Luis Jairo Ramirez H.
@JairoRamirezH
Los anuncios del Pacto Histórico de superar el anacrónico enfoque neoliberal en relación con el papel del Estado y con la política económica, laboral y social, para cumplir con el mandato constitucional de acceder a un Estatuto del Trabajo, evadido durante 30 años por la derecha gobernante, han desatado la ira de ese empresariado ultraconservador y violento encabezado por la ANDI, Fenalco, ANIF, la SAC, que sienten que sus centenarios privilegios, el enriquecimiento desmedido a costa de los salarios de hambre y la evasión de impuestos llegan a su fin y que ahora deben someterse al Estado social, democrático y de derecho establecido en la Constitución.
La ministra de Trabajo Gloria Inés Ramírez ha dicho que deben implementarse de nuevo las horas extras y el trabajo nocturno desde las 6 p. m.; la jornada laboral de ocho horas; y que los contratos de prestación de servicios no van más.
Con la imposición del modelo neoliberal en los años noventa, las élites empresariales y gobernantes cometieron un genocidio contra el movimiento sindical; alrededor de cuatro mil sindicalistas fueron asesinados para contener la protesta contra la flexibilización laboral. Las promesas de generación de empleo fueron un engaño y lo que se generalizó fue la informalidad laboral.
Por otro lado, la actuación del Ministerio del Trabajo ha sido completamente subordinada a los intereses de los gremios patronales, que son los que más incidencia han tenido en el nombramiento de los ministros y en el contenido de las políticas antisindicales impulsadas desde este ministerio.
Colombia presenta una tasa de sindicalización y de cobertura de la negociación colectiva que son de las más bajas del planeta; de una población económicamente activa de casi 23 millones, solo el 4% está sindicalizado, situación que urge revertir.
Esta baja tasa de sindicalización y de cobertura de los convenios colectivos de trabajo han sido el resultado de una fuerte cultura antisindical por parte de las élites políticas y económicas, lo que ha determinado una falta de incidencia del sindicalismo en la sociedad, en la economía y en las empresas, por esto somos una de las sociedades más antidemocráticas y desiguales del planeta. También explica los altos niveles de pobreza extrema y los bajos niveles de competitividad de nuestra economía.
Hay que acabar con la precarización laboral. Esto implica un salario mínimo vital, salario digno y decente y estabilidad laboral, un tránsito hacia un sistema pensional más equitativo; disminuir la brecha salarial de género. Resolver el alto nivel de informalidad que está fundamentalmente en las mujeres y generar oportunidades laborales para los jóvenes.
Los gremios económicos y la prensa corporativa están desatando una ofensiva mediática para sembrar terror intentando desinformar a la sociedad con la idea de que estas reformas afectarán las empresas y las obligarán a despedir trabajadores, etc.
Ahora bien, la correlación de fuerzas para las reformas laborales es frágil. Va a ser muy difícil una concertación con los sectores del capital; es la fuerza de la movilización la que logrará los cambios.
Necesitamos producir desde ya una cascada de asambleas, sindicato por sindicato; de los y las trabajadoras tercerizadas; de la población informal, de los pensionados, de los jóvenes profesionales desempleados, para presentarles el proyecto de estatuto laboral, de reforma pensional, y movilizarlos hacia las sedes de los gremios patronales y el Congreso de la República. Todas nuestras fuerzas deben entrar en máxima tensión.