jueves, mayo 2, 2024
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El José Antequera que vive

José Antequera, de 34 años, pertenecía a la Unión Patriótica, desde allí fue uno de los primeros en denunciar cómo se comenzaban a gestar los grupos paramilitares en el país. Hasta que el 3 de marzo de 1989, hace 25 años, lo asesinaron en el aeropuerto El Dorado de Bogotá.

José Darío Antequera inició la fundación Hijos. /Andrés Torres
José Darío Antequera inició la fundación Hijos. /Andrés Torres

Catalina González Navarro

Aunque para su familia Antequera fue el número 721 de la desaparición de un partido político de izquierda que nació en 1985 luego de la paz de algunas de las guerrillas de la época, la violencia los silenció, asesinó a sus dos candidatos a la presidencia, ocho congresistas, 13 diputados, 70 concejales, 11 alcaldes y 5.000 militantes. Otro tanto que tuvo que salir del país, vivir en el exilio para salvaguardar su vida.

En 2009 para el vigésimo aniversario de su muerte El Espectador reunió a su hijo José Antequera Guzmán y al expresidente Ernesto Samper Pizano, la última persona que habló con Antequera en el aeropuerto y quien también resultó herido en el atentado. Lo primero que le dijo el político liberal al hijo de Antequera fue: “tu padre era un hombre combativo, agudo y obsesivo con sus temas”. Y en seguida narró lo sucedido aquel viernes 3 de marzo de 1989, en el que 24 balas entraron a su cuerpo y lo silenciaron para siempre, dejando a una esposa viuda, una hija de 10 años, Erika, y a José de 5.

“Iba para Cúcuta de campaña y me lo encontré en el hall. Los dos estábamos en una lista de gente amenazada con otras personas como Bernardo Jaramillo y Horacio Serpa. Yo lo vi sin mucha protección y le dije: “qué hace aquí tan solo”. Él me contestó que estaba muy mal, que se sentía muy perseguido y angustiado y que se iba para Barranquilla, a la casa de su mamá, que era el único sitio donde se sentía en paz. Comenzamos a hablar sobre una reunión que habíamos tenido una semana antes en Usaquén, precisamente sobre la paz. Lo siguiente que sentí fue unos totazos y caí al suelo. Hubo muchos disparos, todo el mundo se tiró al piso, la gente corría de un lado para el otro. Yo caí boca abajo y tu padre boca arriba. Me miré a ver que me había pasado y tenía un dedo destrozado, pero no sentía dolor. Voltee a mirar y tu papá estaba con un hilito de sangre en la boca. Allí me di cuenta que lo habían matado, que el atentado no era para mí sino para él y que, de alguna manera, paradójicamente, su cuerpo amortiguó las balas que me llegaron a mí”.

Han pasado 25 años desde aquel viernes en que estos niños de 10 y 5 años perdieron a su padre. Erika es periodista, tiene 35 años y desde hace 11 vive en España. José Dario tiene 30, se quedó en Bogotá, estudió Derecho, creó la fundación HIJOS por la identidad, la justicia, contra el olvido y el silencio, y ha trabajado por la memoria y las iniciativas de paz. Se vinculó al Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado (MOVICE).

En su apartamento en el centro de la ciudad recibió a El Espectador para hablar de su padre, a quien define como un hombre libre y coherente. Sobre su vida como militante y acerca de la importancia de la memoria.

Ha contado muchas veces la historia de su papá pero, ¿qué recuerdos tiene él?

Bueno, tengo recuerdos cotidianos, recorridos con él en muchas situaciones. Y pues lo que recordamos todos en la infancia: corriendo, haciendo ejercicio, jugando fútbol. Recuerdos sobre las caminatas de la época, era turbulenta. Y en la memoria también están las noticias, las bombas, los atentados.

¿Cómo ingresó su papá a la Juventud Comunista?

Mi padre entró como muchos jóvenes de su generación, básicamente por una invitación a esas reuniones donde se discutía de política y se hablaba de los problemas internacionales. Muchos jóvenes tenían sensibilidad por lo que estaba pasando, eran los años de Salvador Allende, la revolución cubana, entre otras. Así que en esas reuniones encontraban el espacio para discutir y eran las preocupaciones de la época. Ni siquiera había televisión y esos eran los espacios de socialización, de compartir y mi padre en particular había sido enseñado por mi abuelo como un gran lector y tenía mucha facilidad para integrarse en un espacio como era la JUCO donde leer los textos del marxismo, leninismo era lo que te permitía intercambiar. Simplemente, mi padre llegó invitado a una reunión. Y no era una excepción.

