sábado, abril 27, 2024
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La suerte de la integración regional

El continente cierra filas alrededor de Venezuela, pero también en defensa de los principios de soberanía nacional, autodeterminación y no intervención en los asuntos domésticos de estos países por parte de potencias extranjeras.

Cumbre de las Americas
Una de las fotos oficiales de la VI Cumbre de las Américas (Notimex).

Alberto Acevedo

A un poco menos de tres semanas de reunirse en Panamá la VIII Cumbre de las Américas, el próximo mes de abril, la expedición de una orden ejecutiva del presidente Obama, que incluye a Venezuela en la lista de países que representan ‘una amenaza contra la seguridad nacional de los Estados Unidos’ -por la torpeza en que fueron concebidos los términos de semejante decisión-, es un tema que no sólo estremeció la vida política del continente, sino que ha puesto sobre el tapete el destino de la integración regional en América Latina.

Al expedir su orden ejecutiva, Obama llamó a los gobiernos latinoamericanos a respaldar una especie de ‘cruzada por el retorno a la democracia’ de la patria de Bolívar. Lo que en realidad ha sucedido es que los gobiernos de la región y los organismos de cooperación más representativos han rodeado al gobierno de Caracas y las transformaciones sociales que representa y, por el contrario, le han solicitado al mandatario norteamericano reversar, por lo absurda que resulta en los actuales momentos, su decisión de catalogar al pueblo venezolano como su enemigo.

Ya no estamos en los tiempos en que América Latina era el patio trasero de los Estados Unidos. Vivimos una época de cambios trascendentales. El continente cierra filas alrededor de Venezuela, pero también en defensa de los principios de soberanía nacional, autodeterminación y no intervención en los asuntos domésticos de estos países por parte de potencias extranjeras.

Hay, por lo demás, un reacomodo en el tablero geopolítico mundial. En la medida en que se profundiza la crisis del capital, que se desgasta el modelo neoliberal de desarrollo, afloran nuevas doctrinas que pretenden el remozamiento de viejas prácticas colonialistas.

Frente a la pretensión de mantener una estrategia de dominación por parte de la mayor potencia capitalista, surgen bloques regionales y continentales de integración, como los Brics, el ALBA, Mercorsur, Celac, Unasur, que golpean al mundo unipolar.

Desde luego, Estados Unidos y las grandes potencias no se resignan a dejarse desplazar fácilmente de su rol hegemónico, y responden de diversas maneras: la amenaza de intervención en Venezuela, que es real, está acompañada de acciones desestabilizadoras en Argentina, Brasil, Ecuador, y otros países con gobiernos progresistas. El propósito es debilitar gobernabilidades, provocar cambios de gobierno que favorezcan las políticas del mercado.

Y están en la mira de los grandes centros de poder, no porque sean una amenaza contra nadie, sino porque los países señalados con el estigma son pilares de los organismos regionales de integración, inspirados en políticas soberanas y autónomas de cooperación, esas sí una amenaza contra las pretensiones hegemónicas del gran capital.

En ese juego de intereses se mueve la integración regional de América Latina. Los gobiernos de la región están frente a la disyuntiva de fortalecer y vivificar los organismos de cooperación creados en los nuevos tiempos bajo la influencia patriótica de países como Cuba y Venezuela, de rodear la patria de Bolívar frente una amenaza real de intervención militar por parte de Washington, o plegarse a los intereses de la Casa Blanca y lo que esto significa en cuanto a retrotraer el continente a los viejos privilegios de burguesías corruptas.

La tendencia histórica inclina la balanza en favor de los pueblos. América Latina se resiste al ‘destino manifiesto’ de ser patio trasero de Estados Unidos, y ahora también de la Unión Europea. La cumbre de las Américas de los días 10 y 11 de abril próximos será un escenario adecuado para esa toma de decisiones. Y el señor Obama, si es que asiste, deberá responder ante los gobiernos de la región por su política belicista, aventurera y desestabilizadora.

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