El show de la Bogotá insegura

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Federico García Naranjo

“¡Atención! ¡Urgente! ¡Última hora!”. Suena la música trepidante y el espectador se marea con vertiginosas tomas de cámara. “Violento atraco en un restaurante del norte de Bogotá. Hombres armados intimidan a los comensales y les arrebatan sus pertenencias. Terrible, la inseguridad está desbocada, ya no se puede salir a la calle. Petro, ¡basta ya!”. Este es más o menos el tono que usan los medios corporativos para gritarnos cada día cómo se descompone el país en manos del comunismo y la criminalidad.

Es cierto que en Bogotá se cometen delitos, muchos, y que en algún momento de la vida todos hemos sido víctimas de un robo o de un acto de violencia, o conocemos a alguien que lo haya sido. Pero lo cierto es que, en comparación con otras ciudades similares, la capital colombiana no exhibe índices de delitos especialmente altos. Curiosamente, una ciudad tan grande, con casi ocho millones de habitantes, fuertemente desigual y que crece todos los días, no es una ciudad particularmente violenta ni insegura.

Por ello, una cosa es la situación real de delincuencia en la ciudad y otra la percepción de inseguridad que tienen los habitantes. El caso bogotano es complejo debido a que se presentan distintas formas de delincuencia con distintas formas de impacto sobre las personas. No es igual la forma de atender un caso de violencia de género, uno de hurto, uno de sicariato o uno de homicidio simple. Cada delito obedece a un problema diferente y la Policía y las autoridades judiciales deben operar, según las circunstancias particulares del hecho.

No obstante, una situación tan compleja como la inseguridad en Bogotá –la ciudad tiene la población de Costa Rica y Uruguay juntos– es simplificada por los medios, que la convierten en un espectáculo televisivo y presentan los hechos noticiosos de forma impactante, con imágenes llamativas y música inquietante, buscando siempre apelar a sensaciones básicas como el miedo. Así, un problema complejo es convertido en un ‘show’ diseñado para obtener atención.

Por su parte, las autoridades distritales se centran en el manejo de los medios, el llamado “control de daños”, asumiendo la situación como un problema de imagen. Una de las propuestas centrales de la campaña del actual alcalde fue la seguridad. “Bogotá camina segura”, nos prometió en su momento. Por supuesto que no se le puede pedir al alcalde que resuelva el problema en las nueve semanas que lleva en el Palacio Liévano, pero sí que no se escude en bajarle el tono a la discusión y presentar unas cifras de disminución del delito, que son ciertas, pero que no convencen a la ciudadanía.

Las personas que vivimos en Bogotá siempre hemos tenido la incertidumbre de salir a la calle y enfrentar las contingencias de un monstruo de ciudad como este. Un atraco, un abuso o un accidente, son situaciones posibles y que, de alguna manera, se incorporan a fuerza de costumbre a la manera de ser del citadino. Ello, por supuesto, no es lo deseable. Lo ideal sería poder caminar por cualquier calle de la ciudad con tranquilidad, sin tener que mirar atrás. Pero sí, Bogotá es insegura. ¡Vaya novedad! Lo realmente nuevo es la cobertura que los medios hacen de sucesos como asaltos u homicidios, estos eventos, repetidos una y otra vez, dejan la sensación de que esta ciudad es como una película del far west. Y un poco sí, pero sin tanto ‘show’, por favor.

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