de la hermosa Marcela, había sido rechazado por ella. Así pues Grisóstomo se nos muestra como la pobre víctima, mientras que a Marcela se le cataloga como cruel y arrogante. Según los hombres que dan la noticia, sería Marcela, hoy en día, la mala de la telenovela.

Pero el autor, asumiendo su función social, al decir de Sartre, le da voz al personaje femenino, con el fin de que defienda su punto de vista. Así, Marcela se salvaguarda de una forma tan perspicaz que llega a convencer con su defensa al auditorio, logrando que nadie quiera juzgarla ya. Y con esto se tumba el prejuicio de la época, no poco común en pleno siglo XXI de que la mujer transgrede por falta de razón, a lo que la juzgada refuta, pues no ella sino él, ha obrado “fuera de razón” y con “desatino”, o sea como un desequilibrado, al no tener “bajo control sus pasiones”, lo que según Marcela, era un desafuero al suponerlo como “cosa natural”.

Este curioso relato sobre Marcela y Grisóstomo es, entonces, un buen ejemplo de lo que podría llegar a ser catalogado como un “feminismo” emergente en la gran obra de Cervantes.

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