Sentimientos irrecuperables en el espacio fílmico

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Juan Guillermo Ramírez

Escribir no es simplemente el rigor mecánico de describir, por ejemplo, el devenir de un acontecimiento, anodino o sonoro, o un esbozo de su sobresalto. Es un hecho que se apega al lenguaje propio y que tiende a estar impregnado de los humores de aquellos días en que ocurrió: por un lado, el hecho de estar y ver, por el otro el de traducirlo a palabras. De esa escena salpica algo a la escritura, una construcción de mirada que tenderá a sufrir nuestros colapsos: tranquilidad, nerviosismo, taquicardia, mareos, lagunas, rapidez, aburrimiento, duda, ansiedad, miedo; incluso una ruptura de corazón, el amor. En el texto se apreciarán los trozos, las partes, los síntomas -entre líneas. Y esto sin tener que abandonar la pasión objetiva, al contrario, aguzándola hacia la disección científica: una mirada justa sobre nuestra subjetividad, la posibilidad de pensar y sentir con ambos verbos en coro, como algunas de las películas que conmueven mi pensamiento, con el poder de revolucionar las neuronas y hacer arder el cuerpo con ese flujo ácido que apunta al estómago: el miedo, y aquel otro indescriptible que no deja nada en su lugar: el amor. La pantalla tiene el don de dejarse escribir y dejarnos entrever y escuchar, a través de los listones de la celosía y la amenaza del ruido, con ‘atención, paciencia y violencia’, tres atributos que tienen mucha relación ante el hecho de ver y hacer cine.

«En el contorno de las cosas inmóviles que me rodean, veo todo el tiempo dibujarse rostros: rostros humanos que se forman, se fijan y me observan mientras hacen muecas», Alain Robbe – Grillet

Alain Robbe-Grillet y Nathalie Serraute son quienes construyen los fundamentos del llamado “nouveau roman”, un movimiento con vocación de escuela literaria que apuesta por una narrativa experimental basada en la libertad temática frente a la novela social precedente, por el rechazo de la interpretación psicológica de los personajes, y por la disminución de la importancia del narrador, que hace lo posible por desaparecer del relato. Los novelistas de este movimiento, que sacudió con fuerza la literatura del momento, muy influidos por el cine, conceden gran importancia al punto de vista e intentan alcanzar la objetividad pura de la cámara cinematográfica, por lo cual la descripción muy minuciosa –que a veces llega a un grado de exhaustividad y detallismo asombroso- es una de las principales características de sus obras.

En contra, pues, de la novela cuyo objeto es escribir la aventura de un personaje, los nuevos novelistas optan por la “aventura de una escritura” que es, ante todo, una búsqueda sin finalidad, una exploración del subconsciente, y en la cual el asunto, los personajes, la intriga y las situaciones se diluyen. Este concepto de la escritura trae consecuencias importantes e innovadoras: el texto valora la presencia de objetos ante la cuasi ausencia de personajes, se apoya en el espacio y el tiempo, prefiere las obsesiones, la memoria y sus relaciones con el autor.

“Contar bien una historia” es una de las frases recurrentes de la época, a mediados del siglo pasado. Pero este precepto consiste para los nuevos escritores en historias que se atienen a esquemas prefabricados a lo que los lectores están acostumbrados. “Un universo estable, coherente, continuo, enteramente descifrable”. Más que distraer, una historia bien contada, según ellos, tranquiliza. Para Robbe-Grillet, sin embargo, “es un error pretender que en las novelas modernas ya no sucede nada. Proust y Faulkner están atiborrados de historias. Pero las anécdotas se disuelven para recomponerse en provecho de una arquitectura mental del tiempo. No es la anécdota lo que falta, sino su carácter de certeza, de tranquilidad, su inocencia”.

