Unidad y movilización

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Nixon Padilla
@nixonpadilla

Hemos llegado a los primeros 100 días del gobierno del cambio. Lo encontrado, lo realizado, las dificultades, las primeras reformas, la inexperiencia, los funcionarios atornillados del uribismo, los que hicieron conversión de fe, las marchas de la oposición y la movilización para respaldar las reformas serán parte de la agenda política de esta semana que cursa.

Han sido 100 días intensos que, a pesar de la exigencia de colocar todos los esfuerzos en las tareas del momento, su evaluación también requiere no perder la vista en el horizonte general del proceso político.

La historia reciente de los procesos latinoamericanos nos demuestra que los triunfos electorales, que abren importantes espacios en las instituciones de los estados, no son suficientes para garantizar los procesos de cambios y reformas.

Los diseños institucionales burocráticos y enrevesados, la correlación de fuerzas en el congreso, el chantaje político para hacer mayorías, la entronización de la mafia, la corrupción y la clientela en los tuétanos de las entidades, la amenaza de guerra jurídica (Lawfare), se convierten en terrenos fangosos donde el impulso transformador puede terminar convertido en un triste suspiro de decepción.

Esto sin contar con las amenazas desde el poder económico y financiero, así como con el papel desinformador de los medios corporativos de comunicación.

Por eso, a pesar del ajetreo diario que nos trae el momento político, es necesario centrar nuestra atención en la construcción de una gran fuerza social y política que sea capaz de defender, pero sobre todo empujar la profundización de los cambios propuestos. La concreción del programa de gobierno va a depender, en buena parte, de la capacidad de organización unitaria y la movilización decidida de los distintos sectores de la sociedad y de la apropiación del pueblo del proceso de transformación del país.

Debemos fortalecer el criterio político de que quienes son los protagonistas de los cambios es el pueblo organizado y movilizado, y es a quien le corresponde ser el motor de esta epopeya.

Ya el balance de las movilizaciones, paros y las distintas expresiones de rebeldía popular que se desarrollaron en años recientes, demostraron que las organizaciones sociales hoy tienen un alto nivel de dispersión y una muy limitada articulación política. Es necesario acelerar y profundizar los procesos organizativos, en todos los niveles y territorios, en los distintos sectores de intereses sociales, ganar en articulación territorial y nacional.

Debemos ganar en los y las dirigentes sociales, conciencia de la inmensa responsabilidad que nos corresponde en esta etapa histórica. La pequeñez de las transacciones políticas en las organizaciones y la mezquindad sectaria no puede hacernos perder de vista el papel que debemos jugar. No se trata de abandonar el espíritu crítico, pues este debe guiar permanentemente nuestro accionar, asumiendo que la crítica no es una contemplación desmoralizadora, sino acción transformadora.

Una parte importante del trabajo de quienes asumen responsabilidades en el gobierno y en representaciones en el Congreso de la República es aportar decididamente a la organización y movilización popular.

En fin, desde diversas orillas estamos llamados a construir, en medio de la diversidad y las diferencias, caminos unitarios, espacios de coordinación y acción colectiva, acuerdos mínimos con perspectivas de largo plazo.

Que lo ganado hasta ahora no sea flor de un día. Está en nuestras manos. Solo la unidad y la movilización son las garantías reales del cambio.