Renata Cabrales
No es una serie distópica; no se trata del Cuento de la criada, es una historia real, cuyas protagonistas son las mujeres iraníes, y la historia no comenzó hace dos meses, sino hace unos cuarenta años, después de la “revolución” islámica.
La situación de las mujeres es bastante compleja, pues, desde entonces, el Estado ejerce un estricto control sobre sus cuerpos. Por un lado, se les exige llevar el velo, por otra parte, padecen la persecución que la Guardia Revolucionaria les inflige, así como también está la «policía de la moral» que es una unidad de las fuerzas de seguridad del país musulmán, cuya única misión es acosarlas en las calles para que cumplan las leyes del código de vestimenta islámico en público, es decir: utilizar bien el velo para que no se vea el cabello, no usar ropa ajustada, ni muy colorida y cubrir bien brazos y piernas.
El castigo por andar sin velo en público puede ser la detención, pena de prisión, multa o latigazos. Entonces, las mujeres del país de la supuesta revolución son sometidas a diario por desconocidos que las persiguen y golpean, las rocían con gas pimienta e incluso las llaman putas.
Pero esta vez, la “Policía de la moral” llegó demasiado lejos, pues ha sido acusada de matar a golpes a una joven, el pasado mes de septiembre. Su muerte ha desatado fuertes manifestaciones, rechazando la violencia machista religiosa, y como acto de solidaridad muchas mujeres han salido a las calles sin velo y otras, como acto de simbolismo han subido videos a las redes sociales cortándose el cabello.
La oleada de violencia ha dejado decenas de muertos, en su mayoría manifestantes, asimismo, muchas detenciones por parte de la fuerza pública.
Mahsa Amini, no solo era mujer, sino que era kurda, es decir pertenecía al pueblo kurdo que es la minoría étnica más grande en el Oriente Próximo, y que no se encuentra establecida en alguna forma de Estado nación. Este pueblo es víctima de crueles actos de discriminación y es por eso que la joven en realidad, se llamaba Jina, pero Jina, en kurdo, significa “mujer”, y en Irán, está prohibido hablar ese idioma. Por eso, Jina pasó a llamarse Mahsa. Pero en los medios de comunicación de todo Kurdistán, la nombran Jina Mahsa, su nombre kurdo.
Es así como en el Kurdistán iraní en algunas partes de Irán, desde entonces, se escuchan gritos de consignas: “Jin, Jiyan, Azadî” “Mujer, Vida, Libertad” y “Bimre Dîktator”, “Muerte al dictador”. Esas frases de indignación son dichas en la lengua prohibida: la kurda.
Esto no es de ahora, a lo largo de los últimos años, ha crecido en Irán un movimiento contra las leyes del velo obligatorio, que ha llevado a mujeres y niñas a protagonizar actos contra estas injusticias. Pero las autoridades iraníes reconocen la fuerza de este movimiento opositor y vienen reaccionando con campañas de represión.
Sin embargo, desde 2018, esta ha sido la manifestación más grande y nadie puede garantizar que vaya a detenerse. Por eso, el régimen promueve marchas para “cuidar el islam” y señalar a los “alborotadores”, al tiempo que acusa a Estados Unidos de apoyar el desacato.
Con unos 300 muertos debido a la represión de la república islámica, las manifestaciones hoy siguen, es imposible conocer el resultado, pero lo único cierto es que la revolución será feminista o no será.