El otro aspecto que el “nouveau roman” considera inaceptable es el personaje como centro de la novela tradicional. De nuevo es Robbe-Grillet quien afirma que los personajes pertenecen a un momento del pasado en el que “tener una personalidad representaba a la vez el medio y el fin de toda búsqueda”. Entonces aparece en las novelas y relatos del movimiento un antihéroe banal, anónimo, más propio de la cultura de masas que comienza tomar forma en aquellos años. Nada de psicología “a la ancienne manière”: los personajes modernos no tienen pasado, conciencia ni destino. Robbe-Grillet concibe el mundo como si el narrador fuera un cineasta que se limita a captar imágenes. En sus obras aparecen a menudo situaciones surrealistas e inconsistentes que nunca son explicadas. Entre sus novelas cabe destacar ‘Las gomas’ (1953), ‘El mirón’ (1955), ‘En el laberinto’ (1959), ‘Instantáneas’ (1962), ‘La casa de citas’ (1965), ‘Topología de una ciudad fantasma’ (1976), ‘El espejo que vuelve’ (1984) y ‘Le reprise’ (2001). Robbe-Grillet escribe el guión y los diálogos para Alain Resnais en El año pasado en Marienbad (1961), una perfecta transposición de su mundo literario, que le hace interesarse por el cine. Tanto que realizará después las películas: El hombre que miente (1968), La inmortal (1953) es parecida a la excelente película de Resnais, y sus imágenes tienen un estatismo que convierten el resultado en una simple ilustración de un complejo guión. Pero progresivamente, el mundo irreal de sus novelas, que en sus películas encuentra inmediatamente una adecuación en los exóticos escenarios de Estambul, Checoslovaquia o Túnez donde rueda, va adquiriendo dimensiones cinematográficas propias, desde el viaje en tren alrededor del cual gira la acción de Trans-Europ-Express (1966) y se va enriqueciendo con intrigas de tono policíaco, como El hombre que miente al tiempo que comienza a aparecer una muy peculiar forma de erotismo en Deslizamientos progresivos del placer (1973), en La belle captive (1983) o en Es Gradiva la que te llama (2006), o en El edén y después (1970), en el que la calidad objetal de los cuerpos femeninos logra ser valorada después en todo su esplendor, como al mismo tiempo empieza a ocurrir en sus novelas, como La casa de citas hasta llegar a su máximo punto en Proyecto para una revolución en Nueva York.

Fue uno de los pocos escritores que logro que su obra, a pesar de sus trabajos cinematográficos, tuviera una rigurosa continuidad por estar apoyada en sus películas; y fue el único realizador que consiguió que su obra, a pesar de sus trabajos literarios, tuviera una rigurosa continuidad porque también se apoyaba en sus novelas. Felizmente, Alain Robbe-Grillet fue uno de esos escritores que, aunque con el paso del tiempo sus obras adquirieron el sospechoso título de ‘clásicas’, y continúan resultando incómodas. Ingeniero agrónomo escribió – o eso dijo él y parece que sí lo hizo- contra el sentido institucionalizado por esa ideología hegemónica vigente, firmemente asentada en el siglo XIX, con su doble aspecto: ‘romántico’, según el cual lo único a decir, lo importante se refiere al yo, y la actividad del lenguaje se llama ‘representación’. Robbe-Grillet no quiso caer en esa dualidad. Trató de encontrar un nuevo sentido. Lo consiguió en sus formulaciones teóricas, por ejemplo, cuando hace la crítica del substancialismo de El extranjero de Albert Camus, como producto del humanismo. Que también lo consiguió en sus novelas. Cuando buscó un sentido nuevo, cayó en el terreno de la representación, pues, aunque se esforzó porque el sentido se produzca y no quede explicado, el sentido producido, desde el momento en que se expresa, es sentido nuevo y no ausencia de sentido, como él pretendió.

Diplomado de ingeniero, autodidacta en muchas otras disciplinas, Robbe-Grillet reconoció que al cine afín a la Nouveau Roman le costó mucho más que a las novelas conseguir un público. Estas obras siempre fueron en contra del espectador, como llevándolo hacia otra parte, a diferencia del producto de consumo artístico tradicional, que se confecciona a imagen de lo que se supone que desea el público. Los libros fueron creando su propio público con los años, pero para el cine fue mucho más difícil, porque el cine, para subsistir, necesita un gran caudal de espectadores inmediatos. Por eso hoy se hace un cine cada vez más tonto y complaciente, ya que Hollywood considera que la base cuantitativa del público está conformada por chicos de 12 años.

Con su muerte (2008) se cierra el episodio del Nouveau roman, el concepto que tanto éxito tuvo fuera de Francia. No se trataba de un movimiento literario, ni de un grupo de amigos sino de la primera configuración de un paquete conceptual listo para su promoción. Beckett, Sarraute, Simon, Butor escribían según sus criterios y la voluntad de configurar un movimiento organizado alrededor de la objetividad del narrador, de la muerte de los personajes, del abandono de la emoción a favor de la mirada fría, no eran más que unas frases en una teoría apartada de una práctica. La muerte de Robbe-Grillet es la muerte de un creador de productos culturales, no la pérdida del jefe de una escuela como André Breton lo era para el Surrealismo. La teoría de Robbe-Grillet provocó una degradación de la calidad literaria que todavía Francia no recupera.

¿Existirá alguna similitud entre el origen del Nouveau roman y el de otros fenómenos más cercanos como el boom latinoamericano, en los que se conjugan ciertas características literarias y el impulso dado tanto por la industria editorial como por la academia, así como también en el Cine Latinoamericano?

Link de Es Gradiva la que te llama

https://cinefiliamalversa.blogspot.com/2016/03/cest-gradiva-qui-vous-appelle-2006.html

Link de Trans-Europ-Express https://ok.ru/video/1505315785417