¿Y cómo llegó a Bogotá?

Él había sido designado secretario general de la JUCO y viajaba permanentemente a Bogotá porque era el presidente de la Unión Nacional de Estudiantes de Colombia. Y también era dirigente de la JUCO en el Atlántico, entonces venía a muchas reuniones y conferencias – todo lo que hace un político y activista comunista- y cuando ya fue secretario general de la JUCO, vino a vivir a Bogotá.

¿Cómo comenzaron a llegar las amenazas?

No puedo decirlo, la que sabe eso es mi madre que era la persona consciente de eso. Lo que yo sé es que en el ambiente se sabía que mi padre era una persona muy amenazada. Incluso los vecinos decían que tenía que cuidarse mucho porque había un gran riesgo de que lo mataran. Pero en mi casa no se hablaba de eso cuando estábamos presentes. Yo lo sabía y era consciente. Vivía pendiente de que estuviera con sus escoltas.

Su papá fue una de las primeras personas que denunció el paramilitarismo en este país, ¿qué le han contado de eso?

Mi padre y otras personas en la Unión Patriótica (UP) habían comenzado a denunciar a los grupos paramilitares que estaban en esa época organizando el exterminio contra la UP. La denuncia la venía haciendo Jaime Pardo Leal, desde que era candidato a la presidencia de la República. Había personajes como Víctor Carranza, o los hermanos Castaño. Mi papá denunció a Fidel días antes de morir. Y él llevaba la lista de asesinados y desaparecidos de la UP. También había un trabajo permanente con el comité de Derechos Humanos, mi padre trabajaba de la mano con ellos intentando garantizar la vida. Esa era una de sus preocupaciones.

¿Qué le falta saber de ese 3 de marzo?

Muchas cosas, yo he logrado reunir datos. Primero en términos de quién mató a mi padre. Realmente hay una información de un pasaporte y unos documentos de identidad que le encontraron al sicario con unos nombres, pero nunca hubo un proceso de justicia que supiera quien era ese personaje y la cadena de ese asesinato. Y es que eso fue muy planeado, porque mi padre tenía una decena de escoltas. Me falta por saber eso. Y ver las coincidencias en los casos de Carlos Pizarro y de Bernardo Jaramillo y de Luis Carlos Galán. Cuál fue el entramado. Por ejemplo, que los escoltas pertenecían a una misma familia y de ese tres de marzo creo que también es importante saber qué papel cubrieron los escoltas en ese asesinato. Me interesa saber más de otros días.

Está la hipótesis de que el DAS estaba involucrado, ¿han sabido algo nuevo o eso sigue quieto?

Eso sigue estático, se han sabido algunas cosas, pero que ahora es posible que la justicia acoja. Había una operación concertada con respecto a los candidatos presidenciales y a quienes tenían esquemas de protección, en ese caso está el proceso en curso contra Maza Márquez, ha habido revelaciones en contra de José Miguel Narváez. Hay una información que me dio el Congresista Iván Cepeda luego de hablar con un jefe paramilitar que básicamente al mencionar el nombre de Antequera dijo que había sido un caso manejado desde el DAS, pero que no tenía nidea. Más allá no se sabe porque no ha habido investigación.

¿Cómo fue crecer sin ese papá?

Como uno no sabe lo que es crecer con papá, no sabe lo que crecer con él. Yo afortunadamente creo que tuve todo en la vida. Tuve la posibilidad de estudiar en un buen colegio, nunca me faltó nada. Mi madre tenía un buen trabajo.

Lo que fue particular es encontrarse con esa historia permanentemente (por la política colombiana y por la gente que conoció a mi papá) y empiezan a hacerte referencias. Y de otro lado, entre las opciones que toma cualquier persona para definir su identidad uno tiene un elemento adicional que el resto de la gente no tiene y es ser el hijo de una persona que además de ser un líder político de izquierda, su actitud frente la muerte y un significado de una elevada forma de vivir, las personas que mueren peleando por sus causas son en ese mundo gente de mucho valor. Tienes que preguntarte cuál es ese valor que quieres tener frente a tu vida. Entonces, para mi significó una preocupación permanente, durante toda mi vida, por construirme esos valores y demostrarlos. Lo cual es muy bueno, porque me hacen ser quien soy.

cgonzalez@elespectador.com

El Espectador

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