miércoles, mayo 1, 2024
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Crisálidas: Dos procesos, una esperanza

Tanto la ronda de conversaciones con la insurgencia colombiana en La Habana como el esfuerzo de los sectores democráticos en Venezuela por afianzar un conjunto de cambios, son procesos que alientan las mismas expectativas y enfrentan enemigos comunes

Imagen del afiche promocional de la película 1900, de Bertolucci.
Imagen del afiche promocional de la película 1900, de Bertolucci.

Alberto Acevedo

Uno de los espectáculos más bellos, fascinantes y misteriosos de la naturaleza, es el que se opera cuando una mariposa deposita su huevo, en un lugar generalmente protegido, y se produce una larga etapa de desarrollo de una larva, que tras varios procesos de mutación interna, se convierte en crisálida, que cumple un ciclo de alimentación, formación de tejidos y consolidación de estructuras adultas del insecto en formación.

Al término de este proceso, en una mañana de sol se rompe la crisálida y un nuevo ser maravilloso abre sus ojos somnolientos y observa por primera vez a un mundo inmenso y desafiante. Nace una mariposa multicolor, destinada a vivir completamente de las flores, sorbiendo la miel de miles de capullos, para desencadenar a su vez otros ciclos de vida, interminables y fecundos.

El proceso de conversaciones que hoy se adelanta en La Habana entre la mayor y más antigua organización insurgente del continente y el gobierno colombiano; y el que, de otro lado se adelanta en Venezuela, por afianzar un conjunto de reformas democráticas avanzadas, bajo el ideario de Bolívar y Chávez, son como crisálidas a las que hay que cuidar como preciados tesoros y no permitir que mueran prematuramente, antes de dar a luz el bello fruto.

Ambos procesos gestatorios son todavía incipientes, prometen ser generosos, afrontan los mismos peligros, son rondados por enemigos comunes, despiertan las mismas solidaridades, concitan por igual anhelos libertarios entre los pueblos de la gran patria americana, mestiza e irredenta.

Conspiradores

En Venezuela los grupos de la ultraderecha fascista, una vez conocidos los resultados de las elecciones presidenciales de abril, han destapado sus planes de choque golpistas. El incendio a sedes gubernamentales y centros de ayuda social, el ataque a los médicos cubanos, los disparos contra activistas del chavismo, indican que había ya un plan en marcha, desestabilizador, frente al veredicto de las urnas.

En Colombia, los grupos fascistas que apuntan contra el proceso de paz que se adelanta en La Habana se expresan también a través del asesinato de campesinos que luchan por la recuperación de tierras, de defensores de derechos humanos; encuentran eco en importantes medios de comunicación, diseñan vallas publicitarias que ponen en las grandes avenidas citadinas, organizan nuevas formaciones paramilitares que se alistan a disparar, como el en el caso de la UP, contra quienes desde la insurgencia se acojan a la anunciada paz.

Los complotadores de uno y otro país mantienen líneas directas de comunicación, se prestan ayuda mutua, coordinan planes, transportan armas, comparten cuentas bancarias. Uribe Vélez unas veces conspira en Colombia, otras mete las narices en Venezuela; lo mismo hacen los Capriles, los Pedro Carmona, los J.J. Rendón y otros siniestros personajes de ambos lados de la frontera.

Cantos de sirena

Los peligros entonces son similares. En Venezuela los sectores democráticos hablan de un golpe de estado en marcha. La ultraderecha colombiana conspira en la misma dirección, a través de columnistas de opinión, líderes ganaderos, que les hablan al oído a militares fascistas. En ambos países la derecha busca relevos en el poder ejecutivo y coquetea a militares susceptibles de ganar para una aventura desestabilizadora.

La burguesía venezolana quiere apartar al país del marco de las relaciones y solidaridad con Cuba, Bolivia, Ecuador. A la colombiana le incomoda el acercamiento con los gobiernos progresistas del continente y alientan bloques de cooperación entre los gobiernos de derecha, para oponerlos al proceso de integración regional expresado en organizaciones como el ALBA, Celac y Mercosur.

En ambos países los sectores progresistas y populares enfrentan una burguesía anclada en el pasado, anquilosada, corrupta. Esos sectores oligárquicos, en ambos países, con cantos de sirena, le apuestan a la división y el fraccionamiento de la dirección del movimiento popular. La gran prensa burguesa juega el mismo papel mercenario a los esfuerzos renovadores de las clases populares. Y acudiendo a la demagogia, la burguesía de ambos países habla de la necesidad de alcanzar la paz. Desde luego, la paz de los derrotados, en el caso colombiano; la de la negación de la lucha de clases, en el caso venezolano.

Construcciones colectivas

Digamos, finalmente que, haciendo la salvedad de que en el caso venezolano la crisálida está mucho más madura, tanto en Colombia como en la patria de Bolívar asistimos a procesos de construcción colectiva, con una cada vez más cualificada participación de las masas. No otra cosa son la gran marcha del 9 de abril en un lado, y la multitudinaria presencia electoral reciente en el otro lado.

Los pueblos del mundo, especialmente los de América Latina, asisten esperanzados al desarrollo de los acontecimientos en ambos pueblos. Al de Venezuela, por lo alcanzado hasta ahora en materia de bienestar social. En el caso colombiano, porque pareciera que por fin los colombianos se sacuden y se muestran dispuestos a alcanzar un estadio de paz democrática, de justicia social.

Si esas dos crisálidas murieran, sería una gran pérdida para la democracia, un retroceso enorme en el camino de las conquistas sociales. Se necesitaría muchos años más de luchas populares para recuperar lo que hasta hoy se perfila. Esos capullos de lucha, de esperanza, de batallar bolivariano, hay que cuidarlos como un preciado tesoro y no tenemos derecho a quedarnos quietos ni callados, con los brazos cruzados frente a los peligros que acechan.

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