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Venga esa mano, país

Bernardo Jaramillo Ossa “hoy estaría trabajando con todo ahínco por un nuevo país, sin exclusiones, democrático y más justo. Le hace una enorme falta a Colombia”

Bernardo Jaramillo Ossa con su hijo.
Bernardo Jaramillo Ossa con su hijo.

Roberto Romero

Bernardo Jaramillo, por su juventud y carisma, se había ganado el cariño de todo el pueblo. Sin duda, hubiera ocupado un destacado lugar en las elecciones presidenciales de mayo de 1990. Con apenas 33 años, “la edad de Cristo”, como recordaba, alcanzó la presidencia de la Unión Patriótica.

Bernardo desde muy joven, casi un niño, se entregó por entero a la causa popular. Fue dirigente estudiantil de secundaria en su natal Manizales y como integrante de la Juventud Comunista (Juco) llega a su comité central en 1976 con apenas 23 años. Más tarde vendría la universidad donde se gradúa como abogado. Pasa al Partido Comunista y lo vemos en Apartadó donde la UP es la primera fuerza. Allí presencia el rostro crudo del paramilitarismo que se ensañaba en veredas y pequeños poblados.

Leonardo Posada fue asesinado por el paramilitarismo en Barrancabermeja y Bernardo, cuando refería su apego a un arma para su estricta protección, daba así cuenta del enrarecido clima de intolerancia que agobiaba a Colombia. Pero siempre fue enemigo de una salida militar al conflicto y creía firmemente en los caminos de paz a través del diálogo y no con las armas.

“En Colombia no hay cabida para una salida militar a la crisis, ni de parte de la guerrilla ni de parte de las fuerzas oficiales. La única posibilidad que hay es la solución política a través del diálogo y la negociación para allanar el camino hacia la paz”, señalaba en una entrevista en el Semanario VOZ al periodista que escribe estas notas, seis meses antes de su muerte. Para ese entonces los muertos de la UP pasaban del millar sin que el país hiciera nada por acallar a los asesinos.

En 1988 Bernardo sale electo al Senado por Antioquia y allí muestra su perfil de combativo parlamentario, poniendo en picota al sistema en memorables debates. El 9 de septiembre de 1989, en un inmenso congreso de la UP, que selló la unidad del movimiento, Bernardo es escogido como candidato presidencial y comienza una fulgurante campaña bajo el lema “Venga esa mano, país”.

Mariela Barragán, con quien vivió los dos últimos años, y presenció el asesinato de Bernardo ese 22 de marzo de 1990 en el puente aéreo de Bogotá, minutos antes de abordar un avión que los llevaría a Santa Marta, describe a Bernardo: “Bernardo era un hombre moderno, de una profunda sensibilidad”.

“Hoy estaría trabajando con todo ahínco por un nuevo país, sin exclusiones, democrático y más justo. Le hace una enorme falta a Colombia”. Para Mariela, Bernardo resumía lo que podría ser un verdadero bacán. “Le encantaba el tango, la salsa y el rock, que bailaba inmejorablemente. Hincha del Nacional, lo sufría en sus derrotas y leía con furor cultivándose cada día. Vivía la vida con toda intensidad, con una inmensa alegría, pero Colombia estaba siempre en el centro de sus preocupaciones”. “Con su muerte perdimos todos, hoy lo vemos ante la orfandad de liderazgos. El crimen buscaba hacerle un daño inmenso al país”, anota.

“No debemos permitir el olvido de los colombianos de sus mártires de todas las vertientes y que han ofrendado sus vidas por los cambios, como Luis Carlos Galán, Jaime Pardo Leal, Carlos Pizarro, de tantos líderes sindicales y agrarios, y todos los que han sido asesinados en esta ola de violencia sin nombre”, puntualiza la esposa del líder inmolado. “El país debe preservar la memoria, recordar las cosas inmensamente buenas que nos han legado las anteriores generaciones, pero también las peores para no volverlas a repetir”, señala Mariela.

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