Historias de mucha carne y poco hueso

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“Me gusta la sensualidad, pero odio la pasión”, Bigas Luna

 Juan Guillermo Ramírez

Fue uno de los realizadores más admirados del cine español, el mismo que se subió a la silla en donde están descansando Luis Buñuel y Pedro Almodóvar. Bigas Luna (1946-2013) puso en cámara y en situación los melodramas más tórridos, con la exacta dosis de sin razón y de sexo.

En Jamón, Jamón (1992), toma en corazón uno de los temas más sagrados de los Pirineos: la familia, la mamá, el papá y la hija, retratos de familia que no se pueden tocar. Pero Bigas Luna no los toca, simplemente los acaricia, los manipula y les da movimiento como si estuviera jugando billar y de carambola los mueve. Por fue un hombre que no respetaba nada, ni a nadie. Afortunadamente.

Jamón, Jamón es la historia de Silvia, una muchacha exuberante que trata de abrirse camino en un mundo de estrechos horizontes. Una madre de pasado ambiguo que regenta un dudoso bar de carretera, un novio más preocupado por los coches y la música, son sus puntos habituales de referencia. La aparición de Baúl, impetuoso repartidor de jamones con ansias de ser torero, alterará la paz de los protagonistas iniciando un movimiento de amores, desamores, pasiones y deseos que, a caballo entre la naturalidad y el melodrama, busca un tono desmedido y operístico cuyo resultado es la aparición de la ironía y un guiño cercano a veces al humor. ¿Pero de dónde viene el título?

Bigas Luna fue un cinematografista extraño. Se dio a conocer con una película marcadamente surrealista: Caniche(1978) -antes había realizado Tatuaje (1976), La millonaria, Mona y Temba y Coctel Internacional (1977), Bilbao (1978). En 1981 dirige Renacer, cuatro años después realiza Lola e irrumpe en el panorama internacional con una parodia poco conocida sobre las películas de horror: Angustia (1987). A comienzos de 1990, se pudo ver Las edades de Lulú basada en la novela erótica de la escritora española recientemente fallecida Almudena Grandes y en 1993 tiene una gran aceptación Huevos de Oro. Combinando el erotismo, la sugestión, la perversidad y un surrealismo moderado, Bigas Luna enreda todos los géneros cinematográficos, lanza a sus personajes a situaciones límites, casi insoportables y sufribles de una existencia supuestamente cotidiana, para el amor. Practicó un cine ‘pánico’ en el espíritu del dramaturgo español Fernando Arrabal.

Mi formación es básicamente plástica, afirmó. Hasta cuando tiene la edad de 30 años, se consagra a la ‘pequeña tecnología doméstica’, es decir, la de los objetos de consumo ordinarios: televisión, esculturas. Por esto, se siente cautivado por las imágenes un poco difusas, aquellas que no se pueden reconocer de una primera mirada: un pescado, una salchicha en la boca, como en su película Bilbao. Se sintió atraído por Davis Hockney y por Goya, símbolos de malestar y satisfacción.

Lo que lanzó Bigas Luna a todo lo largo de sus películas, fue una mirada curiosa sobre la carne. Mirada arrojada con disgusto y con desprecio, con deseo y repulsión. Pienso que la antropofagia es una forma muy fuerte del amor; en el mundo de Bigas Luna, la racionalidad sirve de anclaje a los personajes, pero tarde o temprano, todo explota y todo bascula en la irracionalidad extrema.

En Caniche (1979), explica Luna, quise tratar el mimetismo: la hermana, el hermano y el perro son parecidos. Ellos se nutren de carne de perro. Es un cuento parta adultos, no es un testimonio sobre la realidad de una patología. Mis películas no demuestran nada, simplemente hacen parte de un mundo totalmente imaginario.

Bigas Luna, cineasta catalán mintió. Y fue mintiendo constantemente. Porque deformó, inventó, disfrazó, simuló y creó. En Jamón, Jamón hay mucha ironía melodramática, su narración va marcando en su evolución un proceso que llega hasta la ópera. Porque para Bigas Luna, el cine es el único lugar de nuestra cultura en donde se puede hacer lo que se quiere.

El investigador español Gonzalo Moises, en un interesante artículo: Historias impúdicas. El programa erótico de Bigas Luna, plantea que el realizador catalán fue considerado por algunos como un erotómano y por otros, como un pornócrata, no se descubrirá nada nuevo, porque en el universo creativo de Bigas Luna, el sexo tuvo siempre tal peso que se convirtió en una de las constantes temáticas más consistentes de toda su filmografía. Si se repasa el conjunto de su producción cinematográfica con detenimiento parece evidente que el realizador catalán era además un creador especialmente dotado para alumbrar imágenes cargadas de un insólito y bello erotismo que, además, entendía de una forma muy particular y reconocible. Vital y hedonista, nunca ocultó su gusto por la sensualidad, aunque se rebelaba cuando tildaban su cine como morboso. Yo no soy nada morboso, el morbo no me gusta: siempre hay en él un deseo de muerte. Me entusiasma la transgresión, pero todo mi erotismo, toda mi sensualidad, apuntan a la vida.  Sus planteamientos sobre este tema no siempre fueron los mismos. Al igual que ocurre en su filmografía, su concepción y consideración del erotismo y la pornografía evolucionaron y fue variando con el transcurso de los años. Nunca su pensamiento permaneció estancado. Bigas gustaba de modelarlo de manera continua, sustrayendo capas, añadiendo otras, incurriendo a veces en contradicciones que nunca ocultaba, que cultivaba, sazonaba y degustaba. En sus primeras entrevistas parecía disfrutar, con impostada inocencia, del revuelo que había provocado entre los espectadores el rasurado en primer plano del pubis de la prostituta protagonista de Bilbao o el cánido cunnilingus en Caniche (1979).

En este fiero erotismo de sus primeros filmes hay un vaso comunicante con el surrealismo. Como ocurría en este movimiento de vanguardia, el concepto de erotismo de Bigas Luna es feroz y radical, una fuerza subversiva, un arma privilegiada para manifestar y volver eficaz su rechazo al tedio por en el que vivía instalada la burguesía. Si el público ha mostrado tanto temor y desconfianza ante el surrealismo es porque está sembrado de trampas. Y está sembrado de trampas porque es ambivalente, porque para los artistas surrealistas – de los que Bigas Luna es deudor – detrás de cualquier acto, de cualquier situación, detrás de los objetos más cotidianos subyace siempre un elemento sexual. Al igual que ellos se recreaba trastornando las significaciones normalmente atribuidas a las cosas, a los objetos cotidianos, disfrutaba mezclándolas, fagocitándolas, digiriéndolas, excretándolas. No es casual que la técnica los ready-made, tan querida por el grupo surrealista, consistiera precisamente “en desviar a los objetos de sus funciones, en suma: pervertirlos, subvertirlos”. En la provocación había pues liberación. En esta primera etapa negra y rabiosamente autoral, el cineasta criticaba el erotismo envuelto en papel de regalo porque su imaginario sexual nada tenía que ver con el empaque. Su morbo era, según sus propias palabras, algo mucho más marrano y grotesco.

Link para ver Jamón, Jamón: https://ok.ru/video/1143818816088