martes, mayo 7, 2024
InicioEdición impresaEl día del estudiante: una historia por recuperar

El día del estudiante: una historia por recuperar

Si hay una fecha que no debe desvanecerse con el tiempo de la memoria de los colombianos, es el 8 y 9 de junio, en especial para los estudiantes, dado que en esta fecha se desarrolló uno de los pasajes sangrientos de nuestra historia, en donde fueron los estudiantes su principal protagonista.

Redacción Juvenil

Cada 8 y 9 de junio en Colombia se conmemora el Día del Estudiante Caído. Una conmemoración que se enmarca en la memoria de un país que ha desarrollado parte de su vida republicana en medio de la violencia institucional. No obstante, como si se tratara de un acontecimiento “macondiano”, paradójicamente muchos estudiantes referencian esta fecha como un día “festivo” cualquiera, en el que se celebra con la respectiva fiesta en el colegio.

Si hay una fecha que no debe desvanecerse con el tiempo de la memoria de los colombianos, es el 8 y 9 de junio, en especial para los estudiantes, dado que en esta fecha se desarrolló uno de los pasajes sangrientos de nuestra historia, en donde fueron los estudiantes su principal protagonista.

La lucha contra el régimen

La historia del movimiento estudiantil colombiano se encuentra marcada no solo por su increíble arrojo, por su inmenso compromiso con las causas populares, sino además por el constante ejercicio de represión al cual ha sido sometido por los distintos gobiernos que han presidido nuestro país. Con respecto a éste último elemento, una de las miles de historias que con el tiempo ha ido quedando en el olvido pero que, sin duda, constituye un inmenso baluarte en la vida del movimiento estudiantil, es la referente al día del estudiante revolucionario.

Como buena parte de los hitos históricos del movimiento social, este inicia en las calles colombianas. Luego de más de cuatro décadas de mantenerse en el poder el Partido Conservador, el presidente Miguel Abadía Méndez enfrentaba uno de los peores escenarios de inestabilidad política y confrontación social, avivado por la criminal respuesta que desde su gobierno se dio a las manifestaciones de los trabajadores bananeros en contra de la United Fruit Company.

Ante este escenario de conflictividad, las y los estudiantes organizados en la Federación Nacional de Estudiantes, de orientación liberal, alimentan el torrente de movilización popular que exige la salida de la “rosca” del gobierno. En ese marco se realiza una inmensa movilización por las calles capitalinas el 7 de junio de 1929, acompañada por estudiantes de la Universidad Nacional de Colombia, a quienes el Batallón Guardia Presidencial recibe con ráfagas de fusil que acaban con la vida del estudiante de cuarto semestre de derecho de la Universidad Nacional, Gonzalo Bravo Pérez, quien en ese instante se dirigía al Café Capitolio.

Una multitudinaria movilización despide el 8 de junio al primer mártir del movimiento estudiantil de nuestro país, asesinado, como en adelante lastimosamente muchos lo fueron, por las balas del Estado colombiano. Es así como el 8 de junio pasa a ser, en la memoria colectiva, la fecha conmemorativa del estudiantado colombiano, en la cual las movilizaciones hacia el Cementerio Central para recordar a Gonzalo Bravo Pérez se convierten en escenario recurrente.

Otra vez la muerte

Pero la violencia no cesa allí, 25 años después del vil asesinato de Gonzalo, fatídicos sucesos hacen temblar a la opinión pública colombiana. El 13 de junio de 1953 toma el poder el general Gustavo Rojas Pinilla, con la esperanza de garantizar un escenario donde el derramamiento de sangre, aupado por las elites liberales y conservadoras e incrementado durante el gobierno de Laureano Gómez, cese y se construya un escenario de reconciliación nacional que lleve, además, a aquellos sectores que optaron por las armas como mecanismo de defensa (sectores del liberalismo y del partido comunista) a su dejación inmediata ante las aparentes garantías que ofrece el general.

Sin embargo, las actuaciones del gobierno presidido por Gustavo Rojas Pinilla, distan de tener reales intenciones de paz y de perdón hacia quienes acogieron las armas como mecanismo de defensa ante la persecución desatada por la policía chulavita y los “pájaros”. El asesinato de amnistiados, entre ellos Guadalupe Salcedo en 1957, se convierte en la costumbre, y esto tira por la borda aquellas esperanzas de paz anheladas desde el pueblo colombiano.

Pero antes de que estos hechos sucedan, es bien recibida la dictadura militar de Gustavo Rojas Pinilla, incluso por el movimiento estudiantil. Ahora bien, este matrimonio, como en párrafos anteriores lo hemos esbozado, llegará a su fin con los fatídicos sucesos del 8 y 9 de junio de 1954.

