El arte de la metamorfosis perpetua

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“El 99% del cine actual no tiene nada que ver con el cine”, Otar Iosseliani

Juan Guillermo Ramírez

Nacido en esa Georgia que sigue recordando con tono elegíaco, hijo de un padre ingeniero de caminos que consideraba el cine un oficio de truhanes, Iosseliani estudió matemáticas en Moscú, antes de darse cuenta de que no sería su destino. Entendí que, en el fondo, un matemático trabajaba para la masacre, para la creación de armas de destrucción masiva. Si me dediqué al cine fue para no participar en eso. A partir del cortometraje Abril (1962), alegórico poema sobre la falta de intimidad de una joven pareja, se enfrentó regularmente a la censura, un sistema perverso que le permitía rodar, pero no estrenar.

Exiliado en Francia desde finales de los setenta, Iosseliani ha sido desde entonces un cineasta disidente en el sentido más amplio del término. Dice sentirse cada vez más solo: Queda un pequeño núcleo de resistentes, pero cada vez somos menos. Ubica en el grupo a cineastas como Jacques Rivette y Aki Kaurismäki, aunque duda que tengan una influencia real entre el público joven. ¿Qué menor de 25 años conoce hoy a Jean Vigo, a René Clair o a Jacques Tati? Incluso Chaplin, que fue el más comercial, hoy ya no emociona a nadie. La televisión ha inyectado ese microbio que destruye todo lo que implique pensar. Se trata de una catástrofe intelectual y moral.

Antes de estudiar cine, Iosseliani se graduó en su Tbilisi natal en composición y dirección de orquesta, se convirtió en un elogiado pintor y poeta, luego incursionó en la universidad en las carreras de matemática y mecánica, hasta finalmente recalar en la Vgik, donde tuvo como maestro a pioneros del séptimo arte soviético como Aleksandr Dovzhenko y Mikhail Romm.

Si Cacería de mariposas nos hablaba de cine, no es con el propósito de una cinefilia, es más bien por su única materia visual y sonora, porque cada plano ha sido estudiado para que de allí surja una verdadera aparición. Cono todas las apariciones del cine, son a la vez intangibles, inesperadas y familiares. Del simple hecho de estar presentes en la pantalla, la forma se acerca ante nosotros y somo quienes le damos existencia.

El encantamiento que produce Cacería de mariposas se constata cuando se descubre un mundo, aquel que se ha dado, se ha inventado, en ese punto preciso donde la belleza se levanta, la felicidad que produce el poder ver, el contemplar en silencio, verlo todo, el cura con su abrigo negro y tomando vino tan temprano.

Porque el mundo que logra crear el realizador georgiano exiliado en Francia, Otar Iosseliani, tiene precisamente la unidad d ellos mundos, no existe ninguna elipsis que secciones un espacio y un tiempo organizado por los desplazamientos de sus personajes, sus costumbres y sus trayectos. Al filo de una puesta en cámara infinitamente elegante se construye un espacio habitado, un mundo que no existe mientras no haya alguien que lo habite, allí es en donde está la grandeza y su humanidad. Cuando los amigos llegan al condominio, se va a buscarlos a la estación, es necesario tomar la bicicleta para pasearse por la población, entrar a la cocina del castillo para lavarse las manos o tomar un pequeño vaso lleno de agua, o de té. Con este ritmo, el menor gesto y dulce, porque existe una convivencia que surge alrededor de una taza de café.

Otar Iosseliani le reserva a los objetos la materialidad d ellos tiempos. Organiza su fiesta melancólica en un espacio empleado por los objetos, retomando la expresión de Giles Deleuze, un puro mosaico de estados presentes. Si este mundo de damas ancianas rusas, de polvo y de recuerdos, de bruma y de invierno, este universo tentado por la nostalgia, que hace reír y soñar al mismo tiempo, encuentra su equilibrio en el final, en la desaparición. El mundo de cacería de mariposas es viejo, es de las antigüedades, de los anticuarios, que el progreso y la modernización los ha hecho desaparecer.

El pesimismo extremo que como una aureola cubre la película, se sustenta en la imposibilidad de transmisión. Los personajes coexisten, pero no dejan de ser seres solitarios. Pero es al mismo tiempo una fiesta en la que describe la posible desaparición. La orquesta simboliza un orden que no conduce a nada.

El mismo realizador afirma: Estoy seguro que los personajes, esas mujeres ancianas que parecen pertenecer a comienzos de este siglo, somo ellas, existen todavía. Me contenté con hacerlas vivir en conjunto en un lugar imaginario. Es simplemente la intrusión en la historia de alguno extraños progresistas (los japoneses) que llegan a habitar un mundo armonioso y cerrado, según reglas ya caducas. Es un fenómeno que tuvo lugar en alguna provincia francesa. La película ka hubiera podido realizar en algún lugar, en Georgia, pero no hubiera podido construir la parábola surrealista poética pura.

Cacería de mariposas es una frase que no tiene ninguna relación aparente con la historia y con su desarrollo, pero simboliza un fenómeno muy concreto. Las mariposas, son algo tan frágil y tan pasado de moda. En nuestros días, los niños ya no se entusiasman por cazar mariposas. Así, hemos perdido en nuestra vida todo lo que hay de ‘mariposa’: las mariposas han sido atrapadas.

Iosseliani es tan irónico, sagaz e impiadoso través de sus films. Frecuentemente comparado con Luis Buñuel y Jacques Tati, el maestro georgiano cita entre sus influencias a Roberto Rossellini, Vittorio De Sica, Jean Vigo, René Clair y Boris Barnet. Rescata a John Ford, Orson Welles y Buster Keaton, mientras que asegura que Cassavetes es el último director estadounidense que admiro.

El de Iosseliani es un cine sin palabras (la mejor película es aquella que no necesita subtítulos para ser entendida, asegura) porque sus imágenes son por demás elocuentes. Sus historias, bellamente coreografiadas, tienen códigos y reglas propias y ofrecen una mirada agridulce en la que el pesimismo convive con el optimismo, la comedia irónica con el melodrama y el romanticismo con la melancolía propia de un artista exiliado.

Este inclasificable autor tiene una marcada predilección por los antihéroes, los marginados, los perdedores. Entre un mundo lleno de aristócratas y vividores profesionales, él siempre rescatará a los borrachos, los presos, los bohemios, las prostitutas, los campesinos más simples o los sobrevivientes de la revolución tecnológica, dotándolos de una gracia, de una humanidad y de una vitalidad realmente envidiables.

Para conocerlo:

Otar Iosseliani – El sonido se convirtió en una enfermedad para el cine

Conversaciones con Edgardo Cozarinsky

https://www.youtube.com/watch?v=J_c7AQlB9E8

Otar Iosseliani – El plano-contraplano y otras (horrendas) invenciones del cine de Hollywood

Conversaciones con Edgardo Cozarinsky

https://www.youtube.com/watch?v=EHo6mPODLUM