La espiga que nos iluminará

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Ana Elsa Rojas Rey

He utilizado la simbología de la espiga, para significar la fortaleza del nuevo momento político que nos acompaña. Ya no seremos las de siempre, porque juntos y juntas desnaturalizaremos el androcentrismo que instaló lógicas y prácticas patriarcales, racistas, homofóbicas; haciéndonos creer, que el trato diferenciado correspondía a una condición propia de géneros, que identitariamente, la naturaleza nos había hecho así.

Estos axiomas practicados por las clases dominantes, que iban trasmitiendo de generación en generación, respaldados incluso por una parte de la academia, hicieron costumbre durante un periodo de la historia, se pensó que era normal la asignación de roles, donde las mujeres ocupaban el espacio privado como territorio exclusivo para ellas y el espacio público para los hombres. Fue la genealogía de las que interpretaron el sentido de la vida, que dieron vuelta a los roles asignados como parte de la cultura patriarcal.

La filosofa Celia Amorós dice que las mujeres ya calmamos el hambre y estamos en la etapa del olfato, referencia que nos hace pensar en colectivos para detectar en donde está el patriarcado y desinstalarlo del lugar que no le pertenece.

Gracias a aquellas que pusieron los cimientos, pensaron y actuaron, en sintonía como espigas, iluminaron el camino, para exigir derechos y de ahí pasaron a ocupar espacios de representación. El camino no ha sido fácil, siempre ha estado sembrado de espinas, en las que millones de mujeres han puesto la cuota de sacrificio, sobre todo las del movimiento popular.

La nueva mirada en esta etapa que se nos presenta, la construcción de un Acuerdo Nacional, será imposible consolidarla sin integrar en la gobernabilidad a las mujeres; no basta solo una lista cremallera al parlamento. Es indispensable que haya educación de nuevo tipo y que esta se ponga al servicio del movimiento popular, en el que permita cambiar mitos y costumbres, que las mujeres habiten el feminismo de manera autónoma, donde no se vea el sexo femenino como el dominado; al igual, el respeto e integración de este proyecto a otras expresiones sexuales de la vida social.

El hermanamiento en esta etapa es definitivo para obtener la libertad, pues no faltarán voces disonantes que reduzcan el debate a una categoría del esencialismo, que es un concepto vago para descalificar los postulados de las teorías feministas.

No son solo los postulados, sino las prácticas políticas que se afincan en sus agendas programáticas, situación que fue indispensable para la gran victoria del 19 de junio, en donde se hizo realidad por el acumulado que  dejaron las grandes heroínas que están en los anales de la historia, como La Gaitana, Policarpa Salavarrieta, Francisca Prieto Ricaurte, Evangelista Tamayo, Estefanía Parra, María Cano, Betsabé Espinal, Yira Castro, las mujeres de la Unión Patriótica, la Juventud Comunista, del Partido Comunista, como Laura Herrera y Rosmery Londoño, las del M-19, mujeres negras, palenqueras, indígenas y muchas más que, tomaron el proyecto del Pacto Histórico como guía única de vida para terminar con la violencia hacia las mujeres. Gracias infinitas a todas las que nos dejaron su legado.

Gracias porque nos permitieron que Gustavo Petro sea nuestro presidente y Francia Márquez nuestra vicepresidenta. Él y ella, con nuestras experiencias, serán las espigas que iluminarán el nuevo clima político para el diálogo nacional y en un solo grito diremos, libertad.