Como todos los años, los estudiantes de la Universidad Nacional de Colombia realizaban actos conmemorativos en memoria de Gonzalo Bravo Pérez, torneos deportivos, reinados y la ya tradicional marcha hacia el Cementerio Central para recordar al compañero caído. Pero este día sucedieron hechos particularmente extraños que, de alguna manera, anunciaban el saldo que iba a traer consigo la jornada.

A pesar de los roces que se presentaron con la Policía Nacional, al intentar esta impedir la entrada de los estudiantes al Cementerio Central, la marcha trascurrió con relativa normalidad y calma. Sin embargo, cuando los estudiantes se dirigían de regreso al campus de la Universidad Nacional, en extrañas circunstancias es asesinado a manos de un miembro de la Policía Nacional, el estudiante Uriel Gutiérrez quien, en ese momento, cursaba cuarto año de Medicina y segundo año de Filosofía. Uriel Gutiérrez no participaba de la movilización, y su muerte se dio al interior del campus al recibir un disparo por un efectivo de la Policía Nacional.

Estudiantes de varios centros educativos de la ciudad de Bogotá, universitarios y secundaristas, con argumentado sentido de indignación ante tan deleznable actuación de la fuerza pública, se volcaron a las calles al día siguiente, para exigir al gobierno militar de Rojas Pinilla explicaciones e investigaciones frente a lo sucedido. Su marcha se dirige por la carrera séptima hacia el Palacio de San Carlos, lugar desde el cual ejercía sus funciones el general Rojas Pinilla.

A la marcha pacífica que estaba integrada por estudiantes de la Nacional, del Externado, la Javeriana, los Andes, estudiantes secundaristas, entre otros, y que avanzaba al son del himno nacional, gritos de “Uriel Gutiérrez” y vivas en su memoria, se le opuso con fiereza, en la carrera séptima con calle 13, el Batallón Colombia, quienes accionaron sus fusiles en contra de los inermes estudiantes. El saldo es, oficialmente, la muerte de Hernando Ospina López, Rafael Chávez Matallana, Jaime Pacheco Mora, Carlos J. Grisales, Jorge Chía, Hugo León Velásquez, Jaime Moore Ramírez, Álvaro Gutiérrez Góngora, Hernando Morales y Elmo Gómez Lucich, estudiante peruano y militante de la Juventud Comunista; sumado al centenar de heridos que provoca la acción de los militares.

Según el historiador Roberto Romero, después del trágico episodio, los ministros de Rojas señalaron que vieron salir disparos de uno de los edificios aledaños al sitio de la manifestación, que dieron justo en el cuerpo del sargento que comandaba la tropa. “Los soldados cayeron primero, yo lo vi”, dijo el ministro de Justicia, Gabriel París, quien seguía los hechos desde una ventana de su despacho; “en esas condiciones era elemental que la tropa disparara en legítima defensa”, declaró a El Tiempo en su edición del 10 de junio de 1954.

Meses después, una investigación oficial demostró que no hubo tal ataque a los militares. Sin embargo, jamás fueron detenidos los responsables de la masacre.

Los estudiantes y las necesidades de la nación

En adelante serán cientos de estudiantes que, a causa de su pensamiento y la defensa irrestricta de la educación pública, la salida política al conflicto y la defensa de los derechos del pueblo colombiano, serán detenidos, asesinados o desaparecidos. Norma Patricia Galeano, Jhony Silva, Xiomara Moreno, Lorena Montealegre, Oscar Salas, Nicolás Neira, y más recientemente Jan Farid Cheng Lugo y Klaus Zapata, serán solo algunos de los nombres de jóvenes a quienes sus vidas les fueron arrebatadas por ser fieles al noble ideal de construir una nueva Colombia.

A través de su historia, el movimiento estudiantil colombiano se ha caracterizado por sus fuertes vínculos con los sectores sociales y políticos del país. Ello ha llevado a la construcción de una perspectiva común, en defensa de la educación, pero también de las reivindicaciones más sentidas del pueblo colombiano, y la democracia, por las trasformaciones estructurales del país. Es decir, la concepción de una nueva educación para un nuevo país ha sido la constante histórica que ha permitido dar relevancia a los estudiantes como actores políticos fundamentales en diferentes momentos de la historia colombiana.

Los estudiantes de Colombia, representan el cúmulo de inquietudes, debates y de cara a las necesidades que al día de hoy tiene Colombia. La lucha por la educación, de la mano de las reivindicaciones más sentidas del pueblo colombiano hacen parte de las razones históricas que dieron origen al movimiento estudiantil en Colombia.

Hoy los estudiantes colombianos, trabajan de cara al reto de sumarse decididamente al logro de la paz como conquista legítima de los colombianos, sin dejar de lado el reto histórico de disputarle al régimen un proyecto de educación, en todos sus niveles, al servicio de los intereses de las mayorías del pueblo colombiano y en contra del modelo neoliberal dependiente de las necesidades de los poderosos.

RELATED ARTICLES

Most Popular

Recent Comments