Fuego en el 23

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Gabriel Becerra Y.
@BecerraGabo

El proceso político nacional por los cambios democráticos entra en un año decisivo. No sirve dormirse en los laureles de las victorias políticas logradas recientemente tras múltiples acumulados de resistencias y la acertada táctica de unidad y alianzas que desembocaron en el actual gobierno progresista, y menos, dejarse inmovilizar por las contradicciones, limitaciones y complejidades inevitables de este tramo especial de la lucha política de clases que marca la historia nacional.

Un nuevo momento decisivo comienza entonces a desplegarse, entre otros, en dos campos de disputa. En primer lugar, la lucha por las reformas a la salud, las relaciones laborales y las pensiones que, en esencia, interpelan 30 años de neoliberalismo y todo lo que él representa como ideología y política de poder.

Franjas importantes de la sociedad son presa fácil de las mentiras y las campañas que arrecian para tratar de vender como uno de los mejores sistemas del mundo al que no ha sido capaz de garantizar atención primaria, ni dignidad a sus trabajadores y, mucho menos, el derecho a la salud en las zonas rurales del 56% de los municipios del país.

Sin que el neoliberalismo haya podido cumplir las promesas de hace décadas acusarán al nuevo gobierno de querer destruir el empleo por oponerse a la continuidad de la flexibilización laboral, sus contratos basura y por proponer estabilidad y trabajo digno. Así mismo, acusarán de populista e irresponsable la propuesta de garantizar a toda persona mayor de 65 años su derecho a pensionarse y buscar reducir el negocio de los fondos privados.

En esta línea confluyen poderes e intereses de diverso tipo, entre ellos, el gran empresariado directamente afectado en sus negocios, incluso sectores aliados de la coalición tanto en el ejecutivo como en el Congreso y en la sociedad, que consideran inviable cumplir con lo propuesto en el programa de Gobierno.

Además de la voluntad de cambio del presidente hay que trabajar por un mayor liderazgo del Pacto Histórico y sus aliados en el Congreso de la República y otros espacios de la sociedad para defender y sacar adelante este primer paquete de reformas. A la orden del día está recuperar la calle y la más amplia movilización ciudadana y popular de carácter pedagógico, denuncia y respaldo, incluyendo las movilizaciones del 8 de marzo, y el que deberá ser el más grande Primero de Mayo de los últimos tiempos.

Un segundo campo de disputa decisivo, a la par de la movilización por las reformas sociales, serán las elecciones previstas para el 29 de octubre.

La ruta electoral trazada por el Pacto busca preservar la unidad y las alianzas como táctica esencial para la victoria. Hay que tratar de no equivocarse, se necesita seleccionar candidaturas consecuentes y ganadoras, propias o aliadas, comprometidas con las reformas y en sintonía con el Gobierno del cambio.

Aunque hay otras disputas como la lucha por la paz total y la aprobación del Plan Nacional de Desarrollo, garantizar la fuerza y la correlación política para aprobar las reformas sociales a más tardar el 20 de junio es una prioridad, entre otras razones, para así llegar a las elecciones del 29 de octubre con victorias políticas concretas.

Como en la canción de la Sonora Ponceña, a propósito del año político que despega, hay fuego en el 23 y no se vale estar distraídos. El cambio es ahora.